Pelicula:

Argelia, cinematográficamente hablando, es un país de escaso bagaje audiovisual. Cuando se escriben estas líneas, la IMDb censa solo 356 títulos en toda su historia, entre largometrajes, cortos, documentales, series y miniseries de televisión, TV-movies... Lo cierto es que tan parvo acervo no se corresponde con el volumen del país, con más de 40 millones de habitantes y siendo una de las potencias del Magreb. Quizá el autoritarismo que ha gestionado el estado casi desde su independencia de Francia en los años sesenta puede haber incidido en tan poca obra audiovisual; aunque el cine se puede utilizar como propaganda (los que hemos vivido en la España de Franco sabemos algo de eso...), no parece que los sucesivos déspotas (Ben Bella, quizá el mejor de todos; Boumedienne, el más oscuro y cerrado, también el más cruel; Benjedid, el reformista al que el tiro le salió por la culata; Buteflika, que consiguió pacificar el país a duras penas) tuvieran mucho interés en el cine y la televisión como vehículo para divulgar su ideología.

Ahora nos llega esta Papicha, al que en España se le ha añadido lo de “Sueños de libertad” (no vaya a ser que el personal se piense que es otra cosa, con un título que aquí, ejem, suena a Nacho Vidal...), film que ha concitado, y con razón, elogios por doquiera ha ido; ha contado, como suele suceder en estos casos, con el apoyo de varias cinematografías europeas, singularmente la antigua metrópoli, Francia, más Bélgica y, oh, sorpresa, también Catar, país que ciertamente no entendemos qué pinta en una película cuyo mensaje va justamente en contra de la aberrante política discriminatoria de los países fundamentalistas árabes, de las satrapías del Golfo Pérsico de las que forma parte el integrista régimen catarí.

La acción se desarrolla en los años noventa en Argelia. El ensayo democrático del presidente Chadli Benjedid, convocando elecciones abiertas, y la increíble miopía de la oposición laica, que boicoteó los comicios y no se presentó a ellos, sirvió en bandeja la victoria del Frente Islámico de Salvación (FIS), un poderoso grupo fundamentalista que reclamaba el regreso al Corán más ortodoxo, preanunciando posteriores y aún más cruentas bandas terroristas internacionales como Al Qaeda o Daesh. A partir de la anulación del resultado de las elecciones (con la connivencia, todo hay que decirlo, de Occidente), se precipitó una sorda guerra civil en la que el brazo armado del FIS, el Ejército Islámico de Salvación (EIS), pero también su rival, aún más sádico, el Grupo Islámico Armado (GIA), provocaron gran número de matanzas entre los civiles, contestadas por el Ejército también de forma absolutamente brutal e indiscriminada.

En ese contexto, conocemos a Nedjma, una joven apenas veinteañera que vive con sus amigas en una residencia universitaria donde estudia francés. Nedjma tiene un raro talento para el diseño de ropa, y vende sus vestidos en los baños de una discoteca a la que se escapa por las noches. El ambiente se va tornando cada vez más asfixiante, con hombres y mujeres fundamentalistas que les reclaman, a ella y a sus amigas, que se comporten y vistan conforme su visión retrógrada y limitadísima del Islam. Así las cosas, Nedjma, como signo de protesta, pero también como forma de canalizar su arte, proyecta hacer un desfile de modas en su residencia universitaria; preguntada por qué provoca a los peligrosos yihadistas, la chica, con más valor que el Guerra, pero con tanta razón, les contesta: no es provocación, es indiferencia...

Mounia Meddour es una cineasta de todavía escasa carrera, con algunos cortos y documentales, siendo Papicha su primer largo de ficción. Estudió en La Fémis, la prestigiosa escuela de talentos francesa, y su padre fue el también cineasta Azzedine Meddour; habrá que recordar la frase hecha, de casta le viene al galgo, y ciertamente Mounia promete. Esta su primera película es una interesante aproximación a un tiempo aciago, los años noventa en Argelia, cuando gobierno y grupos yihadistas islámicos combatían ferozmente en una sorda guerra de guerrillas, con los argelinos en medio llevándose todas las bofetadas, como suele suceder en este tipo de conflictos. La protagonista, en contra de lo que sucedía entonces (y parece ser, ¡ay!, que también ahora...), no quiere irse de su país, quiere vivir en él, pero con arreglo a su forma de entender la vida, muy lejos de los pacatos parámetros de los fundamentalistas islámicos, que relegan a la mujer al papel de mueble, en cualquier caso siempre al arbitrio del varón de turno (padre, hermano, novio, marido, hijo; hasta el primo puede decidir por ella, si no hay otro hombre más cercano...) y con una visión del mundo oscura y cenicienta. Contra esa mirada asqueante se revela la protagonista, ella misma víctima en su familia de la cerrazón asesina de quienes hablan en nombre de Dios, con esa manía proselitista de los fervientes religiosos de que se salve todo el mundo, con lo fácil que sería que se salvaran ellos solos y dejaran a los demás si quieren arder en el infierno...

Bien contada por Meddour, aunque con algunos momentos de caída en el ritmo narrativo, Papicha es, sobre todo, un grito doliente, aunque finalmente esperanzado, sobre la posibilidad de que los argelinos puedan vivir en paz, con libertad y bienestar social, desarrollando sus habilidades y facultades, siendo capaces de construir su país sin tener que emigrar, ni por la falta de horizontes ni por la recurrente presencia del ominoso islamismo radical.

Meddour juega mucho con los primeros planos, con frecuencia incluso primerísimos planos de sus jóvenes actrices, lo que confiere al film a la vez un inusual verismo y dramatismo. También nos ofrece una escena espléndida, una auténtica genialidad fílmica, cierto atentado al que asistimos gracias a una muy inteligente (también lacerante) utilización de la profundidad de campo, en una escena de un potentísimo voltaje dramático que devendrá fundamental en el desarrollo de la trama.

Notable trabajo interpretativo de la jovencísima Lyna Khoudri, ella misma exiliada en Francia cuando tenía 2 años, habiendo desarrollado en su país de adopción una feraz carrera, a pesar de su juventud, con varios premios ya en su haber, como un galardón en el Festival de Venecia; también la hemos visto en una percutante miniserie francesa de política-ficción, Los salvajes (2019).

Papicha, sueños de libertad consiguió, muy merecidamente, dos Premios César, a la Mejor Primera Película y a la Mejor Promesa, este precisamente para Lyna Khoudri, además de conseguir varios galardones en la Seminci de Valladolid.

(11-08-2020)


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108'

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Papicha, sueños de libertad - by , Aug 12, 2020
3 / 5 stars
No es provocación, es indiferencia