La aventura extremeña vivida por Luis Buñuel y sus colaboradores, tal como se refleja en el título Buñuel en el laberinto de las tortugas, tiene ya tanto de historia como de leyenda. La primera está referida a las características geográficas de la región y a las paupérrimas condiciones de vida de sus habitantes; la segunda, al rodaje del documental dirigido por el cineasta aragonés y a las circunstancias que concurrieron en el mismo, sin olvidar el lugar que ocupa este título en su filmografía y los ecos suscitados en puntuales películas rodadas tanto en México como en España o Francia.
Un ensayo de geografía humana
Hasta la eliminación del feudalismo, en el siglo XIX, la región extremeña de Las Hurdes perteneció a la Casa de Alba. Durante buena parte del siglo XX era el lugar donde el gobierno de turno mandaba a los exiliados políticos partiendo de la base de que las condiciones de habitabilidad eran, probablemente, las peores de España y las más inhumanas de la Península. Entre otros, Unamuno visitó la región en 1913 y quedó tan impresionado como se puede leer en sus crónicas periodísticas llevadas luego al libro “Andanzas y visiones españolas”. El insigne escritor fue acompañado por Maurice Legendre, secretario de la Casa de Velázquez en Madrid, estudioso de Las Hurdes y visitador de sus distintas zonas durante muchos años; sus minuciosos trabajos, fruto de su larga experiencia, culminaron en una detallada tesis doctoral, presentada en 1926, que pronto fue editada como libro. Su texto y sus ilustraciones llamaron la atención de periodistas, escritores, cineastas…
Durante el reinado de Alfonso XIII, el monarca quiso visitar la zona; hizo un primer viaje en 1922 y un segundo en 1930. Los beneficios para la región y, especialmente, para sus habitantes, fueron muy relativos, por no decir prácticamente nulos. Los reportajes que prestigiosas revistas elaboraron con ocasión de las visitas reales favorecieron la imagen del rey, aunque con resultados diferentes en cada caso. La llegada de la República, en 1931, supuso un cambio de estrategia que debía ir más allá de transformar el Real Patronato de las Hurdes en Patronato Nacional de las Hurdes…
Un documental etnográfico
Las Hurdes o Tierra sin pan es película de Buñuel catalogada como documental etnográfico, aunque el director preferiría definirlo, siguiendo el libro de Legendre, como “ensayo de geografía humana”. Este tipo de cine tenía sus antecedentes en la literatura y sobre todo en pintura (v.g. Gaugin y la Polinesia), donde el interés por las civilizaciones exóticas y las culturas primitivas de pueblos perdidos habían dado obras maestras. Más allá de las obras de Flaherty, Nanuk el esquimal y Hombres de Arán, tanto el cine norteamericano como el ruso ofrecían buenos ejemplos donde la vida de ciertas poblaciones carecía de elementos básicos de subsistencia (el pan, la sal, etc.) e, incluso, personas y animales parecían claros antecedentes de cuanto el director aragonés tendría ocasión de filmar.
Entre los cineastas conocedores del citado libro de Legendre estaban Yves Allegret y Pierre Braunberger, socios en el campo de la exhibición cinematográfica. El primero organizó, en 1932, un viaje a Las Hurdes, en el que ya venía Eli Lotar para filmar un documental sobre la región; lamentablemente, fueron detenidos en Andalucía, donde pretendían rodar las agitaciones campesinas, por lo que el proyecto cacereño quedó cancelado. Buñuel sería heredero directo, tanto por incorporar al antedicho camarógrafo como por usar las cámaras propiedad de Braunberger, al parecer una Eclair, de manivela, y una Eyemo, sin capacidad aún para varios objetivos.
El equipo de Buñuel
Antes de la llegada del equipo de rodaje, Buñuel había estado en la comarca efectuando anotaciones y reconociendo las zonas geográficas más significativas. Rafael Alberti y María Teresa León le acompañaron durante algunos días. Con posterioridad, lo hicieron Pierre Unik, poeta, periodista, Eli Lotar, cámara, Rafael Sánchez Ventura, profesor universitario, y Ramón Acín, artista, que contribuyó con 20.000 pesetas a la producción del film. Todos ellos estaban vinculados a organizaciones de izquierda, comunistas o anarquistas. Unik, internado posteriormente en un campo nazi, consiguió escapar y murió poco después. A Acín, su amigo Luis le dedica un párrafo en su libro de memorias “Mi último suspiro”, donde dice lo siguiente: “Ramón Acín, anarquista convencido, daba clases nocturnas de dibujo a los obreros. En 1936, un grupo armado de extrema derecha fue a buscarlo a su casa en Huesca. ÉEacute;l consiguió escapar con gran habilidad. Los fascistas se llevaron entonces a su mujer y dijeron que la fusilarían si Acín no se presentaba. ÉEacute;l se presentó al día siguiente. Los fusilaron a los dos”.
Sobre el dinero entregado por Acín para la producción de la película, fruto del premio de la lotería, existen algunas variantes; una de ellas, asegura que Buñuel prestó el dinero para la compra del décimo y otras afirman que la madre de Luis apoyó económicamente la producción, sin que sepamos mayores detalles.
El equipo se instaló en el santuario de Las Batuecas, que había sido transformado en hostal y disponía de ciertas comodidades, impensables en la zona. Buñuel levantaba a sus compañeros en la madrugada y, tras horas de viaje a pie, efectuaban el rodaje establecido para ese día. A partir de las 3 comenzaba el retorno. El 23 de abril de 1933 comenzó la filmación y la finalizaron el 22 de mayo. Entre otras dificultades, debían resolver el sistema de iluminación, puesto que en la zona no había electricidad. Para el rodaje de interiores, usaron papel plateado en las pantallas reflectantes y antorchas para escenas nocturnas.
Puesta en escena rigurosamente controlada
El rodaje, en general, y la puesta en escena estuvo rigurosamente controlada por el director, muy lejos de lo que el espectador supone como “natural” en el género documental. En palabras de Lotar: todo está reconstruido, elaborado. Los campesinos interpretaban sus propios papeles y sus trabajos estaban remunerados. Los habitantes de Martilandrán, coordinados por el alcalde, celebraron un almuerzo en el que se consumieron las dos cabras (previamente compradas) abatidas en los montes, y veinte grandes panes, no sin antes haber ejecutado cuanto ordenaba el director.
La cabra despeñada en el monte fue víctima de un disparo del propio Luis; los descartes conservados lo hacen evidente tanto por la pistola en su mano como por el humo que sale de la misma. La frase “Respetad los bienes ajenos”, escrita en la pizarra de la escuela, tiene poco de “elegida al azar”. Frente a lo que se dice en la banda sonora, la niña con pústulas en la boca, no murió. El entierro fluvial del niño estaba planificado en todas sus facetas de modo que, entre otras cosas, el hijo no estaba muerto, sino dormido y la madre, no era la madre, sino una “actriz”, que cobró veinte reales.
Tras el rodaje, Buñuel marchó a Madrid para efectuar el montaje. Como carecía de moviola, se sirvió de una mesa de cocina y de una lupa; según él mismo, descartó material en buenas condiciones por considerar que las imágenes estaban movidas.
Estreno, proyecciones, prohibición
A finales de 1933, Buñuel decidió presentarlo al público, entre otras cosas porque Acín le reclamaba la inversión efectuada en la producción de la película. Se proyectó en el madrileño Palacio de la Prensa, en sesión del cine-club Imagen, dirigido por el historiador Manuel Villegas López. Buñuel hizo el oportuno comentario en vivo, dado que la película no estaba aún sonorizada. Críticos y comentaristas, con alguna excepción, acogieron distanciadamente el film y el gobierno de Lerroux aprovechó para prohibir su exhibición. La proyección que el cineasta ofreció al doctor Marañón, presidente del Patronato Nacional de Las Hurdes, acabó en trifulca porque el famoso doctor no aceptó que, en Las Hurdes, sólo existiera lo que el cineasta había mostrado.
La película fue estrenada en París a finales de 1936 bajo el título de Tierra sin pan (dado que el primitivo Las Hurdes no tenía ninguna significación para un público extranjero), con el comentario que Buñuel y Unik habían escrito para la banda sonora.
La deuda de Buñuel con Acín
La edición del volumen “Luis Buñuel. Correspondencia escogida”, en edición de Jo Evans y Breixo Viejo, nos permite conocer cómo se resolvió la deuda que el director de “Las Hurdes” tenía con su productor, inversor en la película de las famosas veinte mil pesetas procedentes del premio de la lotería.
En agosto de 1934, Acín escribe a su amigo Luis informándole de que necesita dinero para “explotar unas cosas de geografía que tengo que patentar…”. Como ya hemos dicho, Ramón y su esposa, Concha, fueron asesinados en agosto de 1936.
Cuando treinta años más tarde, en 1961, Buñuel viva en Madrid, enviará un cheque por valor de 60.000 pesetas a Katia Acín Monrás, así como una carta explicativa en la que se especifica que la cantidad debe repartirla con su hermana Sol; de otra parte, es un avance de lo que piensa enviarle cuando, de vuelta a México, revise sus cuentas. La respuesta de agradecimiento la envía Sol a los pocos días de recibir la precedente.
Un año después, en 1962, Luis escribe a Pierre Braunberger, le comenta lo enviado a las herederas de su productor y cuánto está dispuesto a abonarles todavía; para ello, quiere vender la película y le ofrece al productor los derechos sobre la misma. En carta posterior, Buñuel le explica haber recibido de otra institución mil dólares, que ha enviado a las hermanas Acín, aunque por razones de contrato, a Braunberger le debe otros mil. Y en tono sarcástico, el de Calanda parece reírse de sí mismo y de su escasa capacidad para comerciar (“Estoy orgulloso de ser un buen comerciante…”), aunque, sin duda, su conciencia quedó tranquila tras el abono a la familia Acín.
Bibliografía sobre el cineasta
La bibliografía sobre Buñuel tiene, a día de hoy, alcance universal. En España, los libros del profesor Agustín Sánchez Vidal han sido una guía digna de ser seguida por su pionerismo (“Luis Buñuel: obra cinematográfica”), primero, y por su continuada labor investigadora durante muchos años (“El mundo de Buñuel”).
Para la redacción de este artículo hemos consultado especialmente los libros de Román Gubern y Paul Hammond “Los años rojos de Luis Buñuel” (que tuvimos el honor de presentar, junto al historiador español, en la FNAC de Sevilla) y el de Ian Gibson “Luis Buñuel. La forja de un cineasta universal”, del que el lector interesado puede consultar nuestro artículo en Criticalia Buñuel por Gibson.
Ilustración: Una imagen de la película Tierra sin pan, de Buñuel.