Rafael Utrera Macías

Largometrajes del ciclo (continuación)

Tiempo de amor (1964)

Aún sin estrenar Cuando estalló la paz, Diamante, con la colaboración en el guión de su esposa Elena Sáez, acomete una película estructurada en episodios; será producida por Época Films, empresa creada por, entre otros, Eduardo Ducay, cuyo empeño inicial sería ofrecer un cine de calidad (Los chicos, de Ferreri. 1959) y ampliar sus proyectos en el extranjero mediante el sistema de coproducciones (Tristana, de Buñuel. 1969). La película Tiempo de amor, filmada en 1964, entraba en el primer bloque (aunque a su alrededor tuvieran que producirse otras de menor fuste y mayor comercialidad) y sería distribuida por la poderosa Metro-Goldwyn-Mayer Ibérica.

Tanto su presentación en el Festival de Valladolid como su estreno en la Gran Vía madrileña constituyeron un éxito de crítica y público además de conseguir diversos premios. Por el contrario, las dos revistas especializadas de mayor alcance, editadas en la capital de España, “Film Ideal” (nº 154) y “Nuestro Cine” (nº 34), fueron menos generosas a la hora de recepcionar el film, aunque siempre desde la exigencia obligada para con un tipo de cine con hechuras muy por encima de la media habitual.

El guión de Diamante/Sáez se organizaba en tres episodios, independientes en su respectiva argumentación y anecdotario, aunque unidos en su estructura interna por diversos elementos que, atendiendo a títulos precedentes del autor, constituían motivo de su preocupación o de sus intereses socioculturales. El rótulo sobreimpresionado a la imagen primera de cada bloque, “el atardecer”, “la noche”, “la mañana”, metaforiza y condensa el sentido pretendido en cada historia.

El amor, ese término tan manido y, al tiempo, tan complejo e inabarcable, se explicita en cada bloque mediante historias que responderían, respectivamente, a “eterno noviazgo”, “ligue ocasional”, “crisis matrimonial”. Las relaciones de pareja se establecen mediante los personajes de Elvira (Julia Gutiérrez Caba) y Alfonso (Agustín González), María (Enriqueta Carballeira) y Servando (Julián Mateos), Pilar (Lina Canalejas) y José (Carlos Estrada), mediatizadas todas ellas por un contexto social, familiar y religioso agobiante, complejo, determinante.

En el primer sketch, el casamiento del empleado de banco con la mecanógrafa está condicionado por la conquista de la oposición oficial que lo convertirá en funcionario para siempre. Sobre este asunto pivota una relación sentimental apoyada en lo rutinario y en la exclusión de la sexualidad hasta que la Iglesia los haya bendecido. La pérdida de la virginidad como factor anticipado a lo que marca la regla social será una prueba insuperable que marcará, en semejante relación, un antes y un después; la entrega de la mujer, rompiendo los tabúes de su educación sentimental, parece incapaz de ser reconocida por el hombre quien, desde este momento, mira para otro lado, buscando cualquier elemento femenino ajeno a los de su compañera. A los jóvenes espectadores de este ciclo, les puede resultar incomprensible la situación; quienes la vivieron, aunque fuera desde lejos, pueden dar fe de que tal historia no responde sólo a la ficción.

El ligue ocasional que Servando, en el segundo episodio, quiere procurarse tentando la voluntad de la joven empleada es un duelo a espadas entre alguna modalidad del donjuanismo (cuyas armas de seducción son el piso convertido en picadero o el amplio y moderno automóvil) y una variante femenina del romántico “ángel de luz” (representado por la ingenua muchacha de humilde extracción social que no está preparada ni dispuesta a regalar su sexualidad). La educación familiar apoyada, entre otras cosas, en la llegada nocturna a la casa paterna antes de que den las diez, consigue que el ligue del dadivoso señorito no consiga su último objetivo. El sexo, con alevosía y nocturnidad, requiere, en este caso al menos, un poquito de amor. La interpretación de Enriqueta Carballeira como María, la dependienta de los grandes almacenes Simeón, es digna de una selectiva antología de nuestro cine. (Ver escena de la película pinchando aquí).

El tercer sketch se localiza en el madrileño barrio de Entrevías, lugar donde ejerce su profesión José, un comprometido médico cuya preocupación es la asistencia generosa a la gente humilde más allá del cobro de sus emolumentos. Es padre de tres hijos; su esposa Pilar, titulada universitaria aunque sin ejercicio, reprocha al marido su altruismo por cuanto perjudica la economía familiar. La consiguiente crisis deviene en distanciamiento amoroso y, puntualmente, en violencia machista, lo que pone al matrimonio en el umbral de una inminente separación. La reconsideración de los hechos por parte de la mujer acabará en final feliz.

Aunque Diamante tuvo como ejemplo real a un médico con actitudes profesionales semejantes, en nuestra opinión, es este el episodio más artificialmente construido. Los giros argumentales que organizan los comportamientos de la mujer parecen forzados en sus causas y un tanto gratuitos en sus consecuencias: el encuentro casual con la compañera de estudios motiva situaciones posteriores pero la falta de precisiones para el espectador dificulta una recepción más convincente; del mismo modo, el cambio sentimental de la mujer, víctima de una bofetada (física y moral), no parece suficientemente desarrollado para darle tiempo a olvidar el disgusto y tomar conciencia de la situación.

Esta película fue la seleccionada por la “Antología Crítica del Cine Español 1906-1995” (Julio Pérez Perucha, Editor) como la más representativa de la filmografía de Julio Diamante.

El arte de vivir (1965)

Eco Films fue una productora madrileña fundada en 1962 y presidida por Juan Miguel Lamet. Su interés por un cine diferente le permitió apoyarse en las nuevas propuestas ministeriales, más benévolas en la censura y dispuestas a apoyar a las jóvenes promesas tituladas en el IIEC/EOC. Por ello, produjo las óperas primas de Summers, Patino y Picazo, así como el tercer largometraje de Diamante, El arte de vivir, presentado en el Festival de Berlín antes de su estreno en España.

El título quiere sugerir la capacidad del ciudadano para cambiar sus posicionamientos ideológicos desde un severo inconformismo a un progresivo aburguesamiento; la propuesta inicial de denominarlo “El inconformista”, apuntaba a ciertos sectores, preferentemente jóvenes que, al carecer de verdadera conciencia política, difícilmente podrían mantener actitudes críticas durante mucho tiempo.

La canción “Todo va bien en el mejor de los mundos” (letra de Diamante, música de Waitzman), que canta Miguel Ríos mientras aparecen los títulos de crédito, sugiere y apunta al tono y acciones, modos y actitudes que se van a presentar. El director vuelve a estructurar el eje dinámico de su película sobre la dialéctica amor y profesión, trabajo y sentimientos. En este caso, el personaje masculino es Luis (Luigi Luciani), un recién licenciado universitario que busca empleo acorde con su titulación y capacidades, por más que ninguno le satisfaga; el femenino Ana (Elena María Tejeiro), oficinista, tiene marcados los techos de su vida aunque siempre estará dispuesta a subir en la escala social incluso cediendo con la moral al uso.

Los correspondientes fracasos de Luis en ámbitos laborables a los que no se pliega y, posteriormente, el reconocimiento de sus aptitudes en un nuevo y moderno ámbito profesional, van modificando sus esquemas mentales; inconformismo inicial, aburguesamiento posterior, marca, al tiempo, los diferentes comportamientos de la relación afectiva; esta comienza a hacer aguas cuando el empresario presione, con tan sutiles como perversas maneras, sobre el profesional, incapaz ya de controlar las exigencias laborales como de impedir sus efectos en la vida privada. De la misma manera, la familia, en la persona de la madre (Lola Gaos) y la apoyatura del primo (Juan Luis Galiardo), ejercen la necesaria presión para que el buen burgués de origen provinciano abandone la relación sentimental con la humilde chica oficinista.

El equívoco y el juego amoroso que llega de fuera, pondrán la nota dramática en la vida de la muchacha mientras que Luis, saboreando las delicias de la ambigüedad social y olvidando sus antiguos compromisos ideológicos, dejará a un lado el amor para ejercer el arte de vivir: vestir terno diplomático, tomarse una bebida fría, lustrarse los zapatos por el limpia. La canción “Todo va bien…”, repetida ahora, suena a orto de buena nueva vida aunque, por el contrario, también remite a ocaso de juveniles ilusiones marchitadas.

La radiografía moral que Diamante hace con su personaje escapa a la época cronológica referida en la película y adquiere valores de manifiesta intemporalidad. La actuación de la gran empresa sobre sus viejos y nuevos profesionales, fiscalizando modos y maneras, reprimiendo y exigiendo, es el más claro precedente de la Bruster & Bruster que Roberto Bodegas nos enseñó en Los nuevos españoles; el nuevo capitalismo cree y hace creer en El arte de vivir que la “fabrica”, ese alto edificio deshumanizado con aspecto de jaula, es “algo superior”, como claramente expone el Director General, Sr. Smeyers, a su joven empleado Luis, en el que ha puesto todas sus ilusiones.

Junto a un elenco de primeras figuras, Diamante compone papeles secundarios para sus amigos del cine, Manuel Summers, o del teatro, Lauro Olmo, Carlos Muñiz, Antonio Buero Vallejo. Y en su afición y conocimiento del flamenco, no falta la presencia del cantaor, Rafael Romero, acompañado a la guitarra por Perico el del Lunar (hijo), quien con su petenera, parece poner en tela de juicio la vida de los concurrentes: “Yo quisiera renegar/ de este mundo por entero/ volver de nuevo a habitar/ por ver otro mundo nuevo/ donde encontrar la verdad”. La plenitud del flamenco y sus posibles usos cinematográficos los llevaría a cabo este realizador diez años después con La Carmen.


(ver escena de El arte de vivir pinchando aquí)

La Carmen (1976)

La Carmen, producida por Richard Films, empresa con escasa vinculación a la cinematografía y dudosos intereses en este campo, es una visión muy personal del mito literario de Carmen la cigarrera donde la actualización y coetaneidad de los personajes y sus situaciones llevan a lo que hemos denominado, en otro lugar, una “españolada digna”; es evidente que el personaje de Mérimée ha sido, generalmente, transformado por el cine español en bailaora o cantaora. El conocimiento de Diamante sobre la historia del flamenco y su capacidad para organizar una dramaturgia adecuada con los caracteres del mito, hacen de esta Carmen un ejemplo peculiar en su ya extensa filmografía.

Como él mismo ha dicho, se trataba de inventar una historia donde el flujo de acontecimientos sucediera en el contexto contemporáneo de este peculiar sector social. El libro del escritor francés ofrecía la pauta necesaria pero lejos estaban los guionistas de hacer una adaptación más, de la novela, de la ópera. Para explicarlo en términos musicales, el director estimó que la historia debía ser como una soleá, poética, desgarrada, impregnada del sentido existencial que el flamenco encierra.

Tal mundo flamenco se organiza en base a tres personajes principales: José (Julián Mateos), Carmen (Sara Lezana) y El Morao (Rafael de Córdova). La inicial relación amorosa entre una rumbera de teatro ambulante y el chulo protector se amplía a un inevitable triángulo donde el elemento adverso (y por ello perverso y nocivo) actúa como si en una cerrada comunidad se presentara un forastero; este será único superviviente, a la vez que consumado asesino, cuya única salida para resolver situaciones no parece ser otra que la eliminación del contrario.

La película se estructura como un complejo flash-back donde, desde el dramático presente en el que Carmen ha sido asesinada, se rememora la vida de la artista en su especial relación con José. Como en el capítulo III de la novela original, este otro José se convierte en narrador de unos hechos que, en su conjunto, están dados desde su particular punto de vista. Por ello, no es tanto la historia de La Carmen, sino la propia historia de este joven contextualizada en la España franquista, con todos los determinantes y determinismos que ello pudiera conllevar. La propia recurrencia a otros flash-back, nuevos bucles en el interior de la propia narración, refuerzan la subjetivización de unos acontecimientos que el espectador recibe desde la vivencia del personaje.

La víctima de un sistema socio-laboral-cultural se convierte, acaso a pesar suyo, en verdugo de otro elemento de ese mismo sistema. Los españoles retratados sobre el fondo oscuro que la película ofrece componen un macrocosmos sobre el que se resalta un mundo peculiar, presentado a su vez como un microcosmos, en el que se dan cita profesionales del flamenco y oportunistas del mismo. El choque de fuerzas, centrífugas unas veces y centrípetas otras, origina un tipo de relaciones que devienen para sus ejecutantes unas veces en satisfactorias y otras en perversas; así funciona la relación de este José y esta Carmen en donde la presencia de la muerte, más esperada que inesperada, no deja lugar a dudas sobre los destinos de hombres o mujeres cuyas vidas se desenvuelven, en tantas ocasiones, sobre el estrecho espacio del filo de una navaja.

Respecto a la presencia del flamenco en la película, cuenta con intervenciones diversas que la convierten hoy en una preciada muestra antológica de sones y palos bailados o cantados por figuras y voces prestigiosas: las rumbas flamencas de Sara Lezana (con su esperpéntico acompañamiento de la cuadrilla de enanos y la paralela intervención de un travestido Paco España) en el teatro de feria; las peteneras bailadas en el tablao con acompañamiento del grupo flamenco; las soleares seguidas de bulerías en el escenario desnudo del teatro con buen acompañamiento de palmeros; y la danza última, antes de que José use la media negra para matarla. También la voz de Enrique Morente aportará una seguiriya mientras que El Agujetas cantará martinetes “a palo seco” en su condición de condenado a muerte. Enrique el Cojo (Bernardo de Utrera en el filme), maestro de baile, se gana la vida, en su academia doméstica, enseñando a nativos y extranjeros, al tiempo que descubre el ángel de su sobrina, la Carmen. Estas secuencias podrían pertenecer, por derecho propio, a un documental sobre la figura del bailaor; de alguna forma, anticipan el baile de Antonio Gades (sobre todo la farruca) en la Carmen, de Saura. (ver escena de La Carmen pinchando aquí)

La memoria rebelde (2012)

Con guión y dirección de Diamante, La memoria rebelde es un documental construido en base a las numerosas entrevistas hechas a distintas personalidades de ámbitos muy diversos para analizar el proceso histórico que comienza en la Segunda República Española y termina en la etapa de la Transición Democrática. Tiene dos versiones de diferente duración: 120 minutos la primera; otra, estructurada como serie, de 240 minutos y segmentada en cuatro unidades de una hora cada una. La primera fue estrenada, en el madrileño Cine Doré, por Filmoteca Española en Febrero de 2013.

La cita que encabeza la película dice: “La memoria es un fruto agridulce. Enriquece la Historia y el futuro no debe ser ajeno a ella”. El guionista y también entrevistador organiza las preguntas en función de diferentes unidades temáticas relativas a la historia y construye una narración de carácter diacrónico cuyos puntos fuertes son el carácter de la Segunda República, los acontecimientos de la Guerra Civil, el funcionamiento social y político del franquismo, las circunstancias que dieron lugar a la transición democrática y los aspectos, positivos y negativos, que la caracterizaron.

Los entrevistados son Rafael Azcona (Guionista); Marcos Ana (Poeta), Santiago Carrillo (Político), Gonzalo Puente Ojea (Embajador), Pilar Bardem (Actriz), Carlos Jiménez Villarejo (Fiscal Anticorrupción), José Antonio Martín Pallín (Magistrado del Tribunal Supremo), José María Díez Alegría (Jesuita), Alberto Iniesta (Obispo), José Antonio Labordeta (Cantautor), Ana María Matute (Novelista), Nicolás Sartorius (Abogado), Rosa Regás (Escritora), Armando López Salinas (Novelista), Jorge Semprún (Escritor), Luis Otero (Militar UMD), Víctor Pradera (Periodista), Ramón Sáez (Magistrado) y Francisco García Salve (Sindicalista).

Tales temas van abordando aspectos relativos a la Justicia, la Iglesia, los Sindicatos, la represión franquista, la vida y costumbres durante la dictadura, etc. Determinadas opiniones critican la manera como se hizo la transición, que faltara democracia, que no resolviera importantes aspectos del momento como la Jefatura del Estado, el mantenimiento de la Iglesia, la Ley de Amnistía, el mantenimiento del Valle de los Caídos con la tumba del dictador, etc.

El resultado es una colectiva reflexión, enjuiciada desde la izquierda, sobre una pluralidad de asuntos pertenecientes a los periodos señalados,

Balance final del ciclo

El ciclo de la Academia dedicado a Julio Diamante, en Marzo de 2015, ha permitido revisar una parte de la filmografía del cineasta gaditano al cabo de medio siglo de existencia; la misma ofrece un complejo panorama social donde queda retratada la España del franquismo en sus más variados aspectos. Otros elementos complementarios han dado fe tanto de sus amplios conocimientos artísticos como de sus claros posicionamientos sociopolíticos.


Pie de foto: Enriqueta Carballeira (María) en Tiempo de amor.