Madrid, años cuarenta. Pedro Martín, un médico dedicado a la investigación, estudia el efecto de células cancerígenas en ratones de laboratorio. Pero tiene problemas para conseguir cobayas, pues éstas no se reproducen en cautividad. Su ayudante, Amador, afirma que conoce cierto lugar donde han conseguido que procreen. Visitan una zona suburbial, en unas casuchas del cinturón industrial, donde el investigador conoce a un viejo trapero, El Muecas, a su mujer y a su hija, Florita. Simultáneamente el galeno está siendo sutilmente seducido por Dorita, la nieta de la propietaria de la pensión donde se aloja. Tras una noche de farra con su mejor amigo, Matías, el médico es requerido de madrugada para que atienda a Florita, quien agoniza tras un aborto clandestino. Aunque Pedro intenta salvarla, no lo consigue. El Cartucho, un torvo personaje que se cree novio de la muerta, le echa la culpa al investigador, que habrá de huir para no ser encarcelado...
En el año en el que España ingresa en la entonces Comunidad Económica Europea, Aranda lleva a la pantalla la difícil adaptación de la novela de Luis Martín Santos Tiempo de silencio, proyecto que venía acariciando desde la década de los sesenta; no es difícil adivinar qué interesó al entonces joven (y después al ya maduro) Aranda en esta novela mítica de un autor prematuramente fallecido: seducción, ambientes marginales, dolor, sexo, represión, franquismo. Sin embargo, por lo que respecta a la temática erótica o romántica, en contra de lo habitual en el cine arandiano, las escenas están desarrolladas por varios personajes distintos, sin existir la unidad protagónica de una pareja o un trío, como en casi todos sus otros filmes.
Es interesante reseñar la forma en la que Aranda ofrece algunos de los torvos rostros del franquismo que representan a la perfección la negra trama administrativa que velaba (con más celo del que hubiera sido deseable) por la incontaminación ideológica del ciudadano (entonces súbdito, para ser exactos), en una maquinaria represiva exquisitamente engrasada: desde el sereno que amenaza con avisar a la Policía por la excesiva repetición del estribillo "libertad" en una canción de borrachos, al teóricamente aséptico comisario que encarcela al atribulado doctor, pasando por el siniestro agente de policía con sonoros problemas digestivos que busca y encuentra el paradero del investigador, entre otros. Todos ellos, y tantos más, conformaron durante casi cuatro decenios un extraordinario entramado minuciosamente diseñado para asfixiar la libertad de un pueblo: Martín Santos lo dio magistralmente en su novela; Aranda, partiendo de ese material, lo llevó a su terreno e hizo su particular, lacerante denuncia, en esta película difícilmente olvidable por tantos motivos.
Tiempo de silencio plantea por primera vez en el cine de Aranda el amor y el aborto en los tiempos del gasógeno. A partir de este momento volverá Aranda de nuevo a la postguerra española en otros filmes, desarrollando sus obsesiones personales, siempre con una mirada plenamente de izquierdas, cada vez más implicándose en la tragedia de sus personajes.
Imanol Arias se estrenaba como actor arandiano, en la primera de las cinco veces en las que actuó bajo la batuta del cineasta barcelonés, con una amplia paleta de registros en esas interpretaciones. Victoria Abril proseguía la feraz colaboración con Aranda que empezó con Cambio de sexo y que se prolongó, con intermitencias, durante doce films, siendo el último Tirante el Blanco. Ambos mantuvieron una relación artística muy estrecha, y se puede decir sin mentir que Aranda consiguió de Abril sus mejores interpretaciones. Gran elenco de secundarios, alguno de lujo, como Francisco Rabal, como siempre espléndido, pero también otros de gran interés, como Charo López y Juan Echanove.
En el apartado técnico destaca la fotografía “sucia” que Juan Amorós (otro habitual en la época en el cine de Aranda) diseñó, muy apropiadamente, para el film, y por supuesto el montaje de Teresa Font, invariablemente la montadora de todo el cine de Aranda (además de su mujer) desde Asesinato en el comité central (1982).
(20-02-2018)
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