Enrique Colmena

El estreno de After Earth nos permite hablar de la naturalidad con la que hoy día, afortunadamente, las películas son interpretadas en sus papeles estelares (en este caso Will Smith), o secundarios, pero con enjundia, por actores y actrices afroamericanos; hablamos de Hollywood, of course; otro día hablaremos de otros países en los que también hay minorías étnicas negras.

El caso es que esto que hogaño parece tan normal, antaño, hace escasamente cuatro décadas (lo que en Historia es una minucia de tiempo, apenas dos generaciones), no era así, ni muchísimo menos. De hecho, durante la época dorada de Hollywood los actores y actrices negros debieron conformarse con papeles de poquísima monta, casi de atrezzo, como el del personaje de Mammy que interpretaba Hattie McDaniel en Lo que el viento se llevó (sí, aquella que decía aquello de “señorita Escarlata, señorita Escarlata”, mientras le ajustaba el corsé de sílfide a la bella). Años después la cosa no mejoró demasiado. La aparición de actores negros se circunscribía a filmes como Carmen Jones (Otto Preminger, 1954), que era una adaptación al universo afromericano del clásico de Merimée y Bizet, y lógicamente tenía que estar interpretado por negros, en este caso el músico y cantante Harry Belafonte y la espléndida Dorothy Dandridge, en una de las escasas películas con protagonismo coloured de la época. Por cierto, hay que anotar ese tanto en el haber de Preminger, un cineasta hoy un tanto olvidado pero que en aquella época hizo un cine progresista que no era precisamente lo que más se llevaba, en plena Caza de Brujas liderada por aquel cabrón con corbata llamado Joseph McCarthy.

En esa misma década de los cincuenta surge la que sería única estrella negra de esa década y de los sesenta, Sidney Poitier, que encarnaba el ideal de hombre negro del cine de Hollywood de la época, tan repeinadito y tan pulcro… Ese tono le sirvió para meterse en casa de una pareja liberal, la compuesta por Spencer Tracy y Katharine Hepburn, y poner a prueba su progresismo en Adivina quien viene esta noche (Stanley Kramer, 1967), en la que resultaba ser el novio de la hija de los dos bienintencionados cónyuges y les ponía entre la espada de su liberalismo y la pared de sus prejuicios raciales…

Poitier sería el estandarte negro del cine USA en los sesenta, siendo además el único actor afroamericano que durante esa década consiguió un Oscar, en concreto por Los lirios del valle (Ralph Nelson, 1964); de hecho, hubieron de pasar otros 38 años para que Denzel Washington consiguiera esa misma estatuilla al Mejor Actor Protagonista, en su caso por Día de entrenamiento (Antoine Fuqua, 2001); Poitier, una raya en el agua, gozó de considerable fama en aquella época, con filmes de gran repercusión comercial como En el calor de la noche (Norman Jewison, 1967), en el que era nada menos que un detective negro investigando un crimen en un estado sureño, casi ná…

Afortunadamente, con los años setenta empezaron a despuntar tímidamente otras nuevas estrellas negras, desde la cantante Diana Ross en El mago (Norman Jewison, 1978), versión afro del clásico El mago de Oz, hasta (dentro del fenómeno conocido como blaixplotation: cine dirigido específicamente a la minoría negra, con actores, actrices, códigos y temáticas relacionadas directamente con esa comunidad) Richard Rountree, con filmes como Las noches rojas de Harlem (Gordon Parks, 1971), que le encumbró y favoreció incluso una serie de secuelas que tuvieron también una apreciable repercusión comercial.

Pero a partir de los años ochenta empiezan a despuntar ya actores y actrices negros con una naturalidad desarmante; es el momento de Denzel Washington, primero en Historia de un soldado (Norman Jewison, 1984) y después en Tiempos de gloria (Edward Zwick, 1989), donde conseguiría el Oscar al Mejor Actor Secundario, convirtiéndose desde entonces en uno de los más reputados actores de Hollywood, sin necesidad de mencionar el color de su piel: Malcolm X, Mucho ruido y pocas nueces, Philadelphia, Estado de sitio, Huracán Carter, Plan oculto, American gangster… un gran número de filmes de sólido corte comercial que llevan su nombre como gran reclamo. Ha trabajado con la élite de la dirección cinematográfica yanqui, desde Norman Jewison a Jonathan Demme, pasando por Spike Lee, Ridley Scott, Tony Scott, Alan J. Pakula y Robert Zemeckis, entre otros.

De esos años ochenta es también la eclosión de otros actores negros que consiguieron pronto un lugar preeminente en la industria yanqui. Es el caso de Louis Gosset Jr., que consiguió el Oscar al Mejor Actor Secundario por Oficial y Caballero (Taylor Hackford, 1983). También esa década es la de la llegada a la fama de Danny Glover, sobre todo a raíz de la primera entrega de Alma letal (Richard Donner, 1987), que pondría de moda las películas de “buddies”, en su variante policías, con Mel Gibson de cop cabra loca y Glover de madero juicioso y asentado. Al final de esos años ochenta llega el triunfo de un actor ya maduro, pero que se convertirá en una presencia imprescindible en el buen cine comercial USA de las décadas restantes: Morgan Freeman alcanza el éxito (aunque no el Oscar, al que estaba nominado) en Paseando a Miss Daisy (Bruce Beresford, 1989), y posteriormente enhebraría una gran carrera con títulos a los que su mera presencia mejoraba, algo que pocos actores pueden decir: Sin perdón, Cadena perpetua, Seven, Million Dollar Baby (por el que consiguió un merecido Oscar al Mejor Actor Secundario), El caballero oscuro, Invictus, Oblivion… Ha trabajado con directores como Clint Eastwood, Christopher Nolan, Frank Darabont, Lawrence Kasdan, Steven Spielberg, David Fincher…

Pero el actor comercial negro por excelencia surgido en esa década de los eighties es sin duda Eddie Murphy, que salta a la fama con un megaéxito como Superdetective en Hollywood (Tony Scott, 1984), consiguiendo mantenerse en primera línea durante bastante tiempo, aunque en los últimos años anda de capa caída.

Con los años noventa llegará a la fama toda una pléyade de actores y actrices negras: Angela Bassett (Passion Fish, Tina, Malcolm X), Samuel L. Jackson (Pulp Fiction, Jackie Brown, la segunda trilogía de Star Wars), Forest Whitaker (Bird, Juego de lágrimas, Smoke), Laurence Fishburne (Causa justa, Othello, sobre todo Matrix, con el emblemático personaje de Morfeo), Wesley Snipes (especializado en cine de acción: Demolition Man, Pasajero 57, la trilogía de Blade).

De esa misma década de los años noventa procede la llegada a la fama de Will Smith, cuyo After Earth nos está permitiendo escribir este artículo. Se dio a conocer con el estrepitoso éxito de la serie televisiva El príncipe de Bel Air, pero supo no encasillarse y pronto saltó a otros registros, con el arrollador taquillazo de Independence Day (Roland Emmerich, 1996), que le permitió enlazar títulos similares como la saga de Hombres de negro (en la que lució su vena cómica), pero también algunas incursiones dramáticas, como Alí (Michael Mann, 2001), aunque en los últimos tiempos parece disfrutar con distopías como Yo, robot (Alex Proyas, 2004), Soy leyenda (Francis Lawrence, 2007) y esta After Earth (M. Night Shyamalan, 2013).

Hay otros muchos actores y actrices negros actualmente en el panorama USA: Queen Latifah, Ice Cube, Chris Rock, Halle Berry (por cierto, Oscar a la Mejor Actriz Protagonista por Monster’s Ball), Rosario Dawson, Delroy Lindo, Vanessa Williams,  Ving Rhames, Alfre Woodard, Cuba Gooding Jr, Martin Lawrence… Toda una constelación de intérpretes que han normalizado lo que no dejaba de ser una aberración: un cine hecho por blancos y con blancos para una comunidad interracial. A veces se tiene la tentación de pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pues en este tema, definitivamente, no…

Pie de foto: Denzel Washington posando con su segundo Oscar, obtenido por su papel protagonista en Día de entrenamiento.