Pelicula:

Definitivamente, parece que Agustín Díaz Yanes no termina de convertirse en el gran director que todos intuimos hace ahora trece años, en su debú en la dirección con Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, bellísimo título que se correspondía con un filme que, si no redondo, sí era pujante, vibrante, a ratos hasta brillante. Seis años de ostracismo en busca de una financiación mastodóntica para un proyecto elefantiásico (la nonata Madrid Sur) debió dejarlo exhausto, porque cuando hizo otro filme más modesto (aunque costeado para lo que se estila en España), Sin noticias de Dios, la pifió a modo. Tampoco su versión en plan Reader’s Digest del ciclo revertiano del Siglo de Oro, llevadas a la pantalla bajo el título de Alatriste, fue la gran película que pudo haber sido.


Ahora nos llega otra vez, en este caso retomando, más de una década después, la historia de la protagonista de Nadie hablará de nosotras…, que a la sazón se ha asociado con otras mujeres con un pie fuera de la ley (por no decir los dos) y se dedican a robos de cierta complicación, con butrones y parafernalia para despistar a los vigilantes. Cuando la chica, ahora ya una madurita interesante, con hijo preadolescente al que tiene que atender, viaja a México siguiendo la estela de una de sus amigas (prostituta ocasional al que un pinche mafioso azteca le propone matrimonio tras cierto trabajo oral…), su experiencia en robos alambicados se revelará de lo más provechosa…


Pero Díaz Yanes vuelve a fallar otra vez en lo que debiera ser su punto fuerte, el guión, recayendo de nuevo en algo que ya le sucedía en Sin noticias de Dios, convirtiendo en una historia casi abstracta lo que debía ser un thriller percutante. Parece como si los supuestos “autores” se sintieran disminuidos por hacer cine de género, y tuvieran que darle su sello: y bien que se lo dan, pero qué sello… Los personajes se mueven al albur de su guionista y director, que los maneja arbitrariamente sin ton ni son, sin coherencia, amontonando tópicos de las películas de “malotes”, con las cuatro pánfilas que parecen el culmen de las desgracias, el matón que parece inspirado nada menos que en el asesino a sueldo que interpretaba Alain Delon en El silencio de un hombre (en su original, Le samourai, cuyo rótulo en la portada de un cine se hace coincidir aquí con la imagen del matarife mexicano, en un subrayado tirando a petulante), el capomafia que es más malo que la Bruja de Blancanieves… Y ese final, que se quiere desalentado, como de película de perdedores, y que sin embargo no puede ser más ridículo…


Así que ahora entenderán por qué, remedando el título del segundo filme de Tano (ya saben, el mote con el que es conocido el director en el mundillo del cine español), seguimos sin noticias de Díaz (Yanes)… Ojalá se enmiende, y no tengamos que decir, también parafraseando otro de sus títulos, que nadie hablará de él cuando haya muerto… Un último detalle: ¿quién demonios hace la previsión de ingresos y gastos de una película como ésta? Su presupuesto ha rondado los 15 millones de euros, un auténtico disparate si consideramos que, en su primer fin de semana de exhibición en España, ha recaudado la ¿boyante? cifra de poco más de 400 mil euros: verdaderamente ruinoso…



Sólo quiero caminar - by , Nov 14, 2017
1 / 5 stars
Sin noticias de Díaz (Yanes)