Esta película forma parte de la programación de la 66ª Semana Internacional de Cine de Valladolid (SEMINCI’2021). Disponible por tiempo limitado en Filmin.
Ver cine malayo en España es casi tan difícil como ver cine marciano... De ahí el papel tan relevante que tienen los festivales de cine, que nos acercan, a su escala y en su ámbito, pero ahora también gracias a las plataformas, estos cines exóticos que, de otra forma, sería imposible de ver.
Y no es que Malasia como industria audiovisual sea una potencia, ni mucho menos: la IMDb, la base de datos más grande del mundo del cine, como el cinéfilo sabe, censa algo menos de 3000 títulos desde 1948, fecha de su primer obra cinematográfica, hasta nuestros días. Pero lo cierto es que, con un corpus fílmico escaso, es capaz de hacer propuestas tan curiosas como esta The story of southern islet (literalmente, “La historia del islote sur”), un film ciertamente con deficiencias, pero cuyo conjunto nos ha parecido sugestivo.
La historia, basada en hechos reales, según se informa al comienzo del film, se ambienta en 1987 en el estado de Kedah, junto al monte Keriang, dentro del reino de Malasia. Se nos comenta que esa zona, Kedah, al norte del país, está muy cerca del antiguo reino de Siam (actual Tailandia), que fue durante muchos años la potencia gobernadora, lo que ha conferido a la región una abigarrada cultura religiosa donde se cruzan el hinduismo, el budismo y el islamismo, pero quedando un poderoso poso cultural del chamanismo que durante siglos fue la creencia predominante del lugar. En ese contexto, conocemos la familia formada por Cheong, que vende pescado en el mercado, su mujer Yan, y sus dos hijos de corta edad. Tras una trifulca de Cheong con un vecino, el marido cae enfermo, tras vomitar clavos oxidados... En el hospital lo achacan a algún tipo de intoxicación alimentaria, pero las medicinas que le han recetado no hacen que mejore de su postración. Cheong es un fervoroso creyente en las cuestiones chamánicas, pero Yan, educada a la occidental, no cree en tales cosas, a pesar de lo cual, tragándose sus propias ideas, la mujer recurrirá a diversos brujos y chamanes para intentar librar a su marido de la maldición que pesa sobre él...
Como decimos, la película no es precisamente un prodigio de estilismo ni de sutileza cinematográfica: la filmación es elemental, a veces con planos con encuadres un tanto rebuscados, que no parecen obedecer a ninguna intención estilística ni artística. El director muestra pronto su gusto por los planos estáticos y prolongados, también por retratar los paisajes naturales y artificiales, al principio con cierto tono costumbrista, apuntes del natural de la vida cotidiana, con largas escenas en las que no sucede casi nada. Es cierto también que la peli resulta un tanto morosa, premiosa, con poco recurso a la elipsis e inclusión de planos prescindibles.
Pero, con esas evidentes deficiencias, lo cierto es que esta The story of southern islet resulta ser una película sugestiva por su tono, por su atmósfera: hay algo extraño en la cinta, como si la superstición la desbordara; los cánticos étnicos, que parecen venir del principio de los tiempos, poseen una poderosa fuerza hipnótica, bien sean acompañando al teatro de sombras chinescas que, intermitentemente, hace aparición en pantalla para relatar historias donde espectros, fantasmas, espíritus malignos o benignos, tienen una importancia capital, bien en las peripecias que sufre la auténtica protagonista, la esposa Yan, en el calvario para intentar salvar a su marido de un mal escurridizo que no ceja ni ante la medicina tradicional ni ante los rituales de las diversas creencias religiosas o paganas del lugar.
El director, Keat Aun Chong, hace con esta su primera película, y si bien es cierto que formalmente tendrá que mejorar, tiene algo que no se aprende en las escuelas de cine, la capacidad para fascinar, incluso horrorizar, a partir de elementos prosaicos, como la materialización de los fantasmas sin recurrir a maquillajes espectrales, ellos mismos seres de una realidad que es también la de los propios protagonistas: espectros y gente de carne y hueso comparten entonces el mismo espacio físico, y la sobrenaturalidad se consigue con los extraños cantos rituales, con inteligentes juegos lumínicos (ese espíritu maligno iluminado sobre la furgoneta en la oscuridad nocturna...), en una segunda parte del film en la que el costumbrismo inicial deja paso a una alucinada realidad en la que fantasía y materia se mezclan, en la que el chamanismo, que forma parte indisoluble del alma de los lugareños, se constituye en centro y eje de los hechos que se suceden en la atormentada vida de la familia protagonista.
Estamos entonces en un lugar no necesariamente físico, donde realidad, fantasía, divinidad y telurismo, están íntimamente imbricados. Los trances se suceden, la magia negra se enseñorea de todo el último tercio del film, las leyendas son contadas por los propios fantasmas que las vivieron, como la historia de la princesa Keriang que el espectro de la misma dama cuenta a Yan en el monte de su nombre.
Con una aceptable calidad fotográfica y un papel fundamental de la música para crear la cautivadora atmósfera que progresivamente se va adueñando de la historia, la película está bien servida en lo interpretativo por un pequeño grupo de actores y actrices, algunos de los cuales tienen ya una cierta carrera actoral, como la protagonista Jojo Goh, pero otros, como el marido, que interpreta Season Chee, hace con esta su primera aparición en pantalla, que resuelve con naturalidad y frescura.
(29-10-2021)
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