Esta película está disponible en los catálogos de Disney+, Apple TV, Rakuten y Prime Video.
Se puede considerar sin mucho margen para el error que Pixar es el estudio norteamericano dedicado a la animación más innovador e imaginativo. Aunque en su última etapa, desde que lo compró Disney, esa innovación e imaginación parece haber decrecido apreciablemente, como si cuando los directivos de la Casa del Ratón tomaron posesión hubieran entrado con calculadora en mano para hacer el máximo dinero posible con la menor inversión creativa. Por supuesto, de vez en cuando Pixar consigue uno de sus inspirados trabajos, como Del revés (2015) y Toy Story 4 (2019), pero, en general, no sería desacertado decir que la media de las pelis de la Casa del Flexo ha bajado con respecto a la época en la que el estudio creado por John Lasseter volaba solo.
Onward es buena muestra de esto que decimos; el comienzo, con un planteamiento de un tópico que tira de espaldas, nos hace temer lo peor: la historia se ambienta en un estereotipado mundo de fantasía poblado de elfos, hadas, trolls, centauros, unicornios y otros seres semejantes, donde la magia lo era todo, aunque con la llegada de los nuevos tiempos y las nuevas tecnologías, esa magia ha ido quedando relegada al olvido; estamos entonces en un nivel de una elementalidad rayana en la ramplonería, como para niños de 7 años (que sean despabilados...). En ese contexto, conoceremos a los personajes principales, Ian, que cumple ese día los 16 años, y Barley, su hermano mayor, como de 21 o así. Ian es un elfo adolescente superacomplejado por todo: se siente en inferioridad con respecto a sus compañeros de cole, tiene escasa sociabilidad, y se siente también tratado permanentemente por su hermano mayor y por su madre como el niño que ya no es (aunque en el fondo sí...). Ese día del décimo sexto cumpleaños, la madre le entrega a los dos hermanos un paquete que dejó el padre de los chicos antes de morir, cuando Ian era muy pequeño. En el paquete encuentran una vara mágica (con trazas de ser de la misma estirpe del báculo de Moisés, el que abría mares a demanda) y un hechizo que podría devolverles a su padre durante 24 horas. Claro que a lo mejor el hechizo no sale demasiado bien (o solo “medio” bien...).
Tiene Onward, como hemos dicho, un comienzo bastante pedestre, con una comunidad fantástica de lo más trillada, con los mismos elfos, hadas, unicornios y demás fauna feérica de siempre, que estamos cansados en ver en películas de toda laya; incluso el dibujo digital no se puede decir que sea demasiado original, otra vez con las orejas grandes y largas de los elfos, etcétera. Menos mal que, conforme avanza la trama y se va viendo por dónde van los tiros, la peli cobra más entidad, se engrosa temáticamente con el que, al fin y al cabo, es su asunto, el de la figura del hermano mayor que, en las familias en las que el padre (o la madre) desaparece precozmente, termina actuando, aunque no tenga vocación de tal, como un segundo padre, como alguien próximo y cómplice pero, a la vez, con una dosis de autoridad moral, de capacidad para guiar al hermano pequeño, que le confiere una madurez inusitada a una edad en la que no debería recaer sobre tan tiernas espaldas ese considerable peso.
Ahí es donde Onward mejora a ojos vistas, en esta “road movie” en la que las aventuras irán perfilando los caracteres de los hermanos, irán alejándolos y acercándolos emocionalmente, en una continua montaña rusa sentimental, en una historia en la que los homenajes a popularísimas películas y series trufan toda la trama, desde En busca del arca perdida a Thelma & Louise, desde Regreso al futuro hasta la mismísima Juego de tronos, entre otras muchas referencias cinéfilas.
Tiene entonces Onward un nudo y un desenlace llamativamente mejor que su planteamiento, y aunque la inclusión a mansalva de tributos y guiños cinéfilos a veces juega contra la fluidez de la narración, en conjunto queda una película un tanto irregular pero con un tramo final bastante apreciable, apareciendo una de las constantes de Pixar, el sentimiento de amor intrafamiliar, la emoción pura del descubrimiento del otro como el ser amado que no sabía que lo era, la revelación de una historia llena de pequeños detalles de microamor que conforman esa entidad primigenia, primordial, fundamental, a la que damos el nombre de familia.
Dan Scanlon filma con este su segundo largometraje de animación digital, tras Monstruos University (2013), que era de los Pixar de segunda fila. Aquí no mejora apreciablemente, sin que ello signifique que Onward sea una mala película. Lo que pasa es que recuerdas la tetralogía de Toy Story, o Buscando a Nemo, o Up, o WALL-E, o Del revés... y, la verdad, no hay color. No es una película despreciable, pero se las hemos visto mucho mejores a Pixar...
(13-03-2020)
102'