Alfonso Sánchez se dio a conocer, junto a su colega Alberto López, con una serie de vídeos difundidos a través de YouTube iniciado por un primero titulado Eso es así, en los que ambos parodiaban distintos estereotipos humanos mayormente sevillanos, con personajes como El Fali y El Rafi, o El Cabesa y El Culebra, ya fueran pijos engominados que no tienen donde caerse muertos pero fardan como si fueran Rockefeller, o perroflautas que tampoco tienen donde caerse muertos pero fardan como si fueran el Dioni o el Pozí. De aquel fenómeno que acumuló millones de visitas en YouTube dieron el salto, siempre con dirección de Sánchez e interpretación de ambos, a tres películas, El mundo es nuestro (2012), El mundo es suyo (2018) y Para toda la muerte (2020), en este último ya sin ninguno de sus personajes de la época de los Compadres aunque los roles que interpretaban (y el humor que pretendían) no estaban nada lejos de ese mundo.
Ahora Alfonso Sánchez da el salto como director a una película en la que no solo ya no aparece el “universo Compadres”, sino que tampoco actúa ya su cuate Alberto López, ni siquiera él mismo. Sánchez se limita aquí a dirigir, en lo que parece una película de encargo con la poderosa Atresmedia detrás, aunque su productora, la sevillana Mundoficción, participa minoritariamente. Estamos entonces ante una comedia de las muchas que se hacen hoy día en España esperando que suene la flauta de conectar con el público y dar el pelotazo, como en los últimos tiempos ha ocurrido con films como Villaviciosa de al lado, Es por tu bien, El mejor verano de mi vida, Padre no hay más que uno o Lo dejo cuando quiera, comedias no precisamente exquisitas que buscan la complicidad con un espectador no demasiado exigente, cine declaradamente comercial que sin duda es importante en términos industriales para el cine hispano.
Otra cosa será que los resultados sean mínimamente aceptables, lo que en el caso de Superagente Makey no siempre se consigue. La acción se desarrolla en nuestro tiempo; conocemos al policía municipal de Carabanchel José Miguel Salcedo, alias “Makey”, que cumple 25 años en el cuerpo: Makey es un tipo bonachón, reglamentista a ultranza y que sueña con vivir una aventura como las de sus héroes Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger o Jean Claude Van Damme, cuyas películas (desde Jungla de cristal a Comando o Blanco humano) se conoce de memoria. Pero cuando mete la pata de forma monumental en Madrid, es trasladado a la Costa del Sol como mal menor; allí, en Estepona, intentará retomar el contacto con su hija Lola, veinteañera que no le habla tras el divorcio de sus padres, cuando ella era pequeña, y además se verá involucrado en un feo asunto con mafiosos (lógicamente) rusos...
Superagente Makey juega sobre seguro con un guion repleto de tópicos y clichés, con dos libretistas como Jorge Lara y Fernando Pérez, que se han hecho un nombre en la profesión como autores de guiones para series como Los hombres de Paco, Aida y Con el culo al aire; quiere decirse que el suyo no es un humor de esgrimista, sino más bien de brocha gorda. Eso sí, no recurren en ningún momento ni al humor verde ni al marrón, lo cual es de agradecer. Su Makey es como una especie de Torrente que, sin embargo, lleva por estandarte actuar siempre dentro de las reglas, tiene una higiene personal decente y no es del Atleti, virtudes todas ellas que le mejoran con respecto al popular personaje de Santiago Segura, aunque no por ello sea especialmente más divertido. Así las cosas, los mejores momentos vendrán dados por la absoluta inepcia del cincuentón madero para las cuestiones tecnológicas y digitales, que proporcionan algunas de las más espontáneas carcajadas de la peli. Otras secuencias, sin embargo, como la casi final en la discoteca abandonada, que en guion era ya muy endeble, está resuelta por el director empeorándola, de forma confusa y con una planificación muy mejorable.
Alfonso Sánchez, como director, hace un trabajo aseado; al margen del error citado, tiene otras escenas en las que apunta maneras, como la de los preparativos de la huida de la cárcel, a un vertiginoso ritmo de percusión, con un buen montaje que juega con agilidad para darnos con habilidad todas las perspectivas que se están realizando simultáneamente.
Producto escasito entonces, seguramente con más errores que aciertos, reconforta no obstante ver un apreciable desahogo presupuestario que no es frecuente en el cine español, tampoco en el de comedia. Acostumbrado Sánchez hasta ahora a la poco menos que indigencia presupuestaria, aquí se habrá sentido casi Cecil B. de Mille... Superagente Makey no es seguramente la gran comedia del año, ni quizá lo pretenda, aunque intenta ofrecer, sin querer dar gato por liebre, un rato de sano divertimento, sin agredir a la inteligencia del espectador. Menos da una piedra...
Leo Harlem tiene un cierto problema como actor, y es que siempre hace el mismo personaje, aunque tenga nombre distinto y los sucesivos roles no tengan nada que ver uno con otro. Es cierto que eso lo hace también Woody Allen, pero parece que no estamos hablando de lo mismo... Jordi Sánchez compone un personaje curioso, un vivalavirgen cincuentón que cabría imaginar como un hippie llegado a Estepona un cuarto de siglo antes y que se quedó allí para vivir la vida, un “bonvivant” que se pirra por los horribles pañuelos de pirata para cubrir la testa. Silvia Abril está desusadamente poco cómica, en un personaje de mujer de acción en la que, ciertamente, no la hubiéramos imaginado nunca.
(18-07-2020)
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