Pelicula:

Santi Amodeo se dio a conocer en cine como codirector del premiado corto Bancos (2000), hecho en comandita con el también sevillano Alberto Rodríguez, tras el que hicieron juntos el largo El factor Pilgrim (2000), con tres perras gordas pero mucho ingenio. A partir de ahí los caminos de ambos divergieron, yéndole mucho mejor a Alberto que a Santi, que no ha terminado de encontrar su lugar en el mundo del audiovisual. Sus largometrajes en solitario, desde entonces, se cuentan como fiascos tanto comerciales como artísticos, aunque es justo reconocerle algunas buenas ideas. Así, Astronautas (2003), Cabeza de perro (2006) y ¿Quién mató a Bambi? (2013) no han interesado mayormente a nadie, aunque en todas era evidente que Amodeo tenía las ideas muy claras en la puesta en escena, no así en lo que nos contaba.

Con Yo, mi mujer y mi mujer muerta (¿hay últimamente algún concurso de títulos espantosos en el cine español? A ver quién se lo lleva, si esta o 522. Un gato, un chino y mi padre...), Amodeo vuelve al cine tras seis años de ostracismo tras el batacazo en taquilla de ¿Quién mató a Bambi?, su apuesta supuestamente más comercial, contando entonces con la poderosa productora catalana Rodar y Rodar, a pesar de lo cual no alcanzó siquiera el millón de euros de recaudación. Su nueva película, en coproducción con Argentina, no parece que vaya a sacarle de ese marasmo.

El nuevo film de Amodeo es una extraña combinación de drama, comedia negra, a ratos comedia fantástica, pero siempre con la constante del escaso interés de lo que se nos cuenta y cómo se nos cuenta. Argentina, en nuestros días. Bernardo, profesor de Arquitectura en su país, en torno a los sesenta años, un hombre intransigente, irascible y más bien pagado de sí mismo, acaba de sufrir la pérdida de su mujer; en contra del criterio de la finada, se niega a que sea incinerada y sus cenizas esparcidas en un lugar llamado Las Marinas, en Marbella, España, y la entierra en su país. Pero tras varios sucesos más bien macabros, decide cumplir los deseos de la difunta y viaja a España con las cenizas de la muerta. Allí se encontrará con alguna que otra sorpresa sobre su mujer, de la que resulta que no lo sabía todo, como él creía...

Estructurada en  capítulos (Del “Uno” al “Cuatro”, quizá como una aproximación a las conocidas como “fases del duelo”), Yo, mi mujer... es una película cuyo mayor problema es quizá su indefinición: es y no es una comedia, es y no es un drama, es y no es una necrológica, es y no es una película fantástica, es y no es otras muchas cosas. Lo que sí es cierto es que, sin duda, al menos en nuestra opinión, no es una buena película.
 
Es verdad que Amodeo, que formalmente es un cineasta creativo y con buenas ideas, utiliza algunos atractivos recursos narrativos, como cierta querencia hacia las elipsis (la escena de la pistola de clavos, por ejemplo), y, sobre todo, la ingeniosa idea de, mediante sobreimpresión exacta, solapar en un mismo escenario el momento actual con escenas de la vida cotidiana del protagonista y su mujer cuando esta aún vivía, un recurso visual muy efectivo y hermoso, que Amodeo repite varias veces, siempre con buen tino y con un efecto entre la nostalgia y la melancolía, que conviene bien al tono un tanto necrófilo del film.

Pero lo narrado es muy inferior a esas buenas ideas visuales: el guion es inconexo, caprichoso, arbitrario, como estrafalaria es la forma en la que se da entrada en la historia a los dos coprotagonistas, los personajes de Abi y de Amalia, el primero un pícaro a la usanza del Siglo de Oro (solo que aquí lleva traje de buen corte y se mete cada “tiro” de coca que tiembla el misterio, un agente inmobiliario con tendencia a la mendacidad y a la trampería), la segunda una relaciones públicas de la que poco o nada sabemos de ella, más allá de que tiene “niños” que son por los que aguanta a “viejos babosos”... (sic). Unos personajes que nada aportan, si no es ayudar a avanzar cansinamente la trama, en una historia aburrida, con un inexistente ritmo narrativo y con sucesos que no interesan al público y lo sumamente extraño es que haya despertado algún interés en sus productores.

Algunas escenas que chirrían por su tendencia al gore, como la profanación de la tumba de la esposa, confirman que el cine de Amodeo tiene un problema, una cierta tendencia, gratuita y vacua,  al exceso y a la provocación, que no aportan nada y solo parece querer irritar, estúpidamente, al espectador.

Si lo que pretendía Santi era una película en clave necrofílica, hubiera bastado con que viera qué hizo Truffaut en su estupenda La habitación verde (1978), para comprobar cómo se puede hacer un homenaje a los muertos amados desde el respeto y con una mirada puramente cinematográfica. Es indudable la clase de Amodeo, su elegante puesta en escena, su profesionalidad irreprochable; pero como contador de historias, como lo que los franceses llaman “racconteur”, lo cierto es que el sevillano tiene muchas carencias. Quizá, a la manera del cine norteamericano, debiera centrarse en la faceta de director y poner en escena los libretos de otros. Porque lo cierto es que, hasta ahora, su cine, escrito y dirigido por él, ha sido un cine esquinado, extraño, antipático, un auténtico veneno para la taquilla. Es evidente que su cine no juega en la liga de las comedias ultracomerciales del tipo de El mejor verano de mi vida, Señor, dame paciencia o Villaviciosa de al lado, por citar tres ejemplos de comedia española al uso de esta década de los años diez del siglo XXI; pero eso no quiere decir que funcione como un repelente para el público, que es su destinatario único y último, con permiso de los críticos...

Elegía a su manera sobre el amor muerto, sobre el amor perdido por la llegada de la Parca, Yo, mi mujer y mi mujer muerta quizá ejemplifique cierto tipo de cine español que, queriendo ser original, queriendo ser distinto, termina siendo insufrible y aburrido, dos pecados capitales en esto del cine.

El naufragio no lo pueden salvar ni siquiera tres intérpretes tan solventes como el argentino Óscar Martínez, siempre tan sólido; Carlos Areces, aquí en un registro algo más serio de sus habituales papeles cómicos; y no digamos la sevillana Ingrid García Jonsson, infinitamente mejor que el papel escasamente bizcochable que ella saca adelante como buenamente puede.


Dirigida por

Género

Nacionalidad

Duración

92'

Año de producción

Trailer

Yo, mi mujer y mi mujer muerta - by , Jul 27, 2019
1 / 5 stars
Elegía equivocada