“Ahora acabo de creer -dijo a este punto Don Quijote- lo que otras muchas veces he creído: que estos encantadores que me persiguen no hacen sino ponerme las figuras como ellas son delante de los ojos, y luego me las mudan y truecan en las que ellos quieren”.
Miguel de Cervantes. El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha
II parte. Capítulo XXVI
El explicador en Vida en sombras, de Lorenzo Llobet Gracia
Esta película, rodada, tras numerosos infortunios, en 1948, no pudo ser estrenada hasta 1953. Al ser catalogada en ínfima categoría y proyectada en salas de reestreno, padeció el olvido de los especialistas durante años. Recuperada y estudiada oportunamente está hoy considerada como una joya de nuestra cinematografía.
En ella, Llobet Gracia narra la vida de Carlos Durán (Fernando Fernán Gómez), un cineasta malogrado a causa de dolorosas circunstancias personales que, tras largo tiempo de inactividad, retoma su profesión, antes ilusionada vocación que oficio; estamos ante una genuina variante del cine dentro del cine. En efecto, cargada de referencias cinéfilas, esta biografía se ilustra, por necesidades narrativas, con imágenes de películas como La moneda rota, Romeo y Julieta o Rebeca, además de mostrar ciertos artilugios cinematográficos relacionados con las distintas etapas del personaje.
El inicio de la película muestra a un matrimonio, a principios del siglo XX, que pasea por las calles de una feria; en el estudio del fotógrafo posan, a las órdenes de éste, según normas de la época, música de gramófono incluida; luego, junto a otra pareja, tiran al blanco y juegan al pajarito de la suerte: ésta les favorece con un zootropo, la última moda en París, aparato que, al girar, pone en movimiento las imágenes en él colocadas; será el primer juguete del hijo próximo a nacer.
Seguidamente, atraídos por las voces de un charlatán, se acercan a la “barraca de los franceses” donde se exhibe el cinematógrafo, la gran novedad de la feria, en una sala confortable donde los espectadores pueden sentarse. Al fondo, la sábana blanca, en funciones de pantalla, acoge las diversas proyecciones de la sesión, compuesta de distintos “cuadros” donde se combina el baile en grupo de las “cocottes” con el de la vedette que emula a La bella Otero, el tren que parece arrollar a los espectadores, otra bella, ahora llamada Mimí, que lanza diferentes trajes a dos caballeros sucesivamente vestidos de policía, labrador, indio, etc. Después, el ladrón de alcoba que frustra su robo por la llegada de las propietarias y, finalmente, el mago español Pedrito, aventajado alumno de Méliès, que saca de la chistera ¡un niño recién nacido! El llanto que se oye no es de este bebé; pertenece al hijo del matrimonio que, inesperadamente, acaba de nacer en la sala. Este hecho y el zootropo, que recibirá como primer regalo, auguran la vocación de un insigne cineasta.
Llobet presenta al personaje (interpretado por Fernando Sancho) bajo la doble dimensión de charlatán, con la misión de atraer al público, en el exterior de la barraca, y de explicador de las incidencias de los cuadros, en el interior de la misma. Vestido con llamativa chaqueta de cuadros y gorra a juego, su figura se hace ver en tres ocasiones: fuera del local, voceando la novedad del espectáculo; en el interior, mientras contesta la pregunta de un espectador y, al final, mientras felicita, en nombre del cinematógrafo Lumière, a los nuevos padres.
Durante la proyección, el oficiante, en off, desaparece para el espectador, mientras, ocasionalmente, el puntero señala la imagen comentada; su voz, elocuente y segura, informa y orienta sobre cuanto aparece en el lienzo de plata. Los nombres de Lumière y Méliès se mencionan como los inventores y creadores de tan alta novedad. El aparente cosmopolitismo del explicador deja en entredicho su pronunciación francesa cuando se dirige a los espectadores como “madames” y “monsieures”.
Los “cuadros” de los que se sirve Llobet pertenecen a las producciones de Lumière y Méliès donde se combina el movimiento de danzantes y bailarinas con la toma de vistas documentales; en otros, alterna un elemental argumento con una sorprendente aparición y desaparición de personajes; el truco del paso de manivela permite presentar un veloz cambio de indumentaria entre dos personajes; este juego pertenece a la película Transformaciones (Les vetements cascadeurs, 1908) con fotografía y trucajes de Segundo de Chomón y supervisión de Ferdinand Zecca. El repertorio de films ofrecidos en la barraca de los franceses por el autor de Vida en sombras representa una síntesis oportuna del primitivo cine silente donde no se ha olvidado la figura del explicador.
Los explicadores en Los que no fuimos a la guerra, de Julio Diamante
Los que no fuimos a la guerra tiene como punto de partida la obra homónima de Wenceslao Fernández Flórez, llamada impropiamente novela ya que más bien responde a una sucesión, escasamente organizada, de anécdotas. Julio Diamante seleccionó un material al que le añadió una diversidad de secuencias originales, creó nuevos personajes, y extendió la significación de otros mucho más allá de lo apuntado en el original literario. La película, rodada en 1962, fue duramente tratada por la censura franquista; la media hora de cortes desvirtuaba el planteamiento del autor; hasta el título hubo de ser modificado, convertido desde entonces en Cuando estalló la paz. Con posterioridad, ha sido reconstruida hasta ajustarse a su versión original.
Su argumento se sitúa en una ficticia ciudad española llamada Iberina. La guerra mundial de 1914-1918 condiciona el contexto político-social del que se derivarán múltiples consecuencias. La monotonía de la vida provinciana se ve alterada por el posicionamiento de “germanófilos” contra “francófilos”; tal es el caso de Don Arístides (José Isbert) y Don Amado (Erasmo Pascual), así como de sus respectivas familias. De otra parte, están Javier (Agustín González) y Aguilera (Juanjo Menéndez), dos cesantes o parados que, tras fracasar en surrealistas invenciones, se mueven en busca de trabajo, de cualquier trabajo. Por ello, dialogan con el propietario de un bar que, en estos momentos, amplía negocio según se lee en un cartel: “¡Pronto! Inauguración cinematógrafo Fandiño”.
Y Fandiño (Xan das Bolas) enseña el cobertizo donde, a un lado, irá la pantalla y, a otro, los espectadores; Javier y Aguilera aprueban esta distribución no sin advertir que “para que todo funcione a la moderna”, sólo falta un explicador para las películas, más cuando, en el extranjero, es el último adelanto. El empresario, tras mostrar su incomprensión sobre la necesidad de disponer de dos explicadores, hace una pausa, eterna para sus interlocutores, y expone la idea “estupendísima” que se le acaba de ocurrir: la película proyectada será explicada primero en sesión “francófila” y, seguidamente, en sesión “germanófila”.
Aguilera, explicador, a las 9 de la noche, de la sesión “francófila”, alude al magnífico armamento del ejército aliado; a la cobarde y desastrosa retirada de las tropas alemanas en Rumanía; en Berlín, el feroz e insensible rostro del Káiser aparece lleno de pavor ante la que se presenta. Y finaliza comentando un desfile de modelos en París… ”que continúa siendo el centro de la gracia y el buen gusto”.
Javier, explicador, a las 10 de la noche, de la sesión “germanófila”, reconoce, aunque duela, que las tropas de los aliados son modernísimas y aclara que los ejércitos alemanes, sabiamente dirigidos por sus generales, efectúan una estratégica retirada que, mediante astuta rectificación del frente, les permitirá situarse en posición privilegiada. El noble rostro de Guillermo II aparece contristado pues cada soldado es para él como un hijo….” Tras brevísima pausa, rectifica: “¡Qué digo!... como ¡dos hijos!”. Y sentencia que París, frívola cabeza de un país decadente, ofrece impúdicas exhibiciones. El flirteo de Javier con su novia, Aurora (Laura Valenzuela), obliga al explicador a verbalizaciones que en nada se corresponden con cuanto aparece en la pantalla. La sesión acaba de modo tumultuoso.
Aquí tenemos un claro ejemplo, acertadamente usado por Diamante, de lo advertido por el ingenioso hidalgo cervantino: que las figuras presentadas “me las mudan y truecan en las que ellos quieren”. O, como señalaba el profesor Fernández, el explicador se acomoda a los puntos de vista de un relato según las expectativas de quien lo percibe; su resultado deriva en evidente distorsión según lo narrado por el film.
El explicador en Cinematógrafo 1900, de Juan Gabriel Tharrats
Cinematógrafo 1900. Homenaje a Segundo de Chomón es película documental producida y dirigida en 1979 por el cineasta Juan Gabriel Tharrats, quien dedicó buena parte de su vida a investigar la vida y la obra de Chomón; este pionero del cine español fue uno de los primeros profesionales solicitados por Francia e Italia en función de sus especializados conocimientos relacionados con el cinematógrafo.
Con posterioridad a esta película, Tharrats publicó un volumen titulado Los 500 films de Segundo de Chomón (1988), donde daba minuciosa cuenta de sus investigaciones sobre el personaje y establecía detallada cronología sobre títulos y etapas. Al tiempo, ofrecía precisas explicaciones sobre el rodaje de su documental donde, sin duda, el personaje del explicador adquiere una relevancia como no hemos encontrado en ningún otro.
Cinematógrafo 1900 se articula en varias partes: 1) una narradora (Inma de Santis) explica al espectador la biofilmografía de Chomón mientras recorre una especie de museo donde se exponen aparatos varios, fotos de sus películas, documentos manuscritos, etc.; 2) entrevistas con especialistas, historiadores y cineastas, que perfilan aspectos biográficos o profesionales del pionero turolense; 3) todo ello, estructurado en una sesión de cine primitivo, compuesta por proyeccionista, pianista y explicador, además de un público en el que los niños compiten en travesuras diversas.
El personaje del explicador se ha diseñado de acuerdo con las informaciones dadas a Tharrats por su madre, asidua asistente a las sesiones de cine ofrecidas en Palafrugell que eran anunciadas por los voceadores “con el rimbombante nombre de lentiplasticronoliselectorserpentigraf”. Interpretado por el actor Jesús Guzmán, “bordó el papel”, al decir de su director.
A lo largo de la sesión, el explicador da continuas muestras de su locuacidad y de su extroversión porque, de una parte, recrea, con asombroso ingenio y semejante verbo, las imágenes de la pantalla, y de otra, se comunica con el respetable público mediante informaciones o advertencias, sin olvidarse del público infantil a quien increpa molesto por sus fechorías. Por ello, viene a actuar como una especie de “jefe de sala” que ordena a Torcuato sacarle partido al piano, a López, apagar las luces, a Jeremías, darle a la manivela.
Sus hiperbólicas narraciones se acompañan de la gesticulación más oportuna. Así, mientras se apoya en el piano o se aproxima a la pantalla le oiremos decir: “Después de haberles presentado últimamente divertidas y espectaculares, jocosas y exuberantes, fantásticas y asombrosas películas como El hada de las coles, El viaje a la luna, Los guapos de la vaquería del parque o El hombre de la cabeza de goma… Hoy tengo el honor de presentarles y explicarles la película del ¡no va más! ¡La película que han admirado todos los públicos de Europa!... ¡desde la pérfida Albión al imperio austrohúngaro, desde París hasta Berlín, desde Roma, Viena, San Petersburgo y Constantinopla! ¡La duquesita de los rizos de oro! Y en ella, ¡lo asombroso!, ¡lo inaudito!, ¡lo inconcebible!.. Que ¿por qué? ¿Qué harían ustedes, señoras y señores, si conocieran una duquesa no de rizos normales sino grandes y bellos como el oro? ¿Eh? ¿Ah! Vean, vean cómo la riqueza no hace la felicidad”.
La película La duquesita de los rizos de oro, que el explicador comenta, es título inventado por Tharrats. En un principio, la elegida fue La gallina de los huevos de oro, y con ella trabajó; posteriormente, el director prefirió incluir la titulada La pata de carnero o el talismán (Le pied de mouton), una producción de 1908 ó 1909, con dirección de Albert Capellani cuya fotografía cromática (iluminada a máquina) y trucajes fueron realizados por Chomón en Londres cuando trabajaba para la casa Pathé. Pertenece al género denominado “cuento de hadas o feérico” y se estructura en diez cuadros.
Los personajes, entre otros, son el noble que aspira a la mano de la bella, el padre de ésta que se opone pues prefiere a otro pretendiente, el hada que ofrece soluciones mágicas en los momentos más peligrosos, gracias al eficacísimo talismán. Tras luchas entre unos y otros, apariciones y desapariciones, transformaciones de objetos y personas, el conde accede al casamiento deseado por su hija.
Los diez “cuadros” de los que se compone reciben nombres diversos: el desaire del conde, suicidio imposible, serenata improvisada, el cofre encantado, la gruta del sueño, la venganza del rival, el suplicio de Tántalo, el reino de los pastores.
El explicador, ante estas imágenes, despliega su verborrea e informa que aquellos sucesos ocurren en el “tiempo de María Castaña” cuando el conde Gumersindo está locamente enamorado de la duquesita Alicia, aunque a ello se oponga el perverso Celedonio y su acompañante Tiburcio, malvados ambos “hasta la médula” y tramposos de oficio; ante estos sujetos, lo mejor es “garrotazo que te doy y averigua quién ha sido”.
La emoción del hablante se deja sentir ante el “maremágnum rimbombante y esplendoroso” aunque no sin dejar de advertir el carácter didáctico y aleccionador de tan ejemplar película. En la “apoteosis final”, mientras bailan pastores y pastorcitas, el hada bendice a los nuevos esposos deseándoles eterna felicidad.
Tras las despedidas y los agradecimientos, el niño del matasuegras se queda todavía mirando al explicador, quien le interroga:
- ¿Cómo te llamas, rico?
Y el mozuelo contesta:
- Jaimito.
El confuso adulto se pregunta:
- ¿Dónde he oído yo ese nombre?
El lector interesado puede ver fragmentos de estas películas en Internet pinchando en los siguientes enlaces:
Vida en sombras
Los que no fuimos a la guerra
Pie de foto: Jesús Guzmán, explicador en Cinematógrafo 1900.