El cómic español, como el norteamericano, es un venero incesante para el cine, si bien es cierto que hasta ahora, salvo los personajes de Mortadelo y Filemón, que han conocido varias versiones, generalmente aceptables, y taquilleramente más que potables, no ha habido otros que hayan conseguido el favor de público y mucho menos de crítica. A vuela pluma recordamos, por ejemplo, el tremendo fiasco de El Capitán Trueno y el Santo Grial (2011), que se reputaba como el inicio de una saga que se preveía exitosa y dilatada, pero cuyo castañazo inicial dio al traste con las previsiones.
Ahora se pone en pantalla a Superlópez, el (anti)héroe creado por Jan, seudónimo artístico de Juan López Fernández, dibujante castellano-leonés emigrado a Cataluña en su niñez, creador de historietas de personajes que se hicieron muy populares en su momento, como Pulgarcito. Hay que decir que no es la primera vez que el cine adapta a este personaje, pues Enrique Gato ya lo hizo en un cortometraje, Superlópez contra el robot de bolsillo (2003).
En el planeta Chitón, situado a eones del planeta Tierra, gobierna un dictador, Skorba, un tipo sin escrúpulos ni entrañas, que intenta evitar que una pareja que ha engendrado “ex profeso” un hijo con grandes poderes (lo llaman “el arma definitiva”), consiga alejarlo de su férula. Los padres logran enviarlo a la Tierra, donde será recogido y criado por una pareja de humanos y tomará el nombre y apellidos de ellos (curiosamente, los mismos de Jan, el creador del personaje, aunque invirtiendo el orden de los apellidos...). Allí el pequeño Juan, por consejo de su padre, intenta no destacar, no dar a conocer sus superpoderes; su progenitor adoptivo le repite con frecuencia que “en España, para ser feliz, hay que ser mediocre”. Pero Ágata, la hija (aún más) belicosa de Skorba, ha viajado hasta la Tierra y tomado la personalidad de una famosa empresaria del sector tecnológico para atrapar a Juan y devolverlo al planeta Chitón para usarlo para los malvados planes de su padre...
El director de esta Superlópez, Javier Ruiz Caldera, ya tenía experiencia en llevar a la gran pantalla un cómic, al haber hecho hace unos años Anacleto, agente secreto (2015), sobre el personaje creado por Vázquez. Curtido entonces en la comedia con efectos especiales, como se podría definir de alguna forma esta película, Ruiz Caldera hace un trabajo aseado, sobre este personaje que Jan creó como una evidente parodia de Supermán, situando a este trasunto del héroe de Krypton en la cañí España, donde un individuo que sobresaliera, como dice el padre putativo del pequeño bigotudo, lo tendría crudo. Historia sobre la posibilidad de que el ser humano (en su variante carpetovetónica...) pueda desplegar todo su potencial sin que ello afecte a su capacidad para relacionarse, amar y ser amado, Superlópez como película es una divertida, entretenida, a ratos cáustica cinta (ese padre biológico adoctrinando a su hijo desde un holograma en plan Barrio Sésamo; ese héroe cañí cuya fuerza se incrementa con los insultos, en lo que parece una deriva fetichista, vía masoquista, de lo más bizarra), a ratos tributaria de otras historias (ese vasco cerrado, txapela incluida, que intenta guiar a nuestro héroe por un laberinto de pueblos terminados en “-ieta”; ese robot antagonista de las secuencias finales, que recuerda poderosamente al de la deliciosa El gigante de hierro), que se beneficia de un entonado guion de Borja Cobeaga y Diego San José, los libretistas de Ocho apellidos vascos (2014), seguramente los mejores guionistas españoles del momento. Amor, humor, amistad, paternidad y maternidad, consumismo, tecnologismo, mediocridad y autoestima, son algunos de los temas recurrentes del film, resueltos aceptablemente por un director que, aunque a un nivel inferior a sus guionistas, redondea un trabajo razonable, donde los efectos especiales y digitales, ¡oh, prodigio, para ser una peli española!, no resultan cutres, y con un tono general, dentro de la comedia fantástica en la que se inscribe, digno y estimable.
Correcto trabajo de Dani Rovira, aunque el problema del malagueño es que casi siempre parece estar haciendo el mismo personaje, ya sea con Ocho apellidos vascos, Ahora o nunca o aquí. De ellas me quedo con una Alexandra Jiménez que, como siempre, lo hace todo bien, pero también con una Maribel Verdú que últimamente nos está ofreciendo algunos memorables personajes de villana, como en Blancanieves o en esta película.
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