CRITICALIA CLÁSICOS
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Si buscamos en libros o enciclopedias de cine, muy difícilmente encontraremos reseñas amplias o estudios en profundidad de un director como el que traemos hoy. Solo la excepción en Movistar TCM (dentro de la sección Cine), con un interesante corto de 10 minutos sobre su obra nos da a conocer al estadounidense Sidney Lumet, a pesar de que su carrera abarcó nada menos que cincuenta años, los que van justo desde 1957 al 2007. Nacido en Filadelfia, con muchas nominaciones a los más importantes premios y con cinco candidaturas a los premios de la Academia (cuatro como director y otro como guionista), acabó recibiendo el Oscar Honorífico en 2005, en reconocimiento a toda su carrera. Criado en Nueva York, allí y en la universidad de Columbia recibió (y más tarde impartió) clases de interpretación a jóvenes que anhelaban ser actores.
Y así, con sólo cinco años ya debutó en teatro y se fue forjando en el Yiddish Art Theatre neoyorkino, guiado por la tradición de su familia, de origen polaco y con experiencias en Varsovia, su padre como director y su madre como bailarina, aunque ésta falleció siendo Sidney aún un niño. Y ya en la década de los 30 participa en diversas producciones de Broadway, iniciándose en la interpretación teatral, conectando con el famoso Actors Studio, entablando amistad con actores como Eli Wallach o Yul Brynner. Pero como realmente se fogueó en el oficio de rodar fue a través de la pequeña pantalla, filmando para la CBS más de doscientos encargos y originando (junto a otros como Martin Ritt o Delbert Mann) lo que se acabó por denominar como la generación de la televisión.
Si la carrera de Lumet abarcó (como antes decíamos) justo 50 años, el número de sus largometrajes se aproximó muy cerquita, con 43 películas muy diversas, en géneros, épocas, argumentos... y no digamos en intérpretes famosos. Actores y actrices como Anna Magnani, Marlon Brando, Sofia Loren, Rod Steiger, Katharine Hepburn, Sean Conney, Henry Fonda, James Mason, Al Pacino, Albert Finney, Lauren Bacall, Helen Mirren, Sharon Stone, Philip Seymour Hoffman, Andy García... muchos de ellos en más de una ocasión, y sin apurar la lista por no agotar el espacio de esta crítica.
No hemos nombrado entre todos ellos a Paul Newman, por la sencilla razón de ser el protagonista de nuestra cinta de hoy, una obra difícil de clasificar, que unos citan como thriller, otros como melodrama, o como "una de juicios"... pero que indudablemente sirve de muestra perfecta de la flexibilidad de Lumet para contar una historia. o de basarse en textos de autores y escritores muy distintos, como podrían ser Tennessee Williams, Agatha Christie, Paddy Chayefsky, Arthur Miller...
Y "Principio y fin", podría ser un lema, un leitmotiv algo curioso en las reseñas críticas o aproximaciones a su obra: la coincidencia en destacar su primer y su último largo acaso como lo mejor de su carrera. como un principio y una despedida, que marcan ambos -en su dueto- uno de los logros más apreciables en su obra. Porque Lumet arranca en 1957 con un título renombrado y citado, como fue y sigue siendo Doce hombres sin piedad, con un jurado reunido para deliberar y el inevitable amplio reparto, con gente de tanto peso como Henry Fonda, Lee J. Cobb o Martin Balsam, obra que tuvo infinidad de galardones e inspiró muchos films posteriores. Y el final sería con Antes que el diablo sepa que has muerto (tan distinto en lo argumental y en el tratamiento), pero también con grandes trabajos de Albert Finney, Marisa Tomei, Ethan Hawke o -sobre todo- con Philip Seymour Hoffman.
Con Veredicto final tenemos una historia centrada en un abogado borrachín y en horas bajas, Frank Galvin, un perdedor nato al que nadie contrata. Pero, casi de rebote, un día le llega un caso peligroso y delicado: en un hospital que regenta la Curia católica de Boston un descuido, una negligencia médica en una operación quirúrgica, ha provocado a la paciente una invalidez física y mental irreversible. Y su hermana y su familia están decididas a llevar el caso a los tribunales. Lo hablan con Galvin, que les propone llegar a un acuerdo económico, pero cuando ve a la muchacha víctima se rebela, y decide ir a por todas, yendo a juicio.
La Curia no quiere escándalos y contrata a un brillante y experto letrado, que encarna el siempre seguro James Mason. Entramos en una dinámica de excelentes diálogos, réplicas y contrarréplicas. Naturalmente los actores son -en este juego- fundamentales, con Newman, Mason y una estupenda y joven Charlotte Rampling en la hermana de la víctima, además de Milo O’Shea, Jack Warden o Lindsay Crouse. Toda esta parte podía caer en el tópico y la palabrería, pero el inteligente guion de David Mamet lo evita y se centra más en la recuperación y confianza en sí mismo que experimenta el antaño hundido abogado. Unimos a todo ello una jazzística música de Johnny Mandel, y una oscura y casi tenebrista fotografía de Andrzej Bartkowiak (que algunos -exageradamente- han comparado con Caravaggio) y tendremos un conjunto ciertamente positivo.
También es bueno aclarar que Paul Newman tuvo nueve nominaciones al premio de la Academia (incluyendo la de esta película), pero en ninguno de ellas fue galardonado directamente. Pero en 1985 sí le fue concedido el Oscar Honorífico, y solo al año siguiente lo recibió -esta vez sí- por un trabajo concreto, por El color del dinero, de Martin Scorsese, junto a un joven Tom Cruise y secuela de El buscavidas de Robert Rossen. Caso insólito éste, porque parece que la tradición hollywoodense implica que quien tiene el premio de honor ha llegado a lo más alto, y ya no necesita recibir ningún otro…
Y volvemos a Mr. Lumet para constatar -finalmente- que su carrera no se queda en la primera y última cinta, y aunque pueda tener algún despiste como Network, fallido y superficial acercamiento al mundo de la televisión. -aunque con un montón de Oscars- o una desnortada versión de Gloria, de John Cassavetes. Pero también encontramos en su lista cintas que merecen verse, como Llamada para el muerto (con la base libresca de John le Carré) o Serpico y Tarde de perros, con un principiante y excelente Al Pacino, o Príncipe de la ciudad, un oscuro thriller neoyorkino, con Treat Williams, sin olvidarnos de La colina, una dura historia con Sean Connery y Michael Redgrave, o el buen cine comercial de la versión de 1974 de Asesinato en el Oriente Express, la popular novela de Agatha Christie, con un largo e impresionante reparto de famosos, entre ellos Ingrid Bergman, que consiguió con ella su tercera estatuilla, tras las ya logradas con Luz que agoniza (de George Cukor) en 1945, y Anastasia (Anatole Litvak) en 1956.
De esta manera, con todo ello, Lumet confirma valores como la profesionalidad, diversidad, manejo de los actores… y sin querer parangonarse con los grandes maestros (ni él buscarlo), merece hacerse un hueco entre los buenos realizadores hollywoodenses. Pues sí, qué duda cabe que entre el 1 y el 43 de los films que citábamos, él nos dio bastantes, muchos otros largos que también merecen la pena revisar y recordar. Y colorín, colorado, este Veredicto se ha finalizado…
(23/11/2025)
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