Pelicula:

Soy de los que piensan que la palabra dada es sagrada: llámenme antiguo, porque lo soy. Pero a veces, solo a veces, se agradece que se falte a esa palabra: es el caso. En 2010, cuando se filmó Toy Story 3, John Lasseter, el jefe de Pixar, la productora de la serie cinematográfica, dijo que ese sería el último capítulo de la saga sobre juguetes más fecunda (en términos taquilleros, pero también artísticos) de la Historia del Cine. Pero Lasseter ha faltado a su palabra, quizá espoleado por algunos “flops” (petardazos en términos de recaudación, para entendernos) de Pixar, como El viaje de Arlo (2015), Coco (2017) y Cars 3 (2018), lo que le ha hecho sacar la artillería pesada y traer de nuevo a escena a Woody, Buzz, Bo, Rex, Mr. y Mrs. Potato... toda la cuadrilla de la saga de Toy Story.

Menos mal que, lejos de ser una rutinaria continuación de los tres espléndidos segmentos anteriores (que, ¡oh, prodigio!, resultaron ser progresivamente mejores a cada capítulo), Toy Story 4 es una dignísima prolongación de la historia de nuestros juguetes animados favoritos, una película que cumple con la norma no escrita, pero tan cierta, de que toda secuela debe respetar al tiempo los cánones de los episodios anteriores y aportar cosas nuevas, que concuerden con lo ya sabido pero sean innovadoras, y nos permitan mantenernos en el conocido universo en el que hasta entonces nos habíamos movido, pero nos sorprendan con historias que sepan a distintas. Toy Story 4, como las dos secuelas anteriores, no tiene que presentar a sus personajes porque a todos, salvo algunas nuevas incorporaciones (genial el personaje de Forky, el tenedor de plástico que se considera a sí mismo basura hasta que Woody lo convence de que es un juguete de su niña, Bonnie; también estupendo el rol de Gabby Gabby, la muñeca maléfica que, sin embargo, ocultaba una inspiración absolutamente conmovedora), los conocemos ya perfectamente, sabemos cuáles son sus cualidades, sus anhelos y deseos, también sus miedos.

En Toy Story 4 asistimos al tránsito de propietario de los juguetes; se inicia 9 años atrás (justo en la época de Toy Story 3, para nuestro gusto la obra maestra de la saga), cuando Andy, el niño de los juguetes, todavía los tiene como sus tesoros; con una serie de saltos temporales magistralmente realizados (que recuerdan conceptualmente al estremecedor paso del tiempo descrito espléndidamente en Up a través de las corbatas cuyos lazos se van ajustando consecutivamente), nos situamos ya en nuestros días, cuando los juguetes han sido heredados por Bonnie, una pequeña que de forma inminente va a acudir al colegio por primera vez, en una clase de adaptación a la que, como es normal, no quiere ir. Esa primera clase se cierra (gracias al oculto, y tan esforzado, concurso de Woody) satisfactoriamente, con la manufacturación por parte de la niña de un nuevo juguete, el mentado Forky, un hallazgo visual que enriquece la serie y cuya tendencia a tirarse de cabeza a la basura, de la que cree formar parte, será el Macguffin de esta nueva aventura, a la que Woody, pero también el resto del clan juguetero, habrá de enfrentarse, en lo más parecido a una “road movie” que hayamos visto en la saga...

Gran película, muy bien filmada por Josh Cooley, que se estrena (quién lo diría...) en la dirección de largometrajes, con solo dos cortos en su haber en esa faceta. Claro que Cooley estuvo en el departamento de arte que creó algunas de las maravillas de Pixar, como la mentada Up, además de Ratatouille, Cars y Los increíbles, y está claro que el talento, en esa casa, se cuece a fuego lento en los departamentos técnicos, como de hecho ha ocurrido con el resto de la legión de directores de primera línea que han surgido de la Casa del Flexo: el propio John Lasseter, Pete Docter, Lee Unkrich, Andrew Stanton (estos tres últimos, por cierto, productores ejecutivos del film: aunque Josh Cooley ha volado solo, lo hacía con red de seguridad...), Rich Moore...

Aporta Toy Story 4 temas tan interesantes como la conciencia, esa voz interior a la que se refiere el personaje de Woody, y que Buzz, siempre tan simple, relaciona con las frases pregrabadas de su mecanismo interior (que gracias al azar suele ayudarle a salir con bien de los bretes en los que se ve envuelto), pero también el tema no menos apreciable de la necesidad de, en algún momento de la vida, cortar los cordones umbilicales: aquí Woody representa a la vez el rol de padre e hijo de su niña, Bonnie, de la que se muestra sobreprotector, pero a la vez precisa sentirse necesario y amado por su dueña, hasta que se dé cuenta de que hay un momento vital en el que esos lazos, que parecían indestructibles, habrán de cortarse para siempre.

Aventura extraordinaria, con su lucha de buenos y malos que, sin embargo, tendrá una inesperada vuelta de tuerca que difuminará esos límites habitualmente tan claros, Toy Story 4 entronca admirablemente con los otros episodios de la saga y resulta tan divertido, pero también tan emocionante, tan subyugantemente adulto siendo una aventura infantil, que gustará, como ya es marca de la casa, y en especial de esta saga, a niños y padres, a jóvenes y viejos, a mocosos y achacosos: nunca una recomendación de “para todos los públicos” fue tan certera.

En la versión original, además, se puede disfrutar de voces de intérpretes de primera línea; aparte de los consagrados como Tom Hanks y Keanu Reeves, nos ha gustado mucho que haya también voces de gente tan mayor, pero tan buena, como Carol Burnett, a sus 86 años; Mel Brooks, que ya ha cumplido 93; y Carl Reiner, veterano entre los veteranos, que se acerca al siglo con sus 97 años.


 


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Toy Story 4 - by , Jul 03, 2019
4 / 5 stars
La voz interior