Estamos ante la sexta entrega de la franquicia cinematográfica iniciada por Mission: impossible (1996), deudora de la mítica serie televisiva homónima de los años sesenta, creada por Bruce Geller. Se puede decir sin empacho que la serie fílmica ya vuela sola, con soltura, una vez dejados atrás otros episodios en los que parecía no terminar de encontrar su tono, entre el cine de lucimiento para su astro y amo, Tom Cruise, y la necesidad de dar películas que, aparte de la acción consustancial a este tipo de producto audiovisual, tuviera algo de poso, una historia que no fuera un mero bosquejo o una elementalidad.
Superados ya disparates como el de mezclar, en la segunda de las entregas de la franquicia, ambientada parcialmente en España, las Fallas con las procesiones de Semana Santa (quemando las imágenes... no sé como los capillitas no asaltaron algún cine...), nos parece que la llave maestra para que Misión imposible: Fallout sea el sólido producto industrial y de entretenimiento que es, pero también una historia que enlaza perfectamente con la tradición del serial catódico, sea la larga mano de J.J. Abrams, que dirigió Mission Impossible III (2006) y, desde entonces ha coproducido los otros tres nuevos capítulos, Misión Imposible. Protocolo Fantasma (2011), Misión imposible. Nación secreta (2015), y esta que comentamos, una coproducción en la que cabe ver funciones más allá de las que se reconoce a esa figura, pues el cine de Abrams como director, pero también el que produce, se caracteriza por cualidades muy claras y notoriamente positivas: amenidad, rigor, solvencia, entretenimiento digno, espectacularidad al servicio de la trama.
Con esos mimbres, el guionista Christopher McQuarrie, del que podría decirse sin mentir que está convirtiéndose en el escritor cinematográfico por antonomasia de la etapa actual de Cruise (hasta seis de sus últimas pelis llevan la firma del guionista neoyersino de obvios ancestros escoceses), hace con esta su cuarta película como director (tercera para Cruise...), y se puede afirmar perfectamente que McQuarrie, con el apoyo inestimable de Abrams, filma su mejor obra, en la que están equilibrados conceptos tales como acción a raudales y trama repleta de traiciones y zancadillas, a la manera en la que la serie televisiva imaginó este mundo paralelo en el que una organización supersecreta norteamericana ejecuta planes imposibles (de ahí el título...). Si en su momento la IMF (Impossible Mission Force), la agencia para la que trabaja Ethan Hunt, se reputó un trasunto de la CIA, actualmente ambas organizaciones aparecen simultáneamente, despejando la duda y aportando una curiosa perspectiva entre lo real y lo irreal.
Cine de espías, entonces, pero con una quinta marcha en forma de brutales escenas de acción, en las que este sexto capítulo es de un virtuosismo incuestionable; porque es difícil escoger con cuál de las espectaculares escenas de acción, absolutamente al límite, nos quedaríamos como favorita: sobrecogen las persecuciones en coche y moto por las calles de París, la lucha cuerpo a cuerpo en los baños (que terminan reventados, como cabía esperar, después de tal somanta de palos...) de un selecto club, la escena de los helicópteros... Aunque, si hubiera que poner algún pero, cabe decir que la escena cuasi final, en los riscos, tensa demasiado la cuerda (o el cable, para ser más exactos...), con lo que supone de aflojar el interés del espectador, que puede perder interés ante una tensión excesiva, prolongada más allá de lo que dicta el sentido común.
Por lo demás, Misión Imposible: Fallout demuestra que se puede hacer cine de acción inteligente; para ese mismo cine, pero descerebrado y con tramas inanes, ya está la serie Fast & Furious. Aquí hay más clase, historias más trabajadas (y tanto...), incluso aliento humano, esa rareza hoy día.
McQuarrie se muestra hasta elegante en la puesta en escena, y no solo en la secuencia del selecto club parisino, que ahí se da por supuesto: planifica muy bien, los tiros de cámara generalmente son muy correctos, y a la vista de los buenos resultados muy probablemente seguirá dirigiendo (además de guionizar) otros títulos para Cruise, salvo que le dé por volar solo, en cuyo caso podremos ver qué más hay, artísticamente hablando, además del irreprochable servicio al “boss” Tom. Porque además, McQuarrie (y aquí Abrams ha tenido, sin duda, mucho que ver) no cae en el error, por no decir el pecado, de los malos directores de películas de acción, que tiran de un montaje tan sincopado y rápido que el ojo humano no es capaz de aprehender con normalidad lo que se nos muestra en pantalla. Por el contrario, McQuarrie, a la manera de Abrams, nos muestra las escenas de acción completas, con un montaje adecuado, pleno de tensión pero totalmente inteligible, que permite apreciar perfectamente la extraordinaria calidad de los “stunts”, los especialistas, entre ellos el propio Cruise, que se rompió un tobillo en una escena y hubo que parar el rodaje dos meses.
En el reparto, además de Cruise, que ya tiene a Ethan Hawk casi como un “alter ego”, aparecen habituales de la serie, perfectamente integrados en sus personajes, como Simon Pegg, Rebecca Ferguson o Ving Rhames, pero también otros nuevos, como Henry Cavill, a quien sin embargo no nos terminamos de creer demasiado como villano, con esa carita de niño bueno (aunque se haya dejado la barba para impresionar; uy, qué miedito...), y que tan bien le fue para la serie televisiva Los Tudor y para los “reboots” de Superman que inició El hombre de acero (2013). Nos quedamos entonces con secundarios tan sólidos como Alec Baldwin, Angela Bassett y Sean Harris, y, por supuesto, con la fascinante Vanessa Kirby, cuyo personaje de la Viuda Blanca, una verosímil actualización de la mítica vampiresa, se come con papas a todos los demás, Cruise incluido; así que me temo que Tom se lo pensará dos veces antes de darle cancha en futuras continuaciones...
En un momento determinado, uno de los personajes enemigos del IMF dice de este organismo que es “una pandilla de adultos con máscaras”, en una descalificación evidente: tíos y tías hechos y derechos que hacen su trabajo con caretas y afeites, como si estuvieran en carnaval o en Halloween: pero en realidad, sin esa seña de identidad de la original Misión imposible televisiva, la actual franquicia fílmica se resiente; de hecho, en los últimos episodios había perdido importancia en las tramas; aquí la retoma, y de qué forma...
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