Enrique Colmena

No descubrimos nada si decimos que George Clooney es el paradigma, junto a Brad Pitt, de la belleza masculina actual. Cuando alguien habla de algún feo cual Picio suele decir aquello de “no es precisamente George Clooney”, y todos sabemos ya de qué estamos hablando. Evidentemente, ese lugar lo han ocupado anteriormente a lo largo de los años otros actores de Hollywood, guapos reguapos, con un concepto de belleza que fue evolucionando conforme a los gustos de cada época, desde Rodolfo Valentino y Ramón Novarro en los tiempos del cine mudo a Clark Gable o Cary Grant en la época del cine clásico, o Paul Newman y Robert Redford en los convulsos años sesenta y setenta.

Pues Clooney, además de una ya dilatada carrera como actor, que es su profesión principal, viene desarrollando también una estimulante obra como director, con filmes interesantes como Confesiones de una mente peligrosa (2002), e incluso muy notables, como Buenas noches, y buena suerte (2005) y Los idus de marzo (2011). Pero es que, además de esas dos facetas, el bello George (la primera película de Claude Chabrol se titulaba Le beau Serge, El bello Sergio…) tiene también una más que apreciable carrera como productor. Cuando se escriben estas líneas la IMDb, la base de datos de referencia en cine, censa treinta y un filmes o series de televisión producidas por Clooney, en lo que ya se ha convertido en algo más que la típica tarea productora de la estrella de turno (véanse casos como los de Tom Cruise o Mel Gibson, por ejemplo) que se producen sus propias películas para controlarlas absolutamente y, por supuesto, llevarse la parte del león en taquilla, lo que no harían si fueran meros asalariados, aunque sean de lujo, como es el caso.

Como suele ocurrir en estos casos, el comienzo de Clooney como productor fue de lo más modesto, en una TV-movie titulada Kilroy (1999), pocos años después de que, por fin, consiguiera saltar a la fama como actor en Abierto hasta el amanecer (1996). La verdad es que la popularidad le fue bastante esquiva a George: empezó a hacer cine como actor en 1978, y tardó la friolera de dieciocho años en triunfar: eso es paciencia, y lo demás es cuento… Eso sí, habría que aclarar que Clooney, en contra de lo que suele suceder, mejoró en su aspecto físico con los años: de joven era un sosainas de lo más amorfo; como un patito feo, tuvo que llegar a la madurez para convertirse en cisne, qué cosas…

Volviendo al tema de la producción que nos ocupa: Tras su debut con el modesto telefilme citado, George fue pillándole el punto a su nueva faceta profesional y pronto, muy pronto, empezó a producir filmes de interés. Así, estuvo con Christopher Nolan en su filme Insomnio (2002), un thriller glacial (por estar rodado en el mismísimo Círculo Polar Ártico), tras el bombazo que supuso la iniciática Memento (2000). Ese mismo año produce Lejos del cielo, el exquisito drama vintage en la estela de Douglas Sirk con el que Todd Haynes abandonó (quizá no del todo) el cine militantemente gay y le ofreció a Julianne Moore uno de esos papeles bombón por los que un intérprete mataría.

A Stephen Gaghan, uno de los nuevos valores como guionista y director de Hollywood, Clooney le produce (e interpreta en él un papel) Syriana (2005), un alambicado thriller con connotaciones políticas y económicas; aunque la película no fue sublime, George consiguió su hasta ahora único Oscar como actor (en este caso secundario).

Para Tony Gilroy, el guionista de la saga Bourne, Clooney producirá Michael Clayton (2007), un percutante thriller de denuncia social que tuvo notable repercusión, consiguiendo incluso un Oscar para Tilda Swinton, además de un puñado de nominaciones.

A su amigo (han trabajado juntos en un buen puñado de filmes) Steven Soderbergh, George le produjo ¡El soplón! (2009), que ciertamente no se puede decir sea de lo mejor del cineasta de Sexo, mentiras y cintas de vídeo, pero que, con todo, es una muestra más del ecléctico cine que practica este director.

Como todo seguidor de su cine como actor sabe, Clooney tiene a veces un ramalazo de extravagancia que, en su faceta de productor, se explicitó en uno de esos filmes de los que uno no se explica cómo llegó a rodarse e incluso a estrenarse: Los hombres que miraban fijamente a las cabras (2009), dirigida por el actor Grant Heslov, es la cuota de payasada al que todo ser humano debería tener derecho (sobre todo si se lo puede costear, como es el caso…). No se lo tomaremos en cuenta, más que nada porque inmediatamente después el osado George produjo un nuevo filme que sí tenía interés, El americano (2010), con dirección del estimulante Anton Corbijn, otra vez con el thriller como género, fórmula en la que parece que el productor se encuentra muy a gusto.

Los idus de marzo será su filme como director de 2011, y por supuesto Clooney también lo produce, controlando de esta forma de manera total una película de alto contenido político, que pone el dedo en la llaga sobre las campañas electorales y cuanto de mentira, de filibusterismo, hay en ellas.

Pero el momento cumbre de George Clooney como productor llegará con Argo (2012), el thriller (otra vez) político, de espionaje y acción, que dirige el actor Ben Affleck, y que le proporcionará al bello George y a sus coproductores su primer Oscar a la Mejor Película. Como el cinéfilo sabe, cuando en la ceremonia de los Premios de la Academia de Hollywood se anuncian los candidatos a ese galardón, el “speaker” nombra tras el título a los dueños del filme, los productores: en este caso, además de los nombres de sus colegas en tal faceta, sonó el “George Clooney, producer”, que encabeza estas líneas.

No termina ahí la carrera como productor del actor de Kentucky (de hecho, cuando se escriben estas líneas, no hay visos de que vaya a acabar). Agosto (2013) será su apuesta dramática, la adaptación al cine que John Wells realizara de la famosa obra teatral de Tracy Letts. En 2014 produce también Monuments Men, que se encarga de dirigir, sobre el grupo militar al que los aliados confiaron la salvación de los tesoros artísticos que los nazis querían destruir cuando vieron el cariz negativo (para ellos, loados sean los cielos) que tomaba la Segunda Guerra Mundial.

Money monster, actualmente en cartel (otro thriller, y van...), y que nos permite tener una excusa para hablar del Clooney productor, es por ahora su última película en esa faceta. Aquí hemos comentado aquéllas que han tenido mayor relevancia. En cualquier caso, está claro que el bueno de George tiene una ya más que interesante carrera como productor, colaborando desde esa tarea a la realización de obras estimulantes. Las películas que produce o coproduce huyen del gran artefacto, del “blockbuster”, de la megaproducción. Son filmes generalmente de clase media, con temáticas humanas, con un género que prepondera sobre otros, el thriller, y dentro del mismo aquellos temas que tocan asuntos delicados como la política, los derechos civiles, el compromiso social.

George Clooney, algo más que una cara bonita, que un buen actor, que un director de interés: también un productor con ideas claras sobre los proyectos que quiere alentar, sobre las historias que quiere contar, estén o no bajo su férula como director.

Pie de foto: George Clooney, junto a sus coproductores Grant Heslov y Ben Affleck, posando con el Oscar a la Mejor Película para Argo.