CRITICALIA CLÁSICOS
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A principios de los años ochenta Ronald Reagan había llegado al poder en Estados Unidos, convirtiéndose en presidente de la nación. Con él llegó lo que se ha dado en llamar “revolución conservadora” (lo que no deja de ser un oxímoron...), liderado por movimientos tales como la Mayoría Moral y los llamados “neo-cons”, con criterios tales como el “conservadurismo compasivo” (la caridad de toda la vida de Dios...) o el liberalismo a ultranza (impregnados los economistas de referencia de su presidencia del espíritu del Premio Nobel Milton Friedman et alii, que estaba entonces muy de moda), que propugnaba el adelgazamiento máximo del Estado.
Con ese contexto político y social no es raro que surgieran propuestas cinematográficas que iban en esa línea de pensamiento conservador, propuestas que en parte se vistieron de ropajes directamente bélicos, como la saga iniciada por Acorralado, que se hizo mucho más evidente con sus continuaciones Rambo y Rambo III (lo de John Rambo en el siglo XXI era más bien un ejercicio nostálgico...), en las que los guionistas fantaseaban con supuestas victorias del ejército yanqui en la guerra del Vietnam, y en parte también se hicieron para fomentar el alistamiento de los descreídos jóvenes yanquis en los ejércitos del país, como ocurriría con Top Gun, en el que se ensalzaba el espíritu de los pilotos de aviación de la US Navy, y que cimentó la fama de Tom Cruise, o este Oficial y caballero, que presentaba un retrato idealizado de los aspirantes a oficiales de esa misma Marina... En todos esos casos los éxitos comerciales fueron muy notables, y se convirtieron, a su escala, en films muy populares y en alguna medida míticos.
Oficial y caballero presenta la historia de Zack Mayo, un chico sin porvenir que encuentra en la Marina (la US Navy) su futuro, pero también lo más parecido a una familia, una vez que, según vemos en el prólogo del film, fue un niño en cuya familia, tras morir la madre, el padre se dedicó a beber sin tasa y a estar con putas, olvidándose prácticamente del crío. Cuando éste crece cree encontrar en la Marina lo que le falta en su casa, y se alista sin pensarlo dos veces, aunque los primeros tiempos no serán precisamente fáciles, con un sargento instructor (de raza negra: no sé si estaba hecho a posta...) con muy malas pulgas, un tipo durísimo que, sin embargo, lo hacía para que fueran buenos soldados (se ve que humillar es una buena forma de educar, según parece; de ahí a “la letra con sangre entra” hay un paso...). Durante la instrucción nuestro Zack hará amistad con algunos compañeros, pero también iniciará un romance con una chica del lugar, Paula, aunque el sargento les advierte a todos que las muchachas del entorno lo que buscan es ligarse a reclutas y quedarse embarazadas de esos futuros marines para salir de aquel infecto lugar...
Lo cierto es que Oficial y caballero, revisada cuatro décadas más tarde, como es el caso, ha envejecido bastante mal: se la ve vieja, sobre todo, por su tono masculinista, ni siquiera machista, en el que las mujeres son personajes subsidiarios, meros objetos de placer, en el mejor de los casos de amor, y por supuesto todas son endebles, o débiles mentales, o lloricas a la menor ocasión, o todo ello a la vez; incluso la única aspirante a convertirse en marine entra dentro de esos mismos esquemas, costándole horrores superar las pruebas físicas, lo que solo conseguirá con la ayuda del prota, siendo una aspirante con la que el tirando a sádico instructor se ceba especialmente (¿por su sexo? ¿qué hace una mujer intentando ser oficial de la Marina?).
El film va de épica del esfuerzo, pero también da por buenas unas dosis de humillación intolerables, como si mejorar en la vida, aparte de siendo perseverante y tenaz en ese esfuerzo, en trabajar incansablemente, tuviera que llevar aparejado un grado de vejaciones que en cualquier otro ámbito de la vida, por supuesto en el civil, sería inaceptable. Va también, por supuesto, de poner el cebo para que jóvenes sin mucha sesera o sin tener muy claro qué hacer con su vida se alisten en la Marina, que sería para ellos, según la tesis del film, un transformador de “balas perdidas” en auténticos oficiales y caballeros.
Taylor Hackford, el director, fue uno de los cineastas “de cámara” de la “revolución conservadora” que hemos comentado, con títulos como éste, el más evidente, pero también con otros que, más disimuladamente, buscaban ensalzar los valores del conservadurismo liberal reaganiano, como Contra todo riesgo (cuyo título español parecía una póliza de seguros...) o Noches de sol. Su filmación es correcta, a ratos incluso un tanto vulgar, pero sin duda efectiva para lo que se pretendía, un vehículo con el que encender el patriotismo de la gente joven (machos, eso sí; las mujeres en su casita con la pata quebrada, etcétera...), que lucen tan guapos con sus uniformes blancos, que parece que van a hacer la primera comunión...
Los personajes, incluso el protagonista, son de cartón-piedra, no hay un mínimo de introspección psicológica, y eso que en el caso del prota se prestaba a ello por la horrible infancia que le deparó un padre despreocupado hasta casi el abandono, un padre putero y alcohólico, como lo define en un momento dado el hijo.
Elemental, militarista y llena de rancia moralina, aunque en su momento pudiera parecer moderna y liberal, lo cierto es que Oficial y caballero fue un resonante éxito comercial: con un presupuesto de 7,5 millones de dólares, recaudó la bonita cifra de 190 millones (fuente: IMDb), lanzando al estrellato a Richard Gere, que poco antes había llamado poderosamente la atención, pero en otros parámetros de mayor interés, por su atormentado protagonista de American gigoló, de Paul Schrader; ambas películas hicieron de Gere uno de los máximos símbolos eróticos de los años ochenta. Junto a él destaca Debra Winger, una actriz adelantada a su tiempo, que hace razonablemente creíble un personaje tirando a inverosímil. Y, por supuesto, el que hace toda una creación (aunque sea una creación negativa, el sargento que, para que sus subordinados fueran buenos oficiales, no tiene mejor receta que humillarlos constantemente durante las 13 semanas de instrucción) es Louis Gossett Jr., que consiguió el Oscar al Mejor Actor de Reparto, el tercero para un intérprete afroamericano desde la creación de estos famosos premios en 1929. El film obtuvo también otra estatuilla, en este caso a la Mejor Canción Original, la muy pegadiza Up where we belong, original de Jack Nitzsche y Buffy Sainte-Marie, cantada por Joe Cocker y Jennifer Warnes.
(23-10-2023)
125'