Rafael Utrera Macías

En capítulo precedente, ofrecimos un comentario del libro recientemente presentado en Sevilla, “Memoría”, autobiografía del arquitecto-cineasta Juan Sebastián Bollaín. En el presente artículo, seleccionamos un título de la filmografía del cineasta, en concreto, la serie filmada para televisión, Dime una mentira, en la que, sus dos sobrinas, Icíar y Marina (ambas actrices en Las dos orillas), conforman los ejes de su desarrollo narrativo. Seguidamente, rescatamos un viejo texto del guionista y director de La Alameda, sobre las características estructurales y fílmicas de este mediometraje, al tiempo que homenajeamos al recordado librero José Manuel Padilla, inolvidable intérprete como vendedor de la Alameda, rodeado de curiosos y colocado ante una maqueta de semejante paisaje urbano.  


Dime una mentira, serie para televisión

Bajo el genérico Dime una mentira se agrupaban, en una serie, veintiséis capítulos, de treinta minutos de duración, que fueron dirigidos por Juan-Sebastián Bollaín y emitidos por "Canal Sur Televisión" en 1990. El tema general del trabajo y el objetivo prioritario del que partía era ofrecer una panorámica del cine español contemporáneo enjuiciado desde "unas ciertas perspectivas andaluzas". Tal como explica su director en su autobiografía (“Memoría”. pág. 404): “Íbamos a realizar la más atractiva lección de cine que se había hecho nunca, mediante un mágico recorrido por el descubrimiento y evolución de su lenguaje y sus cada vez más ricas y complejas formas de expresión”. Las ilusiones se tornarían quebradizas en más de una ocasión y, en varias de ellas, obligados a hacer de tripas, corazón.

Una de las mayores dificultades estaba en la no disponibilidad del material fílmico, apoyatura en imágenes de cuanto la voz en off explicaba, bien por no disponerse de los derechos de autor (de ningún derecho de autor) o por imposibilidad física de encontrar la copia más significativa. A pesar de tales dificultades, el programa "Dime una mentira" resultó un experimento tan significativo como bien estructurado. Las hermanas Bollaín, Icíar y Marina, nuevamente dirigidas por el cineasta de la familia, actuaron de presentadoras de la serie y del personaje entrevistado en cada ocasión. Mientras éste explicaba su experiencia cinematográfica, alternando con su figura, combinando con sus palabras, se insertaban los distintos fragmentos de los títulos correspondientes.

Bajo las órdenes de Bollaín trabajó un equipo que, sirviéndose de las aportaciones previas de los documentalistas (críticos de cine, expertos en el tema), estuvo constituido por Ana Vila y Miguel Olid en la producción, José Luis Martínez en la fotografía, Carlos Faruolo en sonido, junto a otros nombres de especialistas en distintas tareas. Muy acertada nos sigue pareciendo la careta de presentación, adecuada combinación de planos contrastados a los que se añadió la música original de Francisco Aguilera.

Los veintiséis capítulos que conforman la serie se estructuraron en doce bloques diferentes precedidos de un programa piloto de presentación. Los monográficos van recorriendo las diversas áreas de la creación cinematográfica tanto artística como técnica. Los directores Pedro Almodóvar, Manuel Gutiérrez Aragón, José Luis Borau, entre los consagrados, Agustín Villaronga y Felipe Vega, entre los entonces noveles, explicaban con detalle el carácter propio de su filmografía y los avatares de sus producciones.

En sucesivos apartados, y dependiendo ello de películas disponibles, otros realizadores explicaron cuestiones más concretas de sus obras, tales como el uso de la música, de los efectos especiales, del color, de la ambientación, etc. Algún género popular, como la comedia, fue analizado bajo el testimonio directo de los expertos Fernando Trueba y Fernando Colomo. De particular interés nos parecieron aquellos espacios que estudiaban aspectos menos conocidos de la creación cinematográfica: vestuario, decorado, montaje, efectos especiales, etc. Así, se presentó minuciosamente cómo trabajaron profesionales –ya históricos- de la talla de Reyes Abades, Basilio Cortijo, Gerardo Vera. O los testimonios de compositores, hoy clásicos, como Alejandro Massó y Bernardo Bonezzi que informaron, en detalle, cómo se escribía una partitura en función de la escena, del tratamiento fílmico de la secuencia, etc. Entre otros apartados, interpretación, cine en Andalucía, comentario a películas míticas, etc., seguimos destacando, por su interés, los tres capítulos dedicados a la fotografía, donde el tema de la luz, en su tratamiento cinematográfico y en sus relaciones con la pintura, se convirtió en significativa lección maestra.  

Estamos ante un programa dirigido a esa minoría mayoritaria que son los aficionados al cine entendido éste como espectáculo y como arte, pero también a un público muy amplio que puede ver, con detalle y con rigor, cómo y quiénes hicieron -o siguen haciendo- el cine en España. El destino último de "Dime una mentira", bien cumplida entonces su misión divulgadora a través de la pequeña pantalla, no debe ser otro que el de las aulas, tanto de nivel medio como universitario. Buen número de programas explicaron, y siguen explicando, con ejemplar didactismo y oportuno deleite, temas cinematográficos de la historia de nuestro cine; ante ello, la palabra del mejor pedagogo resulta insuficiente.


“La Alameda”, un texto de Juan Sebastián Bollaín

Rescatamos un original de Juan Sebastián Bollaín publicado en el libro “Cine en Andalucía. Un informe de Rafael Utrera y Juan-Fabián Delgado”, Ediciones Andaluzas “Argantonio”. I Festival Internacional de Cine de Sevilla. Sevilla. 1980. Págs 100-103. Es documento de gran interés escrito cuando este mediometraje se estrenaba en festivales y cine-clubs, al tiempo que obtenía galardones y premios otorgados por entidades de muy distintos intereses, ya cinematográficos, ya arquitectónicos y urbanísticos. Aconsejamos su visionado en http://plat.tv, tras la actualización tecnológica efectuada por parte de Filmoteca de Andalucía:


Sobre La Alameda

Con el condicionante de realizar un trabajo para el Colegio de Arquitectos, que sirviera de base para una discusión pública y abierta sobre las posibles alternativas de intervención urbana en un sector del casco antiguo de Sevilla como en la Alameda de Hércules, se planteó el film en sí mismo como una gran discusión en la que los más variados enfoques y puntos de vista aparecieran como elementos sugerentes para el posterior debate. La constante negativa del Ayuntamiento de Sevilla y demás organismos oficiales a participar en la película, hizo cambiar la estructura de esta, orientándose, a partir de entonces, en un sentido bastante predeterminado.

Vecinos del sector, representantes de partidos políticos, técnicos, personajes populares y artistas que tienen o tuvieron alguna relación con el presente o pasado de la Alameda llenaron 30 horas de entrevistas a partir de las cuales se planteó su selección y ordenación, ligada a la afirmación posterior, con la limitación técnica (que se intentó aprovechar en un sentido positivo) de no aparecer, en ningún momento, la imagen del entrevistado con su voz sincronizada. De este modo la película se iba a limitar a una sucesión de opiniones, recuerdos, críticas y sugerencias relacionadas a muy diferentes niveles con la imagen. Se huyó desde el principio de cualquier tipo de dogmática, con voz en off ordenadora y la estructura que, al fin y al cabo, había de poseer el film iba a ser dada a un nivel menos evidente.

La importancia y el peso de la historia de la Alameda en la memoria popular pronto se hizo patente y a ella se dedica casi la mitad de la cinta: la Alameda, centro y edad de oro del flamenco, la Alameda, cuna o residencia de artistas y toreros, la Alameda lugar de expansión y recreo de los barrios cercanos, zona de juergas y prostitución, germen de manifestaciones artísticas genuinamente populares como las murgas, sede de importantes academias de baile, etc., todo ello hoy prácticamente desaparecido.

Un sondeo en las posibles causas de esta desaparición (la depuración de costumbres que supuso la guerra civil, la destrucción de los corrales de vecinos con la expansión de Sevilla, el abandono por parte del Ayuntamiento de la prestación de mínimos servicios y cuidados, la ley de Arrendamientos urbanos, el Plan de reforma interior del casco antiguo...), una exposición y crítica del plan que el Ayuntamiento de Sevilla pretendió - y quizá aún pretende-  imponer para el sector y, finalmente, una serie de sugerencias acerca de lo que hoy sería posible hacer, constituyen los temas sobre los que, de forma más o menos contradictoria, van exponiendo su criterio y los distintos personajes entrevistados durante otra parte de la película.

El problema principal desde el punto de vista cinematográfico se planteaba ante la necesidad autoimpuesta de convertir el film en un espectáculo, a la vez que sugeridor, divertido y lo más alejado posible de lo que podría ser una lección de urbanismo. Todo ello sin que supusiera una renuncia a la labor de clarificación de determinadas cuestiones planteadas.

La elección de personas con auténtica “gracia sevillana” como vehículo de expresión espontánea del contenido oral del film; la exposición gradual de un problema generalizable y candente como es la destrucción de los cascos históricos y la compleja relación imagen-sonido, deberían contribuir a que la película despertara un cierto interés y aportara, sin aburrir, datos para el debate.

Con respecto a la relación imagen-sonido se intentaron varios planteamientos según las secuencias lo aconsejaban: unas veces se trata de simple sincronía, como en el caso de la venta de la Alameda en “el jueves”. Otras son una “ilustración”, como ocurre con el fondo musical durante la secuencia del entierro de Joselito. En otras ocasiones se actúa por contraste, como en las narraciones del pasado con imágenes actuales. En otras, como en las escenas de la guerra civil, existe una cierta metáfora. En otras actúa la burla, la exageración o la ironía, como es el caso de la manipulación de la maqueta del sector. En ocasiones, la dificultad de la idea expuesta exige que la imagen y el sonido se complementen y apoyen para ayudar a su comprensión, como puede ser el caso de la secuencia de la sinopsis histórica de las intervenciones urbanas en la Alameda. La indeterminación en la relación imagen-sonido en otras ocasiones, origina una ambigüedad de esa relación, que puede - o no- estimular la imaginación del espectador, como durante la narración del cuento de Pulgarcito mientras la cámara sobrevuela la Alameda.


Como idea dominante, se trataba, en definitiva, de que el espectador aguantara sin levantarse del asiento cerca de una hora, recibiendo información o sugerencias sobre las que luego discutir.


                                                                                                      Juan Sebastián Bollaín


Pregón de la venta de la Alameda en “El jueves”

Reproducimos en Criticalia este desenfadado pregón, en recuerdo del librero José Manuel Padilla, que puso imagen y voz al vendedor de inmuebles, además de colaborar en otras secuencias de alto valor escatológico:

-¡Se vende la Alameda! A precio módico. ¡Derribamos, destruimos la Alameda, la tiramos! ¿Quién quiere algo de la Alameda? Tenemos inclusive la casa de Adelita Domingo - muy barata- las Siete Puertas, la casa de putas de la calle Urraca Osorio, ¡un buen sitio!  la Manzana Podrida… A ver señora, usted que tiene cara sonriente… un poquito, hombre. ¡Tela marinera, cosa gratis, cosa barata! ¡La Alameda se vende, señores! ¿Quién quería alguna cosa de la Alameda? ¡Inviertan por poco dinero! ¡Los Faroles, el casino ferroviario, La Conga, la casa de putas de la calle Urraca Osorio, la Casa de las sirenas, la Pila el Pato, La Sacristía, la capilla del Carmen, La Manzana Podrida, la casa del barrio de la calle Barco del año de 1698, los Majarones, el hotelito de Chicuelo, la casa de la Academia de Adelita Domingo, las Siete Puertas y las Maravillas!

-¡Esa está vendía ya! ¡Esa está vendía y liquidá!  Eso por 500 pelas lo hemos tirao. ¡Hay que construir, hay que destruir! ¡Se vende la Alameda, señores, se vende la Alameda! A la Vera de la Pila el Pato tenemos el cuartel, a la vera del cuartel tenemos la Sacristía, junto a la sacristía está la Manzana Podrida…
 


Ilustración: Una imagen de la película La Alameda, de Juan Sebastián Bolláin.

Próximo capítulo: Bollaín: la arquitectura de un cineasta. Belmonte. De Las dos orillas a La eficacia de la utopía. Filmografía (y III)