Rafael Utrera Macías

Miguel Delibes, en su novela "El disputado voto del señor Cayo", publicada en 1978, recurrió a un tema de viva actualidad en aquel momento: la España de la Transición, la organización de los nuevos partidos políticos surgidos tras la dictadura, la convivencia y relaciones entre sus miembros, los modos de ejercer la propaganda sobre el electorado, al tiempo que se presentaban los contrastes con otros tipos de vida situados en lo que se dio en llamar “la España vaciada”.   

Víctor, aspirante al senado, Rafa y Laly, dos militantes de base, pertenecientes a un partido de izquierdas, viajan una tarde a los minúsculos caseríos castellanos con el fin de captar votos; durante el viaje, la charla va poniendo de manifiesto lo que les une políticamente y, al tiempo, lo que les separa en ideales y actitudes. Seguidamente, el encuentro con el señor Cayo y las conversaciones mantenidas con este campesino, tan viejo como sabio, habitante casi único de un pueblo abandonado, servirán de contraste para mostrar no sólo dos modos de entender el mundo sino la autenticidad de lo popular en paralelo a la marginación sufrida por las deshabitadas zonas rurales.

Pero lo que aquí nos interesa señalar no son ni las indiscutibles virtudes literarias de la novela ni los trascendentes temas relativos al momento histórico desarrollados por Delibes con su maestría habitual, sino la serie de argumentaciones relacionadas con el cine de las que se ha valido el autor para construir buena parte del cuarto capítulo; en varios momentos del mismo, alternando con otros motivos de su conversación, aluden y discuten los tres personajes citados sobre distintas cuestiones cinematográficas. En el primer caso, como motivo de comparación; así, cuando, por estar en crisis, se pone en tela de juicio la familia, Víctor asegura su creencia en ella, como en el cine, que también lo está. Y luego, cuando se detienen a contemplar un paisaje con valle angosto, agua cristalina y vegetación exuberante, la discusión surge en torno a dos posibles opciones: Víctor se quedaría allí para vivir idílicamente mientras Rafa huiría porque abomina de semejante sistema de vida.


La estructura de cristal

En este momento de la novela, recurre Delibes al planteamiento que, en cierta película, se hacía a fin de contrastar las posturas de sus personajes, de modo que Víctor alude a La estructura de cristal (1969), de Krzysztof Zanussi, como ejemplo paralelo con lo que allí se discute. Rafa la califica de “cojonuda”, y Laly le pregunta con cuál de los personajes se identificaría: “Con el tío que se integra en el pueblo y asume serena y responsablemente la vida rural o con el becario, ávido de subir”. La respuesta se ofrece sin el menor titubeo: “Con éste, joder. El otro es un alienado”. Y con la más serena intervención de Víctor se plantean temas como “lo socialmente inútil”, “el egoísmo”, “el espíritu de servicio”, etc.

El film de Zanussi presenta dos modos de vida distintos, al tiempo que dos formas diferentes de concebir la profesión. En una Polonia postbélica y tocada de cierta modernización, dos antiguos compañeros de estudios vuelven a reunirse. Marek, un investigador de la ciencia Física, ha recorrido distintos países ampliando estudios sobre tal materia. Jan, por su parte, ejerce como meteorólogo en un pueblecito donde vive con su esposa, Anna, dedicando parte de su tiempo a aquellas aficiones que, por razones diversas, le interesan: desde la literatura a la música, combinadas con otros modos de consumir su ocio. En su encuentro, van a redescubrir aquella otra etapa vivida en común en la universidad.

El clásico "menosprecio de corte y alabanza de aldea" es llevado a una Polonia industrializada en la que Krzysztof Zanussi plantea el deterioro que el tiempo produce en la mentalidad y en las relaciones de dos hombres con actitudes morales distintas, quienes, a su vez, entienden de modo diferente el discurrir pragmático de sus profesiones. La propuesta de Marek para que Jan se incorpore a la alta investigación en los afamados centros científicos y, al tiempo, se beneficie del éxito profesional, obtiene la negativa respuesta de éste que prefiere mantener su estatus en las condiciones geográficas y vitales actuales. La ópera prima de este director polaco ya planteaba, con evidente claridad, la contraposición entre dos modos de entender la existencia, de asumir el fracaso o el éxito, de afrontar actitudes distintas en función de circunstancias sociales diferentes. Su filmografía discurre por unas líneas temáticas donde la física y la filosofía, con todas las implicaciones de su cercanía o su distanciamiento, se pueden percibir en la mayoría de sus films, desde los ya lejanos Iluminación (1973) o Constans (1980) a los más recientes Foreign Body (2014) o Eter (2019).

Esta es la base argumental y temática de la que ha podido disponer Delibes para que cada uno de sus personajes (los tres han visto la película) plantee su opción por imitar a Marek o a Jan, de modo que Rafa, el joven militante, neófito socialista y progre iconoclasta, vota por el primero, mientras que Víctor, futuro diputado, más reflexivo y sereno, defiende la postura y vida del segundo.  

El admirado novelista español, poco antes interesado crítico de cine, supo emparentar acertadamente la triada polaca Marek-Jan-Anna con los nuevos españoles Rafa-Víctor-Laly, y aplicar valoraciones y códigos de vida semejantes a unos y otros.


Apostilla cinematográfica final

Todavía, los tres compañeros, como remate a su precedente disquisición, vuelven a retomar diferente materia cinematográfica a fin de apostillar sobre películas y géneros, sobre peculiaridades y vigencias de míticos y sugerentes títulos de la historia del cinematógrafo. Así, tras un breve intervalo descriptivo, se recurre a las luces y sombras del paisaje para efectuar un paralelismo con el invento de los hermanos franceses. Rafa dice (“con una seriedad impropia de él”): “- Luces y sombras. Ahí lo tenéis en vivo, coño. ¿No era ese el invento de los Lumière?”. Repitió como para sí: “Tenebrismo puro. Y ¿en qué ha ido a parar todo? Mera experimentación para encubrir la mediocridad”. A lo que Laly responde, afirmando su desinterés por las “artes de laboratorio”, como por la literatura y el cine que no exploren el corazón humano. Y Víctor pregunta: “¿Realismo crítico?”. Laly niega, porque pensaba en el neorrealismo italiano y, en concreto, en dos películas como Cuatro pasos por las nubes y Milagro en Milán. ¿Qué dijo el crítico Delibes de éstas?  Sobre la película de Blassetti escribió: “…de nuevo la sensibilidad latina matizando las situaciones, los caracteres, los planos elocuentísimos y expresivos (…); la moraleja final –la intransigencia derrotada- atenúa lo que, de inaceptable, dentro de lo humano, tiene el tema”. Respecto al film de De Sica publicó: “…una lucubración poética, afilada por la ironía, con referencia inmediata al problema social, pero sin mítines, discursos ni tesis farragosas y rectilíneas”.  A lo que el joven político Rafa, sin cortarse un pelo, sentencia: “- Cochambre, joder. Antonioni enterró eso y bien muerto está”.


Hemeroteca particular. Entrevista al director Antonio Giménez Rico y al actor Francisco Rabal con ocasión del estreno de El disputado voto del señor Cayo

Nos permitirá el lector o lectora que seleccionemos de nuestra hemeroteca personal unas breves entrevistas efectuadas al director de El disputado voto del señor Cayo, Antonio Giménez Rico, y a su actor principal, Francisco Rabal, con ocasión del estreno en Sevilla de esta película, allá por 1986, que publicamos en la revista “Juan Ciudad” (enero, 1987). Sea éste un homenaje más a ambos cineastas españoles, desgraciadamente ya, sólo en el recuerdo de nuestra historia cinematográfica.


Preguntas a Antonio Giménez Rico:

-Diferencias entre novela y película

-Yo veo el mundo de Delibes desde mi punto de vista, no desde el suyo. Pero la principal diferencia es que la novela se sitúa en el año 1977 y trata de la campaña política de un partido salido de la clandestinidad. Al hacer la película en el 1986 nos hemos preguntado qué habría sido de esos tres jóvenes políticos al cabo de nueve años. Contestando a esta pregunta es cómo hemos encontrado las claves de la adaptación. En la película hay toda una parte -invención nuestra- que le da un matiz, una nueva perspectiva a la novela.

-¿Qué has pretendido decir al utilizar el blanco y negro para el presente y el color para el pasado?

-Lo dejo un poco abierto a la interpretación del espectador, pero también he querido dar la ilusión de aquellos jóvenes militantes del 77 y contrastarla con la terrible y objetiva realidad del 86.

-Nos hemos quedado sorprendidos por la interpretación de Rabal como Cayo, tan diferente del Azarías de Los santos inocentes ¿Cómo has trabajado el personaje?

-Efectivamente, no tienen nada que ver; éste es un retrasado, un subnormal. Cayo es un sabio. Soy consciente de que todo funciona alrededor de él; se ha producido un ensamblaje entre personaje y actor: no sabes dónde está Paco y dónde está Cayo porque se han mezclado maravillosamente. Como realizador, he supeditado toda retórica al servicio de todos los personajes, pero fundamentalmente de Cayo que, yo diría, es la mejor creación literaria de Miguel Delibes.

- ¿Qué valor tiene el paisaje de la provincia de Burgos en el conjunto de la obra fílmica?

-Me atrevo a decir que hay una utilización hábil del paisaje; no es fácil estar dando la historia y, al tiempo, estar dando el paisaje. Por eso he querido darlo no como protagonista sino como fondo de la peripecia humana.


Preguntamos a Francisco Rabal:

Con Paco Rabal repasamos los bloques más significativos de su carrera:

-Empezaste en el cine español de los años cincuenta, a las órdenes de Rovira Beleta, de Rafael Gil, y luego, en los sesenta, trabajaste con Antonioni y Buñuel como galán...

-Sí, pero nunca he sido un galán almibarado; mis papeles de galán tenían un cierto carácter; como se dice en lenguaje teatral, mis papeles han tenido más “carácter” que “fachada”. La transición mía ha sido más fácil por ese “carácter” que por la “apariencia”. En Cabezas cortadas, de Glauber Rocha, y en El alcalde de Zalamea, de Mario Camus, es donde rompí con la imagen del Paco Rabal del peluquín.

- Con la película Truhanes parece que hay un renacer de tu carrera, otro bloque distinto de tu filmografía.

-Quizá fue con Fortunata y Jacinta y La colmena donde Camus me asignó papeles de hombre mayor y calvo; en Truhanes, Miguel Hermoso me confirmó en esta primera etapa de mi tercera edad. Y que se continúa en Epílogo de Suárez, y en Los santos inocentes.

- ¿Qué diferencias o semejanzas se pueden establecer entre esos dos habitantes del campo español que son Azarías y Cayo interpretados por ti?

-No tienen nada que ver; son dos hombres muy distintos. Cayo es un personaje rural al que le falta información, no es que -como podría pensarse- pase de la política; es un poco “ejemplarizante”, frente al otro “inocente”. Lo que trata Delibes de decir es que no hay que despreciar al hombre de la naturaleza que puede ser tan sabio como el hombre que genera las ideas; él cree que la asociación de estas dos mentalidades -el mundo de la idea y el mundo de la naturaleza-  engendraría un equilibrio más perfecto en el hombre.

- ¿Cómo has entendido al personaje para plasmarlo tal como aparece en la película?

-Aparte de estudiar atentamente el guion, las conversaciones entre Delibes y Giménez-Rico, fijándome y conviviendo con personajes reales, pero sobre todo acordándome de mi padre, que también fue campesino y hombre de pueblo...

-Junto a esta faceta tuya, de gran actor español, siempre has trabajado mucho en el extranjero...

-Sí, hace tiempo que trabajo mucho en ltalia y Francia, y no digamos en Argentina o Méjico; tengo buenos recuerdos de Buñuel, de Torre Nilsson. En Estados Unidos también he trabajado últimamente con William Hurt, el Óscar de interpretación de este año; mis dificultades con el inglés me hacen preferir trabajar en Europa, en ltalia, ya que domino bien el italiano, o en España, incluso con directores jóvenes.

- ¿Confías en una nueva escuela de actores españoles?

-Si, por supuesto. Ahí están Antonio Banderas, lñaki Miramón y tantos otros que tienen un gran porvenir en nuestro cine.

Ilustración: Francisco Rabal como Cayo en la película de Giménez Rico.


Próximo capítulo: Delibes en su centenario, su obra en la pantalla (y III)