Hay algo en esta (por lo demás bastante entretenida) película que resulta un tanto estomagante: el coleguismo entre los obsesos de los tornados, este grupito de gente más bien desquiciada que vive (y casi muere) con tal de estar cuanto más cerca mejor de ese peculiar fenómeno atmosférico, tan habitual en algunos estados USA, aunque en el resto del mundo son (afortunadamente, habrá que decir) bastante menos corrientes. Estos obsesionados por tan curioso meteoro, tal y como los pinta el guión de Michael Crichton, parecen una especie de secta, con sus códigos secretos, sus conocimientos esotéricos, sus ritos y formas iniciáticas, y todo aquél que no esté en su onda se queda fuera.
Ése es el meollo de la leve trama romántica que también contiene este aparatoso filme de aventuras y acción, donde Jan de Bont se muestra tan eficiente como casi siempre, y además aquí, afortunadamente, no se le va la mano. Y eso que lo tenía relativamente fácil, porque la acumulación de tornados de todos los colores, tamaños y a cual más devastador sigue una pauta "in crescendo" que se prestaba a excesos de todo tipo. Y no es que no los haya: lo del enorme camión "trailer" volando, literalmente, mientras la camioneta de nuestros protagonistas parece fijada al suelo, es una incongruencia que se sostiene bastante mal. Pero la tensión está razonablemente dosificada y, aceptando cosas inverosímiles (esa valla de madera que asaetea con sus lajas a la pareja al final, sin que ni siquiera les roce), el espectáculo hace contener el aliento. Los efectos especiales, con brillante infografía a todo pasto, están aceptablemente imbricados en la trama, que es lo esencial para que no parezca que estamos asistiendo a un mero castillo de fuegos artificiales.
Claro que las historias humanas que levemente cruzan las escenas de acción tienen poca chicha: el trauma de la protagonista al asistir siendo niña a la muerte de su padre por un tornado; la tempestuosa (nunca mejor dicho) relación amorosa con su novio y colega de siempre, ahora emparejado con otra; un hatajo de secundarios histéricos pero sin brillo; y un malo de guardarropía que, lógicamente, termina pulverizado por su estupidez. Me quedo con las vacas volando como elemento surrealista, casi daliniano y estimulante, en esta historia por lo demás bastante endeble, que sin embargo ha roto (como si fuera un auténtico tornado, es cierto) las taquillas de todo el mundo...
115'