Pelicula:

Esta película está disponible en el catálogo de Netflix.

Aunque a veces pareciera que los únicos que hacen animación digital en Estados Unidos son Pixar junto con su matriz Disney, lo cierto es que en el país de las barras y estrellas hay otras productoras que, sin llegar al nivel de excelencia de la Casa del Flexo ni a su volumen de producción, sí que de vez en cuando nos recuerdan que hay otras mentes imaginativas, otros creadores en ese mundo proceloso del “cartoon” en 3 dimensiones. Es el caso de Sony Pictures Animation, filial de la poderosa Sony Pictures (que, aunque japonesa, hace décadas que desembarcó en Estados Unidos), responsable de una serie de títulos muy conocidos del dibujo animado digital de este siglo, como Lluvia de albóndigas (2009) y Hotel Transilvania (2012), entre otras. Con la producción de Phil Lord y Christopher Miller, que han estado detrás de la mayor parte de las pelis de animación de Sony, nos llega esta estimable Los Mitchell contra las máquinas.

La película se ambienta en un futuro indeterminado, aunque no parece lejano, en el que las máquinas han tomado el control de la Tierra, confinando a todos los habitantes a una especie de burbujas individuales donde tienen todo lo que necesitan para vivir y entretenerse (menos poder ejercer la libertad de ir donde quiera o relacionarse con quien le dé la gana, claro está); todos los habitantes menos una disfuncional familia de clase media de apellido Mitchell, compuesta por los padres, Rick y Linda, la hija adolescente y preuniversitaria Katie, que sueña con ser admitida en la universidad de California para graduarse en cine, actividad que ejerce desde niña, el pequeño Aaron, fan irredento de los dinosaurios, y el perrito carlino Monchi. Todos ellos viajaban en coche hacia la facultad de la joven Katie, con intención de restañar las relaciones entre padre e hija, deterioradas por las incomprensiones habituales que se producen en la etapa de la adolescencia, cuando un gurú de la tecnología, sin querer, libera un poder omnímodo en los robots de su empresa, llamada PAL, que deberían hacer las vidas de los humanos más fáciles, pero terminan, por despecho de la anterior asistente virtual del gurú, tomando el poder en todo el mundo... y los únicos que les pueden hacer frente son esta familia disfuncional y tirando a rarita...

Como casi todo el cine de animación digital (también el de 2 dimensiones, es cierto) norteamericano, Los Mitchell contra las máquinas trata de la familia y su papel capital en la vida del ser humano: aquí tendremos los problemas bastante habituales que se producen cuando el niño o niña llega a esa edad, la adolescencia, en la que todo cambia: el infante se convierte en (o está en trance de hacerlo) hombre o mujer, las certezas de la puericia se desvanecen como por ensalmo, se adentran en un mundo absolutamente nuevo para el que carecen de libro de instrucciones, de referencias, donde habrán de batirse el cobre por sí solos; aquí no se carga la mano sobre la adolescente, sino que se reparten las culpas: en puridad, los directores no buscan responsables, sino presentar situaciones ciertamente frecuentes de desencuentros paterno-filiales en ese momento complejo de la pubertad y la primera juventud.

Sobre ese tema, los directores Michael Rianda y Jeff  Rowe, ambos debutantes en el largometraje (aunque sí tienen experiencia en series televisivas de animación y cortos) presentan este agradable producto familiar que reivindica la gente corriente, las familias ordinarias que no tendrán ningún minuto de gloria, que no aparecerán en telediarios ni en los periódicos, pero cuya vulgaridad, precisamente, les otorga su peculiaridad: son como los demás, pero realmente no son como los demás; son, en palabras de la familia “modelo” que sirve como contrapunto, unos “raritos”, con un punto (o toda una línea...) de friquismo, en una película que busca recomponer los puentes generacionales rotos; que para ello la familia Mitchell se tenga que enfrentar a todo un apocalipsis robótico parece un pelín exagerado, pero ya se sabe que en el cine nada es normal, todo tiene que ser bastante aparatoso.

La historia está bien llevada, el ritmo narrativo es con frecuencia frenético, y las dosis de acción y aventura se suceden vertiginosamente, pero no se descuida el aspecto humano, y las relaciones entre los cinco miembros (sí, el perro también forma parte de la familia, qué se creían...) tienen sus vaivenes, como tiene que ser hasta que se llegue al inevitable final feliz: no hay “spoiler”, este tipo de cine siempre se cierra con un “happy end”.

Hay, por supuesto, evidentes reminiscencias de la saga Terminator, con su rebelión de las máquinas (como el Skynet de la franquicia creada por James Cameron), pero también de otros clásicos de la cultura popular norteamericana, desde WALL-E hasta Gremlins, reminiscencias, referencias o tributos que están bien engarzadas en la trama para que esta progrese con agilidad y amenidad. Hay también, al margen de los miembros de la familia, algunos personajes muy curiosos, como los robots averiados que se convierten en colegas de los protagonistas, o la despechada asistente virtual que desencadena el apocalipsis androide. Hay, desde luego, una crítica de la excesiva tecnificación y de la fascinación absoluta por todo lo tecnológico por parte de los más jóvenes de la sociedad, si bien es una crítica en absoluto acre, más bien amable, a ratos casi cómplice.

La animación digital aquí no busca la perfección antropomórfica, incluso juega deliberadamente a cierto desaliño formal, distanciándose en eso del canon establecido por los actuales “boss” en el dibujo en 3D, la gente de Pixar, que buscan siempre la perfección absoluta; con modernos y desenfadados añadidos visuales en las pelis “amateurs” que rueda la joven Katie, la película apuesta por un diseño muy actual, muy de nuestro tiempo, buscando acercarse al público joven, además de al adulto, en un film con un público objetivo claramente transversal.  

Que la última esperanza de la Humanidad, como se dice en un momento dado, sea una familia de raros, aporta también una cierta novedad, la de que no solo la gente guay pueda ser, llegado el caso, los héroes que nos saquen de complicados envites como el que aquí se plantea. Porque aquí los superhéroes no visten mallas ni leotardos, ni vuelan, ni tienen más poder sobrenatural que el propio cariño que se tienen, incluso aunque no sepan que en realidad se quieren: no me digan que, en el fondo, no es hasta revolucionario...

(06-05-2021)


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113'

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Los Mitchell contra las máquinas - by , May 06, 2021
3 / 5 stars
Elogio de los raros