El cine romántico de enredo tiene una larga tradición; nos quedamos, en su vertiente más cómica, con un título ciertamente parecido a éste: Un par de seductores es quizá la obra maestra de Frank Oz, una divertidísima comedia de enredo con unos inspirados Michael Caine (lo cual no es novedad) y Steve Martin (en este sí es menos habitual). Este Los seductores no tiene esa talla, ni seguramente la pretende. Entre otras cosas, aunque tiene sus toques de humor, porque juega más a la alta/baja comedia romántica (táchese lo que no proceda…).
No es el film de Pascal Chaumeil precisamente un prodigio de originalidad: el clásico esquema del chico que enamora a chica por motivos espurios es tan viejo como el mundo (recuérdese, sin ir más lejos, la hermosa Calle Mayor bardemiana –de Juan Antonio, se entiende, no de Javier, que entonces no había nacido--), y tampoco el cineasta francés se ha devanado los sesos buscando una variante más o menos innovadora. Si acaso, el hecho de que la bella (Vanessa Paradis, los incisivos separados más famosos del momento, con permiso de la ministra Leire Pajín) sea una especie de Paris Hilton, una mema hija de papá, cuyo progenitor, cosa extraña, quiere separarla de un millonetis, sin importarle que se vaya con un pelanas (estos ricos del cine, qué raros son: a los de verdad ni se les ocurre semejante cosa…). Y la profesión del protagonista y su equipo de bobos, cuya dedicación es romper parejas previo pago de su importe (lo de los emprendedores cada día está más duro…).
Como tampoco Chaumeil es un prodigio de dirección (su currículo está plagado de productos televisivos definitivamente prescindibles), este film termina siendo otro más de los productos de usar y tirar de los que tanto “disfrutamos”, por decir algo. Y es que no sólo el Hollywood actual hace bostas de vaca envueltas en papel de celofán; el francés también reclama su parte en el reparto de boñigas. Pues que le aproveche…
(31-10-2010)
105'