El cine vietnamita en Occidente es una rareza. La IMDb censa poco más de 300 largometrajes en toda su historia. A veces nos llegan algunos films que suelen tener interés: recuérdense, por ejemplo, El olor de la papaya verde (1993), Cyclo (1995), o Tres estaciones (1998). Su cine suele ser contemplativo, con un ritmo pausado que seguramente impone la propia idiosincrasia de los naturales del país. Casi siempre también el cine vietnamita suele estar apoyado por otras cinematografías occidentales o, como en el caso presente, en el que solo produce el propio país del Sureste asiático, tiene a los mandos a una guionista y directora forjada y formada en Occidente, Ash Mayfair, que estudió en la Universidad de Nueva York (NYU).
Vietnam, a finales del siglo XIX. En aquel tiempo en el país era costumbre aceptada socialmente (e incluso daba lustre...) la de que los poderosos pudieran contar, legalmente, con varias esposas. En ese contexto, la protagonista, la adolescente May, de 14 años, es tomada como tercer cónyuge por un rico hacendado. Aunque al principio la convierte en su favorita, cuando la chica queda embarazada, deja de tener ese papel privilegiado. Simultáneamente, la protagonista empieza a sentir atracción por otra de las mujeres del clan, y comienza también a desear fervientemente que el bebé que está gestando en su seno sea un varón, para que su porvenir no esté atado al de un hombre, como sucedía en aquellos tiempos de matrimonios concertados, poligamia (pero no poliandria...) y sumisión absoluta de las féminas con respecto a sus padres, maridos, hermanos, hijos.
Diremos pronto que La tercera esposa nos parece que confunde la gimnasia con la magnesia: tiene, como casi todo el cine vietnamita que hemos visto, un tempo pausado, pero este lo es en tal medida que termina por aburrir soberanamente durante la hora y media que dura. Su historia carece apenas de asideros a los que agarrarse; acostumbrada su directora a rodar cortometrajes (antes de rodar este su primer largo, había hecho siete cortos), parece como si no hubiera tomado conciencia de la medida de una película de duración estándar, y la materia argumental, evanescente, no diera para ello. Así las cosas, la historia se alarga innecesariamente, añadiendo algunas líneas colaterales subordinadas, como la de los criados amantes clandestinos, por ello duramente castigados, o el joven miembro de la familia que se niega a casar con alguien a quien no conoce, con resultados devastadores (para la desgraciada esposada, para ser exactos).
Se ha elogiado, y con razón, la bellísima fotografía de Chananun Chotrungroj, pero también que con frecuencia el operador y su directora incurren en un esteticismo vacío, imágenes donde parece que el mensaje es la lujuriante preciosura del país, filmado exquisitamente. También se ha hablado de una hermosura de la cotidianidad, de la rutina, del hacer consuetudinario de la gente de la época, pero ciertamente ello no nos saca del marasmo, del sopor de hora y media con tan pocos elementos a los que agarrarse.
Bella pero vacía, a pesar de que su lacerante tema (la libertad de la mujer, ahora o hace 120 años) siga siendo uno de los grandes asuntos de siempre. Ash Mayfair, la directora, demuestra gusto por el encuadre y que las lecciones aprendidas en la NYU han sido fructíferas en cuanto a la elegancia formal, pero también que el día que dieron ritmo narrativo debió faltar a clase...
Correcta interpretación, teniendo en cuenta la tendencia al histrionismo tan frecuente entre los actores orientales. La protagonista, Nguyen Phuong Tra My, en su primer papel ante una cámara, se puede decir que hace un trabajo más que aceptable, trabajando la interpretación desde la mirada, de dentro afuera. Lástima que el conjunto del film no esté a su altura.
Nota a pie de página: es inadmisible que la directora haya incluido una escena de flagrante maltrato (en este caso matanza) animal que, por supuesto, no aportaba absolutamente nada a la historia. Que a estas alturas haya que decir que no hay nada que justifique el maltrato hacia los animales en una película parece de una obviedad que tira de espaldas. Lástima que eso no se lo enseñaran también en NYU: ese día también debió faltar a clase...
96'