Afortunadamente, el relativo fiasco comercial (que no crítico) del anterior capítulo de esta franquicia, Terminator Salvation (2009), no ha acabado con la saga. Había (y sigue habiendo) más materia en esta primigenia seria comenzada por James Cameron hace ya la friolera (cuando se escriben estas líneas) de 31 años, con la iniciática Terminator (1984). Los sucesivos segmentos tuvieron diversa suerte, desde la magnífica Terminator 2. El juicio final (1991) a la endeble Terminator 3: La rebelión de las máquinas (2003) y la mentada e interesante Terminator Salvation.
Con buen criterio, se vuelve aquí al tono de la mejor película de la saga, Terminator 2, tanto por el carácter de protector (he estado por escribir Lord Protector, como la figura del valido, cuasi regente, de los reyes ingleses durante su minoría de edad) del vulnerable cuya vida hay que proteger a toda costa (en el capítulo dos era un adolescente, John Connor, que llegaría a ser el líder de la resistencia humana, aquí su madre, Sarah Connor, sin cuya existencia no habría hijo ni líder) como incluso por la caracterización del malo, aquí de nuevo con las letales formas polimórficas del androide T1000, una maravilla de la tecnología, capaz de adoptar cualquier forma y de convertirse él mismo en un arma mortal. En Terminator Génesis se vuelve a explotar ese prodigio de maldad carente de emoción, pero también se da un paso más y se juega con la mezcla de chips y células humanas, en un salto evolutivo que, ciertamente, da mucho juego. También es cierto que se vuelve, argumentalmente hablando, al primer capítulo, cuando un robot es enviado desde el futuro para acabar con la vida de la madre del aún nonato líder, aunque desde luego habrá cambios sustanciales…
Terminator Génesis, además, plantea interesantes cuestiones respecto a los viajes en el tiempo, que en los anteriores capítulos quedaba como paisaje de fondo, pero que aquí cobran singular importancia, al crearse al menos dos líneas temporales diferentes, y lo que es mejor, ser capaz el director y sus guionistas de combinarlas en un mismo espacio-tiempo, con notable desenvoltura e incluso desparpajo. Por supuesto, los flecos son inevitables, pues en esto de los viajes en el tiempo y las diversas líneas divergentes es imposible no contradecirse, pero lo que vale no es tanto la inverosimilitud que a veces puede barruntarse en la narración como la capacidad de hacer creíble lo que se cuenta, lo que afortunadamente es el caso.
Un niño es salvado por John Connor del acoso de las máquinas, cuando éstas, en el futuro, ya han tomado el poder y libran una desigual guerra contra los humanos. Ese niño, ya hombre, será el enviado al pasado para evitar que Skynet, la fría, calculadora tecnología, detentadora del poder en la Tierra, acabe con la vida de la madre de John. Al llegar a los años ochenta del siglo XX el joven se encuentra con que la Historia ha cambiado, pero el peligro para la madre del líder que aún no ha nacido sigue siendo el mismo, quizá incluso peor…
Alan Taylor, el director, es perito en películas de fantasía y acción. Ahí está su Thor: El mundo oscuro (2013), pero también se ha forjado en un sinfín de series televisivas de primera línea, desde Juego de Tronos a Boardwalk Empire, pasando por Mad Men, Ley y orden, Los Soprano o Roma, entre otras muchas. Queremos decir que es un cineasta seguro, con facilidad para contar historias y para dotarlas de un ritmo impecable: es el caso de este Terminator Génesis, donde la narración fluye con naturalidad, donde los momentos de cierto relax tienen meollo, no son escenas de relleno, y en las que Taylor y sus guionistas juegan con el recelo del nuevo protagonista con respecto al androide que protege a la chica, androide que ahora, con las canas de Schwarzenegger (afortunadamente recuperado para el cine tras su paso por la gestión pública), es motejado cariñosamente por ésta como El Abuelo, y que permite una de esas frases lapidarias que en la saga han causado furor: si en Terminator 2 era “no problemo”, dicho en macarrónico español por el robot con el careto de Schwarzzie, ahora es él mismo quien se autocalifica como “viejo, no obsoleto”.
Entre los intérpretes me gusta, además del gran Arnold, al que la edad le ha conferido una capacidad autoparódica notable (esa sonrisa profidén que pretende ser una muestra de agrado y parece la dentadura de una calavera…), la presencia de Emilia Clarke, la célebre “khaalesi” de Juego de tronos, cuyo parecido con la intérprete de su mismo personaje, Linda Hamilton, en la primera Terminator, es extraordinario. Jason Clarke (nada que ver con la protagonista, a pesar del apellido homónimo) tiene el tono ambiguo que requiere un personaje como el suyo, dual, jano bifronte, ser humano y a la vez otra cosa, ni máquina ni hombre.
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