Pelicula:

Esta película está disponible en el catálogo de Netflix, Plataforma de Vídeo bajo Demanda (VoD).

El audiovisual sobre zombis es uno de los veneros más feraces del género de terror desde que comenzó el siglo XXI. No es que antes, en el XX, no tuviera importancia: convencionalmente, se suele considerar que La noche de los muertos vivientes (1968), de George A. Romero, es el comienzo del subgénero de zombis tal y como hoy se entiende (al margen de excursos anteriores como Yo anduve con un zombi, de Jacques Tourneur), y durante las tres últimas décadas del siglo pasado se hicieron estimables aportaciones, en especial por parte del propio Romero, con una interesante evolución que preveía que el muerto viviente iba a empezar a tener un papel distinto, más allá del de fiera sedienta de carne y sangre, establecido en los primeros cánones. Con el siglo XXI y la llegada de series emblemáticas como The walking dead (y varios “spin-offs”, como Fear the walking dead) y películas de gran impacto en taquilla y también positivo recibimiento crítico, como Guerra Mundial Z (2013), de Marc Forster, los zombis son ya un elemento más del cine de terror, incluso convirtiéndose en el primero de los monstruos dentro del género, muy por encima de sus homólogos los vampiros o los licántropos.

En Corea del Sur se han hecho varias aportaciones interesantes al tema, desde la ya trilogía zombi de Yeon sang-ho (Train to Busan, Seoul Station, y la que llegará próximamente, Península) hasta la serie de época Kingdom, de Kim Seong-hun. Ahora nos llega esta #Vivo, que aporta una mirada urbana sobre el tema, pero también, y sobre todo, una visión sobre el aislamiento al que un apocalipsis zombi aboca a un joven sin muchas luces.

La historia se ambienta en nuestro tiempo, en alguna ciudad indeterminada de Corea del Sur. Joon-woo, un chico veinteañero, se despierta en su casa por la mañana; sus padres y su hermana han salido. Él es youtuber o similar, tiene un canal propio en internet. Oye una gran algarabía en el exterior, y ve entonces cómo en la plaza a la que da su terraza se está produciendo un auténtico apocalipsis zombi, muchos infectados atacan con furia a la gente, produciéndose un gran caos. En la puerta, un vecino consigue entrar, le pide usar el baño, pero cuando sale muta hasta convertirse en zombi, aunque el joven consigue expulsarlo de la casa. A partir de ese momento se atrinchera en su hogar, mientras intenta conocer qué ha ocurrido con su familia, aunque la cobertura de internet se ha hecho muy difícil, casi imposible. Repasa los suministros que le quedan, y observa que son pocos, debería haber ido a la compra. Tiene por delante muchos días de aislamiento...

Il Cho, el director de #Vivo, era hasta ahora ayudante de dirección. Como director solo tenía en su haber un corto, Jin (2011). Ahora salta a la realización de largometrajes con este film que bebe en la ya larga estela del cine sobre zombis; en este caso la originalidad viene dada mayormente por el hecho de que el protagonista, y también la coprotagonista que aparece algo más tarde, están aislados en sus respectivos hogares, son un poco robinsones, náufragos urbanos en un océano exterior plagado de muertos vivientes, que episódicamente intentan entrar en sus refugios, no tan seguros después de todo. Las vivencias de los dos jóvenes (el varón bastante más mentecato que la chica, más reflexiva y reposada, con la cabeza sobre los hombros) constituirán el nudo de la trama del film, su búsqueda incesante (aunque con algún desfallecimiento por parte del chico, afortunadamente salvado “in extremis” por la muchacha) de la supervivencia, siguiendo el vehemente deseo expresado por su padre en un último mensaje de voz recibido en su móvil: “debes sobrevivir”. A ello se aplicará(n), en una trama que, lógicamente, de vez en cuando nos da un susto en forma de ataque de los zombis a los protagonistas, que habrán de ingeniárselas de muy diversas formas para evitarlos.

#Vivo, al margen de ese carrousel, de esa montaña rusa que es toda peli de zombis, en la que siempre los protagonistas han de sortear las feroces acometidas de los muertos vivientes, dignas de mejor causa, plantea el tema del aislamiento y cómo ello afecta a nuestro comportamiento: en el caso del protagonista, estamos ante un chico con cierta inmadurez, que habrá de corregir a marchas forzadas si quiere sobrevivir en un entorno tan adverso. El chico se habrá de hacer adulto de golpe y porrazo, aunque al lado de la joven es un auténtico memo, un muchacho con escasa autonomía. Quizá el director, Il Cho, desaprovecha un tanto el tema del aislamiento, presente en la historia pero en el que no se profundiza mucho, tentado de hacer sobre todo una peli de acción. Hay escenas notables, como la del zombi trepador, rodada con buena mano y considerables dosis de tensión; las persecuciones de los muertos vivientes a los vivos están hechas también, en general, con buen tino y sin abusar de los aspectos casi taumatúrgicos que a veces, en este tipo de productos, hacen que los protagonistas se vayan de rositas cuando lo tienen todo en su contra. Eso sí, alguna escena, como la de los dos pipiolos en la calle esquivando zombis es bastante difícil de creer.

Con una interesante utilización de los elementos tecnológicos de última generación, como el dron al que el protagonista da diversos usos, entre ellos entretener a un zombi para que no consiga alcanzar la vivienda de su amiga, o las tablets y móviles usados como pizarras analógicas a distancia cuando no hay cobertura de internet, y no digamos un puntero láser que tiene, literalmente, un uso salvífico, #Vivo cuenta también con unos notables títulos de crédito iniciales, muy creativos y dinámicos, a vueltas con el virus zombi y su incidencia en el cuerpo humano, pero también con una matizada e interesante fotografía de paisajes puramente urbanos.

La progresiva inclusión de nuevos personajes (la chica de la terraza de enfrente, el inquilino del piso octavo que les salva y acoge en el último tramo del metraje, con sorpresa incluida) ayuda a amenizar y hacer entretenida una peli que, con tan pocos mimbres de escenarios (el interior de las casas de los protas, los pasillos de estas, la mera calle que separa ambas viviendas) y roles (ellos dos, el del piso octavo y una recua de muertos vivientes), corría el peligro de hacerse tediosa, lo que no es el caso. Las escenas de gran adrenalina en los distintos ataques de los zombis ayudan a ello, en una película que ciertamente no pasará a ninguna Historia del Cine, pero que da lo que promete, hora y media larga de digno entretenimiento y algunas gotas de reflexión y crítica sobre la frecuente estulticia de la gente joven, pero también sobre su capacidad para madurar y cambiar.

Protagoniza Yoo Ah-In, un chico que, pese a su juventud, ya tiene una larga carrera como actor (empezó de niño, eso sí) en el cine y la televisión surcoreana, habiéndose visto de él anteriormente en Occidente la curiosa Burning (2018).

(11-12-2020)


 


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98'

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#Vivo - by , Dec 11, 2020
2 / 5 stars
Náufragos en un océano de zombis