“Cuántos caminos debe recorrer un hombre,
antes de que le llames "hombre".
Cuántos mares debe surcar una blanca paloma,
antes de dormir en la arena.
Cuántas veces deben volar las balas de cañón,
antes de ser prohibidas para siempre.
La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento,
la respuesta está soplando en el viento.”
(Fragmento traducido de la canción “Blowing in the wind”, original de Bob Dylan)
Le han dado el Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan y parece que se lo han dado a Chiquito de la Calzada. Hombre, un respeto. Se cree con fundamento que el primer gran literato de la Historia, Homero, no llegó a poner por escrito absolutamente nada, y que sus obras capitales, que lo son de la Humanidad, La Iliada y La Odisea, sobre las que se basa toda nuestra civilización, fueron historias orales transmitidas entre generaciones, hasta que fueron fijadas por escrito varios siglos después de la muerte del poeta ciego.
Entonces, ¿a qué viene este alboroto porque a Bob Dylan le hayan dado el Nobel? No sólo es literatura lo que se escribe, como no sólo es música lo que se toca con instrumentos. Plácido Domingo, o Mariza, por poner ejemplos muy distintos, hacen música con su voz. ¿Por qué no se considera literatura las bellísimas, atormentadas letras de Blowing in the wind, Like a rolling stone, Knockin’ on Heaven’s door o Hurricane? Además, existe el ilustre precedente de otro bardo de altísimo rango como Leonard Cohen, flamante Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2011, y entonces nadie se rasgó las vestiduras.
Dejando al margen el tema del Nobel de Literatura, que por parte de quien suscribe este texto nos parece totalmente merecido, lo cierto es que Bob Dylan es una de las figuras de la cultura popular más relevantes del siglo XX y del presente XXI. Es difícil encontrar una persona de nivel de formación medio que no sepa quién es. Y lo curioso del caso es que tomó su apellido de otro grande, el poeta Dylan Thomas, incumpliendo con ello la norma no escrita de no ponerte o que no te pongan nombres de gente famosa. Eso lo debió saber bien, por ejemplo, el Inca Garcilaso, poeta peruano al que a buen seguro la figura gigante de su homónimo Garcilaso de la Vega le ensombreció durante toda su vida; o Leopoldo Alas, escritor español del siglo XX, descendiente lejano del otro Leopoldo Alas, el inmortal “Clarín” del siglo XIX, al que desde luego no benefició ese nombre y ese apellido; pues Bob Dylan (nacido Robert Allen Zimmerman), sin embargo, llegaría a ser mucho más famoso que el poeta del que tomó la gracia.
Y apartando las cuestiones nobelianas y nominales, centrémonos en el cine, que para eso es el tema de CRITICALIA. No se puede decir que a Bob Dylan el cine le haya dado igual, ni mucho menos: ha tenido una relación de lo más variopinta con el llamado Séptimo Arte, desde director a guionista, desde montador a actor. Eso sin hablar de su faceta de compositor (en la que sin embargo se ha mostrado muy parco), y no digamos ya en la de cantante; es lo que tiene ser una figura archiconocida de la cultura popular, te incluyen tus canciones en filmes y series televisivas de toda laya. La IMDb, la biblia del cine, censa hasta este año de 2016 más de seiscientas películas y series en las que se ha incluido al menos una canción de Dylan.
Pero es que además el cantautor de Minnesota ha llegado a escribir y dirigir una película, Renaldo y Clara (1978); que el resultado no fuera precisamente para tirar cohetes no quita mérito a la osadía de este artista total que quiso también probar suerte diciendo aquello de “luces, cámara, acción”. En la película también intervenía como actor el propio Dylan, curiosamente haciendo del Renaldo del título, y también figuraba el personaje de Bob Dylan, interpretado por otro actor, Ronnie Hawkins, que ya es rebuscado… Dylan había intervenido ya como actor en Pat Garret y Billy The Kid (1973), uno de los escasos fracasos comerciales de Sam Peckinpah, donde el cantante puso también la banda sonora (incluida la bellísima Knockin’ on Heaven’s door). Con posterioridad a esas dos películas, Bob Dylan ha intervenido en papeles protagónicos en filmes como Corazones de fuego (1987), de Richard Marquand, y Anónimos (2003), de Larry Charles, antes de que éste se dedicara a malcocinar las chorradas de Sacha Baron Cohen; y también ha hecho papeles episódicos, a veces del tipo cameo, en películas como Camino de retorno (1990), de su amigo Dennis Hopper (aunque los desmanes de los productores hicieran que figurara como director el socorrido Alan Smithee).
En cuanto a la aparición de una o varias canciones suyas en más de seiscientas bandas sonoras de cine y televisión, espigaremos algunas, para no hacer este artículo de una longitud próxima al rollo de papel higiénico (esperemos también que no tenga la misma condición…): entre las películas hechas para el cine podríamos citar, entre las más recientes, Demolición, Boyhood, A propósito de Llewyn Davis, El lado bueno de las cosas y Criadas y señoras; entre las ya algo más alejadas, Brokeback Mountain, Ali, Huracán Carter (¡lógicamente!), Forrest Gump, y otro Coen, El gran Lebowski. Entre las más antiguas, la mítica Easy Rider, la extraña Deliverance, la oscarizada El regreso, la también legendaria (por otros motivos) Rebeldes, de Coppola, y Tomates verdes fritos.
Por lo que se refiere a las series televisivas, hay joyas en forma de canciones dylanianas en títulos recientes, como True Detective, American Horror Story y The Walking Dead, y otras ya con algunos años encima, como Prison Break, Californication o Los Soprano. Pero también aparecen en series antiguas, desde la mítica Misión Imposible (la original, se entiende, la de los años sesenta con Peter Graves, Martin Landau y toda la panda) hasta Fama, pasando por Corrupción en Miami.
Claro que la relación de Bob Dylan con el cine no se ha limitado a los aspectos citados, sino que hay otro más que resulta interesante e inevitable cuando eres una leyenda viva: presentar el personaje Bob Dylan en pantalla; de esta forma aparece en más de treinta títulos de cine y televisión. Además de ese rol en Renaldo y Clara, interpretado por otro que no era él (lo que ya es peculiar), la otra gran curiosidad en este apartado es, sin duda, I’m not there (2007), de Todd Haynes, donde Dylan es interpretado por hasta seis actores (y actrices), en lo que sin duda fue un “tour de force” inédito; entre otros le pondrán cara al cantante de Minnesota gente como Richard Gere, Cate Blanchett, Christian Bale y Heath Ledger. Al lado de esta exuberancia interpretativa, la verdad es que el resto de títulos palidece. No obstante, mencionaremos algunos, como (de nuevo) A propósito de Llewyn Davis, donde el papel del bardo lo hace Benjamin Pike; y la guasona No es el Mesías (Es un sinvergüenza), con el montypythoniano Eric Idle como Dylan.
Volvemos al principio: hay una tendencia al purismo que me parece lamentable. Por lo visto, el Nobel de Literatura sólo lo puede recibir un escritor al uso. Si tiene la manía de poner música a sus poemas, ya no nos vale… ¡Cuánto elitismo trasnochado!
Pie de foto: Cartel de Pat Garrett y Billy The Kid, con música e interpretación de Bob Dylan.