Enrique Colmena

Nacido hace ochenta y seis años por azarosas razones en Lima, con nacionalidad argentina hasta hace poco mas de veinte años, pero indiscutiblemente uno de los grandes de la interpretación en España, Fernando Fernán Gómez murió ayer, el 21 de noviembre de 2007; su carrera en el cine ha abarcado nada menos que sesenta y cuatro años, dando vida durante ese amplísimo período de tiempo a personajes de toda laya en el cine nacional; además de ser un director más que notable (filmes como La vida por delante, El mundo sigue, El extraño viaje, Mi hija Hildegart o El viaje a ninguna parte así lo confirman) y un novelista y dramaturgo muy apreciable, Fernán Gómez ha pasado en su carrera de actor por todo tipo de papeles, desde los de joven cómico atolondrado de su juventud en títulos como Esa pareja feliz a los de maduro “con pasado” como en El amor del capitán Brando o, ya en la vejez, inolvidables papeles de anciano anclado en el laberinto de la memoria, como el corto pero imborrable personaje que regalaba a Almodóvar en Todo sobre mi madre, o de venerables maestros llenos de sabiduría y bondad, como el profesor republicano de La lengua de las mariposas.


Como actor FFG fue muy versátil, si bien es cierto que, como los grandes intérpretes, llenaba la pantalla con su sola presencia, con independencia del personaje al que dieran vida. Fue cómico excepcional en Morena Clara o El malvado Carabel, entre otras muchas, pero también un trágico de talla shakespeariana en El espíritu de la colmena, El anacoreta, Mamá cumple 100 años o Esquilache.


Cascarrabias redomado, aunque parece que ese defecto se le acrecentó con la edad, ese viejo roble que era Fernán Gómez no ha conseguido, finalmente, vencer el último embate de la enfermedad. En los últimos años sus apariciones fueron menos frecuentes, tal vez ya herido de muerte. Ello no fue óbice para que nos regalara papeles espléndidos, como el que compuso para Antonio Hernández en La ciudad sin límites o para Patricia Ferreira en Para que no me olvides.


Lástima que en el recuerdo del común de los españoles quede por aquel desafortunado incidente con un admirador, saldado con una sarta de improperios del grande que ese día lo fue menos. Pero, ¿no son los genios humanos? Pues FFG era ambas cosas. Recordémoslo, entonces, por su talento inmenso, por esa cualidad de artista renacentista con el que tan atinadamente se le cataloga hoy, aún su cuerpo caliente: actor de teatro, cine, televisión; director cinematográfico; guionista; autor teatral; novelista… nada en la creación literaria, cinematográfica, interpretativa, le era ajeno. Descanse en paz uno de los grandes de todos los tiempos del cine español.


Ilustración: Fernando Fernán Gómez, en una imagen de El abuelo, de José Luis Garci.