Pelicula:

CINE EN SALAS

Hace unos años, el film Un lugar tranquilo (2018), escrito, dirigido, producido y protagonizado por John Krasinski, fue un auténtico bombazo, no solo comercial (que también: con 17 millones de dólares de presupuesto, recaudó en todo el mundo 335 millones; fuentes: IMDb y The-numbers.com, respectivamente), sino, sobre todo, a nivel artístico, porque, aunque por supuesto era un film de género (y a mucha honra, desde luego), de terror, concretamente, planteaba una situación en la que el silencio estaba no solo justificado, sino que era (literal y vitalmente) imprescindible. Porque lo que presentaba aquel más que curioso film era una distopía, concretamente el hecho de que un futuro (ahora ya es un pasado, porque se databa la fecha de los hechos en 2020... vaya, el año de la pandemia...) una invasión de monstruosos depredadores alienígenas redujeran la civilización prácticamente a la edad de piedra, unas bestias cuyo único punto débil es que eran ciegas, pero no sordas... de hecho, gozaban de un oído privilegiado, con lo que, aunque no podían ver a sus víctimas, el más mínimo ruido las ponía sobre aviso para zampárselas. Así las cosas, la película planteaba la vida de una familia en el día 89 post-invasión de los alien, una familia compuesta por padre, madre y tres hijos (una preadolescente y dos niños pequeños), que tenían que sobrevivir a base de no emitir nunca sonido alguno, cosa lógicamente imposible.

Aquel film, como decimos, hizo furor, no solo por el novedoso planteamiento sino por su plasmación cinematográfica, que exigía larguísimos períodos en pantalla sin que se dijera ni media palabra, en un tiempo, el nuestro, en el que existe un auténtico “horror vacui” a las escenas en las que no se habla, en las que no se dice nada. Krasinski, que casi se estrenaba como director, hacía un trabajo de virtuoso para contar su historia con escasísimos diálogos (dichos por supuesto en voz bajísima), y relatando la trama solo con el concurso de la imagen, un potente montaje, y una muy sutil utilización de los elementos de terror. Tuvo tanto éxito que hasta fue nominado a premios como los Oscars y los Globos de Oro; no se llevó ninguno porque en Hollywood, como sabemos, si haces un film “de género” no te dan un Oscar ni aunque seas Hitchcock... En cuanto a críticas, cosechó un 96% de reseñas positivas (fuente: Rotten Tomatoes). Por supuesto, ante un filón de esa magnitud, Hollywood (en este caso Paramount, la “major” propietaria de los derechos) no lo iba a dejar pasar, y un par de años después se hizo Un lugar tranquilo 2 (2020), con los mismos protagonistas, que también tuvo una buena recepción comercial (algo inferior a la primera, eso sí).

Parecía evidente que en esa novedosa historia había recorrido para otras tramas que no contuvieran necesariamente a la familia protagonista de ese díptico inicial, y Krasinski ha optado por una vía que tiene ya algunos interesantes antecedentes, la precuela para situarnos al principio de un apocalipsis: recordemos lo que se hizo con la mítica serie The Walking Dead, de la que se extrajo un “spin-off” titulado Fear the Walking Dead, que imaginaba el momento en el que en el mundo se iniciaba esa epidemia de zombis con más hambre que Carpanta. Pues esa misma técnica se ha utilizado en esta Un lugar tranquilo: Día 1, como anuncia ya en su título, y lo cierto es que el resultado ha sido bastante satisfactorio. A ver, es evidente que estamos ante un producto de lo que podríamos denominar (me pido el copyright) “terroacción”, una película de terror en la que la acción es preponderante, por no decir determinante. Pero también lo es que no se trata del típico producto en el que ponemos a unos cuantos personajes cualesquiera en una situación límite, a algunos de los cuales los malos se zamparán y otros sobrevivirán, sino que Michael Sarnoski, el director y guionista (sobre idea suya y del director y productor del díptico primigenio, Krasinski), ha situado en el centro de la trama un personaje poco habitual, por no decir nada habitual en un producto como este, nada menos que una poeta (o poetisa, no sé por qué no se utiliza esta bella denominación, caída en desuso) afroamericana, no especialmente distinguida, a lo que parece, en su lírico oficio, aquejada desde hace tiempo por una grave enfermedad en fase terminal, que malvive en una especie de hospicio de beneficencia en el que, en los alrededores de Nueva York, algunos enfermeros cuidan esforzadamente de un grupo de personas desahuciadas de la sociedad, como ese personaje central, Sam, ya en la prórroga de su vida, con parches de morfina que le hacen un poco más llevadera la penosa existencia. Y el otro personaje central, en este caso más bien secundario con respecto a Sam, es Eric, un joven inglés que estudia Derecho en la Gran Manzana.

Para Sam su único anhelo es comerse una última pizza antes de morir, así que cuando su enfermero Reuben le dice que van a la ciudad a ver teatro, se emociona (dentro de lo que cabe...) imaginando esa pizza que va a tomarse, quizá efectivamente la última. Cuando se desata la furia de los depredadores venidos del espacio, Sam se quedará sola, con la única compañía de su gato, y ambos tendrán que intentar sobrevivir como pueden en una ciudad devastada. Tras encontrarse con Eric, y a pesar de las reticencias de ella, poco dada a establecer nuevas relaciones (mayormente porque tiene un pie, por no decir los dos, en la tumba...), él consigue que lo acepte, incluso que lo adopte, y ambos intentarán hacer realidad ese último deseo de la mujer: no quiere morir sin antes comer esa última pizza de su pizzería favorita de Harlem...

Como decimos, sin desistir de ser el film de “terroacción” que es, la película de Sarnoski se diferencia claramente de productos supuestamente homólogos. Hombre, claro que hay sustos, como parece consustancial al cine de terror, al menos al moderno, pero no se abusa de ello; se juega más la baza del peligro inminente, de la presencia maligna que, gracias a que los monstruos ven menos que un gato de yeso, solo puede detectarte si haces algún ruido; hay también, consecuentemente, varias escenas de percutante acción diseminadas a lo largo del metraje, para que de vez en cuando el espectador recuerde en el género en el que está, escenas que, dicho sea de paso, están filmadas con solvencia, consiguiendo óptimos resultados en cuanto a la gradación de la tensión, del suspense, y a la poderosa generación de adrenalina en el espectador.

Pero hay también otra línea, la que podríamos llamar la línea dramática, que se centrará en dos parias a su manera: ella, por su enfermedad terminal, su raza, su oficio (poeta en Nueva York, diría Lorca...); él, por su absoluta soledad, su total desamparo, en una ciudad a la que acudió para estudiar, enviado por los padres, pero siendo un chico de poco espíritu al que el ánimo rocoso de Sam, la mujer, le proporcionará algo así como una protección, y, a la postre, será también, con su sacrificio, la que le salve, literalmente, la vida (y la del gato, por supuesto...).

Cine distinto, entonces, al del mamporro y tentetieso tan típico del género de acción y del sustito continuo del terror, con algunas secuencias como para enmarcar, como la de los dos protagonistas en el abandonado club de jazz, donde finalmente comerán esa última pizza, en la que se nos darán algunas escenas preciosas en su minimalismo: el nombre de la pizzería que ya no existe, pintado con un rotulador, sobre la cubierta blanca de la pizza, o el truco de magia con naipes que le hace Eric a Sam ante un inexistente público ante cuyo silencioso aplauso imaginario los dos falsos magos se inclinan... pequeñas pero valiosas perlas que hacen grande este film sin muchas pretensiones que te gana, sobre todo, por la humanidad de sus dos protas (y del gato, sí, también...).

Y ese último plano, espléndido, puro cine, en el que la imagen lo dice todo, remata una película ciertamente atípica que consigue ampliamente los que nos parecen sus dos objetivos: uno, por supuesto, llenar de ceros las cuentas de sus productores (en el primer fin de semana de exhibición ya ha recaudado 97 millones de dólares, bastante más que lo que costó, que fueron 67 millones; fuentes: The-numbers.com e IMDB, respectivamente), y dos, que a nosotros nos importa más, aporta una nueva y original visión sobre el universo de los monstruos depredadores ultrasensibles al ruido, confirmando con ello que, cuando se hacen las cosas con talento, con indagación y arte, todo es factible de ser reinterpretado, recreado, o, como en este caso, escrito de nuevo cuño dentro de un marco que ya conocemos.  

Sarnoski, el director y guionista, hasta ahora solo había hecho un par de series y un largo, una cosa muy rara titulada Pig, con cerdos, trufas y Nicolas Cage (estando este actor de por medio, ciertamente, tenía que ser raro...), así que este su segundo largometraje es una muy agradable sorpresa. Habrá que seguirlo, porque promete, y mucho...

La pareja protagonista muy correcta, especialmente la oscarizada Lupita Nyong’o, una de las actrices más talentosas de su generación, siguiéndole bien Joseph Quinn, el adolescente “malote” de Stranger things, aquí en un papel muy distinto. Y el gato, para comérselo... eso sí, la escena en la que bucea durante treinta o cuarenta metros es más para cine fantástico que para el de terror...

(02-07-2024)
 


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110'

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Un lugar tranquilo: Día 1 - by , Jul 02, 2024
3 / 5 stars
No antes de comer la última pizza