Pelicula:

Terrence Malick sigue esforzándose en amargar la vida del cinéfilo, ímproba tarea a la que se ha encomendado desde hace casi medio siglo, en un esfuerzo titánico digno de mejor causa. Dejaremos el repaso a su filmografía para un monográfico que esperamos presentar próximamente, y nos centraremos en esta su última (ojalá: no caerá esa breva...) película, esta Vida oculta que nos cuenta, fatigosamente, larguísimamente, como todo su cine, la vida del objetor de conciencia Franz Jägerstätter, un granjero austríaco que se opuso a la corriente pronazi que invadió a su país, una corriente que se unió a la marea nacionalsocialista bien por convicción, bien por conveniencia para no perder (literalmente) la cabeza cuando el Führer se anexionó Austria mediante la Anschluss. Franz, su mujer, Fani, y sus tres hijas pequeñas, se enfrentaron pasivamente desde el principio a la nazificación del país, consiguiendo con ello la repulsa de sus vecinos y hasta entonces amigos, hasta que su vulnerable posición llamó la atención de las autoridades alemanas y lo detuvieron, con las previsibles consecuencias.

Vida oculta se basa en la existencia real de una familia austríaca que, a la manera de la familia Trapp que puso en escena Robert Wise en Sonrisas y lágrimas (1965), se opuso al régimen nazi que impregnó la sociedad austríaca desde mediados de los años treinta del siglo XX. Malick nos cuenta esa historia real a su manera: mucho plano largo, mucho paisaje como de postalita, mucho reflejo del sol sobre la cámara, muchos personajes caminando lánguidamente por los hermosos campos austríacos (e italianos, que también se utilizan localizaciones en el Tirol itálico), mucha, muchísima musiquita supuestamente trascendente, en lo que parece que a James Newton Howard, el veterano compositor, le han pagado a tanto la corchea y la semifusa (se habrá hecho de oro entonces: casi no hay plano que no tenga su insoportable música). Todo es largo y tedioso, todo es rigurosamente insoportable, hasta el punto de que el espectador está deseando que se lleven de una vez al objetor de conciencia y termine de una vez por todas. Porque, y este es otro de los errores capitales de Malick, su cine, que supuestamente debería lograr la empatía con el público, sin embargo, con tanta dilatación, con tanta premiosidad, con tanta capacidad para provocar el bostezo, lo que consigue es justamente el efecto contrario, que el espectador termine preguntándose por qué este hombre, que debió ser un héroe callado, casi un mártir, termina pareciendo más bien un fanático que dejó a su familia a los pies de los caballos por no escribir su nombre en un papel, gran sacrificio, sin duda, comparado con el quinario que pasó su esposa, sus hijas, su madre, su cuñada, por su intransigente postura.

Casi tres horas de duración, 154 minutos, 9240 segundos que no parecen vayan a terminar nunca, con una reiterativa utilización del montaje entrecortado y sincopado que puso de moda Godard hace casi sesenta años, y que, obviamente, ya no tiene nada de moderno sino que resulta una antigualla, convierten esta Vida oculta en una experiencia ciertamente horrible, pero no para el personaje central, sino para el espectador. Y es que no se puede hacer cine “contra el público”, evidencia que, está claro, Malick desconoce. Se puede hacer cine importando un pimiento lo que piense el espectador, pero entonces tiene que ser una producción pequeña que minimice los daños económicos. Si te embarcas en una producción como esta, grande y costeada, en la que intentas que el público comulgue con ruedas de molino tamaño XXL, lo único que puedes conseguir es darte la gran costalada a nivel mundial, como así ha sido. Pero Malick debe tener una legión de generosos mecenas, porque ya está preparando su nuevo (y, me temo, otra vez de carácter somnífero) proyecto.

Los intérpretes, en general, correctos, teniendo en cuenta lo que se les pedía: demasiado hacen, dado que sus personajes no son tales, sino marionetas para que Malick se “luzca” (por decir algo), para que Malick nos presente su cine pseudopoético, su nueva película de “artista”. En todo caso nos quedamos con la presencia siempre estupenda de Bruno Ganz, en su última aparición ante una cámara antes de morir.

Por cierto, resultan chocantes los idiomas en los que está hablada la película: por un lado, los intérpretes dicen sus diálogos en inglés, pero cuando hablan al fondo del plano, en los diálogos que recitan en planos generales con sus vecinos, lo hacen en alemán: ¿a qué viene esto? Se puede entender que, para que el film tenga un mejor carrera comercial (ejem...), se hable en inglés, pero, entonces, ese alemán de fondo, ¿qué es, “posse”, postureo?

Le damos una estrella, y no el cero patatero que nos pide el cuerpo, por el esforzado proyecto montado en torno a la historia de un hombre empecinado que pagó con su vida su cualidad de insobornable. Si hizo bien o no queda al arbitrio del espectador... si es que no se ha dormido, claro...

(14-02-2020)


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174'

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Vida oculta - by , Feb 14, 2020
1 / 5 stars
Lágrimas sin sonrisas