Mis vecinos los Yamada

Esta película está disponible en el catálogo de Netflix, Plataforma de Vídeo bajo Demanda (Vod).

Si bien es cierto que Hayao Miyazaki se ha llevado la mayor parte de la gloria de Studio Ghibli, como corresponde al director que más películas, y más interesantes, ha rodado dentro del estudio, lo cierto es que la figura de Isao Takahata es también muy a tener en cuenta, no solo por haber sido cofundador junto a Hayao de la productora (y también su mentor, la persona determinante que, en su juventud, decidió a Miyazaki a dedicarse a la realización de animes), sino porque rodó varios films muy peculiares dentro de Ghibli y, sobre todo, lo hizo buscando nuevos caminos al margen del tipo de dibujo que, a partir de su famosísima Heidi, él mismo contribuyó a popularizar en todo el mundo.

Cinco largos (aparte de series televisiva) hizo Takahata dentro de Studio Ghibli, tan distintos y tan peculiares como La tumba de las luciérnagas, Recuerdos del ayer, Pompoko, esta Mis vecinos los Yamada y su testamento cinematográfico, la bellísima El cuento de la princesa Kaguya. Todos ellos con un distinto tratamiento de dibujo, arriesgando siempre, no adocenándose en el estilo ya creado, tan reconocible desde hace medio siglo.

En el caso de Mis vecinos los Yamada, Takahata nos cuenta la vida de un grupo familiar, el del título, y lo hace a base de una serie de “sketches” con titulillo “ad hoc” como “Consejos para la economía doméstica”, “El matrimonio al estilo Yamada”, “Unidad masculina”, “Supremacía paterna restaurada”, “Modelo paterno”, “La cruzada del invierno”, “Lluvia de primavera”, etcétera. A través de esas microescenas, que a veces duran no más de treinta segundos o un minuto, Takahata se las ingenia para contarnos microhistorias de la relación de una familia, con sus neuras, sus pequeños rifirrafes, ese dulce caos que conforma la armonía disarmónica del clan.

En este sentido, no sería ocioso citar a Ozu como una de las referencias evidentes en el film, un cine que busca en la callada representación de las costumbres japonesas la mejor tarjeta de presentación. Todo esto lo hace Takahata con un tipo de dibujo muy infantil, elemental, sin apenas fondos, buscando la simplicidad de los niños, con un muy curioso tipo de dibujo, como difuminado, con colores desvaídos, en tonos pálidos o pastel, lejos del vívido coloreado de los habituales animes. En ese sentido, es remarcable cierta tendencia en el dibujo del film a la abstracción y a la metáfora visual, con un tipo de dibujo muy ingenuo, como vaporoso.

En cuanto al contenido, esta historia de familia tradicional está nimbada de peculiaridades, como la (probablemente impremeditada) falta de respeto del marido a su mujer, en un caso de críptico maltrato psicológico, o la falta de memoria de la esposa, o el difícil carácter de la abuela, que saca a relucir constantemente y le hace chocar una y otra vez con su yerno. Todo ello va avanzando cíclicamente, a través de las estaciones del año, con las rutinas cotidianas, con reflexiones sobre la vida del clan, sobre los pequeños conflictos diarios que pueden enturbiar una relación familiar, todo ello expresado mediante una narrativa premeditadamente anárquica, a la manera de las tiras de manga que se publican en los periódicos, con un evidente tono didáctico pero sin convertirse en un peñazo, sino con amenidad. Intermitentemente, Takahata incluye sentencias o frases lapidarias de pensadores y filósofos japoneses, que resumen el contenido del mini-“sketch” o le da una nueva dimensión, con una voz en off que, además de esos excursos, ayuda a avanzar la historia con sus explicaciones o descripciones, y también desgrana sabios consejos llenos de sensatez sobre las relaciones familiares.

Con una muy acertada utilización de temas musicales clásicos, como “La sinfonía de los juguetes”, de Mozart, pero también otros temas de Mahler, Albinoni, Bach o Haydn, entre otros, Mis vecinos los Yamada tiene una gracia sencilla, fresca, sin impostación, como el propio dibujo, aunque es cierto que su peculiar narrativa, como a fogonazos, juega en contra de su fácil llegada al espectador, especialmente al público infantil.

(06-08-2020)