Pelicula:

Esta película forma parte de la Sección Oficial del 19 Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF).

Es un lugar común, pero no nos resistimos a caer en él (ya se sabe lo que decía Oscar Wilde: la mejor forma de acabar con las tentaciones es caer en ellas…): a Michel Ocelot, si no existiera, habría que inventarlo… El cineasta francés, decano de los “cartoonists”, de los directores que se dedican a la animación en Europa, es una auténtica institución entre sus pares; pero, lejos de adocenarse o de endiosarse, este hombre sigue regalándonos, cuando está echando mano ya a los 80 años de vida, delicias como esta Le Pharaon, le sauvage & la princess (lógicamente, “El Faraón, el salvaje y la princesa”), su nuevo film, que comienza con un prólogo en el que vemos a una mujer, a una “cuentacuentos”, a la que un público entregado le pide que les cuente historias; a requerimiento de la narradora, sus oyentes (“escuchantes” diría, con una palabra inexistente, pero que quizá debería existir, Pepa Fernández, de Radio Nacional) le dan ideas de dónde situar las historias, de quiénes deberían ser sus protagonistas, de qué deberían incluir las mismas. De la lluvia de sugerencias recibidas, un auténtico “brainstorming” de ideas, la cuentacuentos recoge varias de ellas y, entrelazándolas, les narra tres historias distintas, pero quizá no tan distantes…

La primera, la del Faraón, nos sitúa en el Antiguo Egipto, o mejor en un reino próximo, donde un rey de menor rango pide la mano de la princesa de un reino vecino, recibiendo la negativa de la madre (y regente…) de la bella, que le dice que solo la concederá al mismísimo Faraón de Egipto. Entonces, el rey menor tendrá que intentar convertirse en el Faraón para conseguir a su amada… La segunda historia, la del Salvaje, nos sitúa en la Edad Media, en Francia, en el palacio de un inicuo noble con un hijo gentil y generoso al que su padre siempre está poniendo trabas a sus actividades, cualesquiera que sean éstas; el pequeño conoce a un prisionero que le habla de su hija, la más gentil de las niñas, y el chico se enamora de ella a través de su palabra, por lo que libera al sufriente encarcelado, lo que tendrá graves consecuencias para él… El tercer cuento se sitúa en el siglo XVIII, en zona arábiga, donde un príncipe que se ve obligado a huir para salvar la vida, llegado a otra ciudad, se convierte en buñolero a las órdenes de un tiránico mercader; enamorado de oídas de la llamada “princesa de las rosas”, este príncipe de los buñuelos se ganará a la bella por el estómago…

Hay pocas cosas más seguras en esta vida que una película con Michel Ocelot a los mandos proporcionará un rato de felicidad garantizada. Sus historias son a la vez tradicionales y renovadoras: así, el rey menor del primer episodio tendrá que hacerse con los dos reinos del Antiguo Egipto (Alto y Bajo), pero sin disparar una sola flecha, solo con el poder de la convicción, con la capacidad para llevar el bienestar a sus súbditos, actuando como el estadista honrado y buen gestor que todos desearíamos tener en nuestros países: nada de guerras, de matanzas, de luchas para conseguir a la amada, como es tan habitual en los cuentos clásicos, solo la fuerza de la palabra, de la honrada administración pública; el hijo del noble inicuo arrostrará la tragedia propia para impedir el atroz mal ajeno, y se constituirá en un híbrido entre Robin Hood y el Buen Salvaje de Rousseau, para dar ejemplo continuo y constante de su generosidad incluso con quien ha tramado su mal, a pesar de ser de su sangre; el príncipe destronado, por su parte, encontrará la felicidad haciendo buñuelos para su amada, con ese “conquistar por el estómago” que tradicionalmente estaba reservado a las damas en los cuentos de siempre.

Historias deliciosas, entonces, combinando admirablemente tradición y modernidad, y encima de todo con aventuras continuas que resultan ser tan agradables. Como además resulta que el octogenario Ocelot sigue teniendo la mente de un chaval, cada una de las tres historias tiene un tratamiento visual distinto: la primera, la del Faraón, recuerda poderosamente el dibujo de dos dimensiones de su serie en torno al adorable personaje  Kiriku, un tipo de dibujo deliberadamente naif, que muestra a sus personajes casi siempre de perfil, lo que tan bien conviene, por cierto, a la imagen que tenemos del Egipto de los faraones… la segunda, la del llamado Bello Salvaje, tiene un tratamiento como de sombras chinescas o teatro de sombras, con las siluetas de los personajes como recortadas y tintadas de negro; la tercera, la del príncipe de los buñuelos y la princesa de las rosas, presenta un dibujo más tradicional, aunque con un sutil viso como de 3D que le confiere un aspecto singular.

Sencillamente deliciosa, la nueva película de Ocelot nos lo trae en extraordinaria forma. El cineasta francés confirma que el dibujo en dos dimensiones no solo no es una antigualla, sino que es de una modernidad excepcional, y que los cuentos pueden ser a la vez reconfortantes y aleccionadores en un sentido que ni Hofmann, ni los hermanos Andersen, ni Perrault, podrían haber imaginado. ¡Larga vida a Michel Ocelot, para nuestra felicidad!

(08-11-2022)


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80'

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Le Pharaon, le sauvage & la princess - by , Nov 08, 2022
4 / 5 stars
Sencillamente deliciosa