La obra de Marco Ferreri fue insólita incluso entre los cineastas que fueron coetáneos suyos. Inició su carrera como director en España, donde estaba destinado trabajando en una empresa de óptica, y lo hizo junto a Rafael Azcona, seguramente el mejor guionista que haya dado nunca el cine español. En nuestro país realizó dos de sus mejores películas, “El pisito” y “El cochecito”, sátiras esperpénticas de una sociedad de incipiente consumismo. Regresado a Italia, su obra comenzó a dar tumbos, con películas como este “El harén”, hasta que encontró su tema en el ocaso del macho en la sociedad del siglo XX, a lo que dedicó películas como “La última mujer”, “Adiós al macho” y “”El futuro es mujer”.
En “El harén” se plantea una curiosa situación: una arquitecta que se va a casar se lo piensa mejor y decide no hacerlo: aunque quiere al futuro esposo, también quiere a otros dos hombres, igualmente amorosos e imprescindibles. A la vista de ello, decide invertir el sentido del harén mahometano y se inventa un serrallo masculino. Aunque Ferreri contó en este caso también con el inestimable concurso del guionista Azcona, el resultado distó mucho de ser bueno: fue una obra irreal, insólita pero equivocada.
Ferreri derivaría después hacia otro tipo de cine, no clasificable, en el que lo fundamental sería un intelectualismo a lo Reader’s Digest, con pestiños como “Historia de Piera”. Protagoniza este “El harén” Carroll Baker, la Lolita de “Baby Doll”, junto a varios galanes de buena planta de la época, como Renato Salvatori. La música es de Ennio Morricone, por aquel entonces muy popular a raíz de las bandas sonoras de los primeros espagueti-western, “Por un puñado de dólares” y “La muerte tenía un precio”.
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