El cine de Almodóvar se caracteriza, entre otras muchas cuestiones, por alternar drama y comedia, casi siempre por separado, aunque hubo etapas, sobre todo al principio de su carrera, coincidiendo con la Movida Madrileña, en la que ambos tonos, comedia y drama, pudieron coexistir en algunas películas. Pero de eso ya hace mucho tiempo, y desde hace decenios Almodóvar distingue claramente sus productos dramáticos y cómicos, decantándose claramente cada vez más el cineasta manchego por la clave dramática, incluso trágica, en sus pelis; de hecho, su última comedia pura (en tono de astracanada petarda) fue Los amantes pasajeros (2013), rodada hace ya ocho años cuando se escriben estas líneas.
Quiere decirse que Almodóvar, con la madurez, incluso con la ancianidad en la que ya se puede inscribir (72 años cuando escribimos este texto), tiende al cine más serio, más solemne. En principio nada que objetar: parece que la edad abonara ese tono más maduro, más adusto (aunque hay casos decididamente opuestos, como el de Alain Resnais, que pasó de críptico y sobrio de joven a dicharachero y divertido cuando llegó a la tercera edad...). Pero, claro está, a veces se acierta, como ocurrió con Dolor y gloria (2019) y La voz humana (2020), pero otras no, como a nuestro juicio ocurrió con Julieta (2016) y, digámoslo ya, con esta Madres paralelas.
La acción se centra en España, concretamente en Madrid, en 2016, avanzando después algunos años más hasta casi nuestros días. Conocemos a Janis, fotógrafa de postín que, tras una sesión de fotos para una revista con Arturo, una eminencia en arqueología, le pide a este que interceda para que se pueda abrir una fosa común en su pueblo donde están enterradas las personas que fueron ejecutadas por los falangistas durante la guerra civil. La relación entre ambos se estrecha hasta convertirse en ocasionales amantes. Vemos tiempo después a Janis en el hospital maternal: va a tener descendencia con Arturo, aunque él hubiera querido que abortara, así que ella decide hacerlo sola. Allí conoce a Ana, una adolescente también a punto de parir. Cuando nacen sus respectivas, hijas, entre ambas surge una relación especial que fructifica en amistad. Ambas también estarán entrelazadas por uno de esos crueles guiños del destino...
La clave, en Almodóvar y en cualquier otro, pero singularmente en el talentoso cineasta manchego, está en dar con el tono adecuado de la historia que nos cuenta; mientras en Dolor y gloria Pedro daba plenamente en la tecla al contarnos esta críptica autobiografía, en la que cine y realidad, ficción y recuerdo, se entrelazaban armónicamente, en Madres paralelas, sin embargo, no se ha encontrado el punto correcto con el que resolver una historia que avanza fundamentalmente a base de diálogos, en la que el cine apenas tiene nada que decir; Madres paralelas es una película esencialmente de conversaciones, todo está supeditada a ellas; para ese viaje, se podría haber hecho una radionovela, el resultado hubiera sido el mismo.
Tampoco nos parecen acertados los “otros” temas que Almodóvar ha incluido, en especial el de las fosas comunes de los asesinados por los franquistas en o tras la guerra civil. No porque el tema no sea importante, que lo es, sino por cómo está dado por el cineasta: toda esa trama argumental, que aparece incidentalmente al principio y se enseñorea de toda la parte final, nos suena a impostada, cuando el tema es tan dolorosamente cierto, tan lacerantemente verdadero. De hecho, ese mismo asunto está infinitamente mejor expuesto en el documental El silencio de otros (2018), de Almudena Carracedo y Robert Bahar, no por casualidad coproducida por El Deseo, la productora de los hermanos Almodóvar. Había en aquella película la verdad que falta aquí: allí te creías los testimonios de los auténticos hijos y nietos de las víctimas que yacen en las cunetas, en los campos baldíos. Aquí, esos testimonios, puestos en boca de actores, suenan a falsos, siendo tan ciertos. El detalle del sonajero infantil, que estaba en la peli de Carracedo & Bahar, importado en Madres paralelas, para los que vimos aquella dolorosa película, tiene un punto de blasfemia, de apropiación indebida.
Tampoco la deriva de la relación entre las dos protagonistas está demasiado motivada, como si pareciera que, hoy por hoy, en pantalla, cualquier amistad entre mujeres tuviera que terminar, necesariamente, en el tálamo. El tema central, sobre el que no cabe hablar para no incurrir en “spoiler”, tampoco se puede decir que sea demasiado original, habiéndose visto casos similares en films recientes de nacionalidades tales como la israelí y la japonesa, aunque es verdad que aquí se riza el rizo y las consecuencias son otras.
Afectada por el mismo mal de casi todo el cine moderno, a Madres paralelas le sobra (además de la línea argumental de las fosas comunes y la relación íntima de las protagonistas, pegotes que no aportan nada a la historia central) algo así como quince o veinte minutos, que la aligerarían de esa sensación de aburrimiento que, nos tememos, se cierne sobre la historia desde las primeras escenas.
Dicho todo lo cual, habrá que hablar, en la parte positiva, de la fecunda mirada cómplice de Almodóvar con sus dos protagonistas, la siempre superlativa Penélope Cruz, entregada en cuerpo y alma a su personaje, justamente premiada en Venecia con la Copa Volpi a la Mejor Actriz; pero, sobre todo, la estupenda Milena Smit, a la que descubrimos en No matarás (2019), de David Victori, en un papel diametralmente opuesto al que interpretaba en esa película que le supuso la nominación al Goya a la Mejor Actriz Revelación; aquí Smit borda su papel de adolescente desvalida, tan frágil y vulnerable, a la que el destino dará una inesperada (también bastante inverosímil...) segunda oportunidad.
Por supuesto también, aquí todo es de primera clase: la elegancia en la filmación de Almodóvar, uno de los cineastas más exquisitos de nuestro tiempo; la poderosa fotografía del maestro José Luis Alcaine (5 Goyas en su poder), la evanescente música de Alberto Iglesias (ganador de 11 Goyas y tres veces nominado al Oscar), la interpretación exacta de protagonistas y secundarios... pero lamentablemente nos parece que, esta vez, Almodóvar no ha dado en la tecla...
(12-10-2021)
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