Lorenzo Silva construyó una novela entretenida y bien entramada en El alquimista impaciente, trasplantando con habilidad a escenarios, personajes y ambientes españoles un relato de intriga típico de la narrativa anglosajona. Y para darle el toque ibérico inconfundible hizo de sus protagonistas investigadores un sargento de la Guardia Civil con una soldado subordinada.
A la hora de llevarla al cine la directora Patricia Ferreira, en su segundo largometraje tras Sé quien eres, ha optado por seguir con fidelidad el texto, apenas simplificando algún personaje secundario, pero dejando que la química venga de la pareja protagonista, y también de la víctima, ese ingeniero de una central nuclear que juega con fuego hasta quemarse, y del que vamos sabiendo más a medida que avanza la historia. Como en todo buen relato de intriga no faltarán algunas sorpresas, pero no hay tracas espectaculares, ni persecuciones o tiroteos, optando los autores por la complicidad argumental y la tensión narrativa como eje de su obra.
La buena banda sonora de Javier Navarrete adorna una película profesional e interesante, a la que quizás sólo le falta un punto de garra en algunas secuencias y un poquito de clímax ascendente en su tramo final. En la extraña pareja que conduce la historia, unos convincentes Roberto Enríquez e Ingrid Rubio, que abordan con sencillez y naturalidad sus roles, asumiendo que en ese tono verídico y cercano que tienen sus personajes está, como en todo el conjunto de la cinta, el gran acierto de esta historia de muerte y corrupción narrada sin estridencias.
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