Enrique Colmena

Habitualmente las necrológicas se escriben sobre personas que han llegado al final de su existencia, tanto vital como artística; sin ir más lejos, en estas mismas páginas cibernéticas de CRITICALIA hemos publicado en los últimos tiempos los obituarios razonados de personalidades del mundo de la cultura como Alfonso Sastre, Mario Camus, Caballero Bonald, o John le Carré, todos ellos como mínimo octogenarios y, en buena medida, con sus obras ya concluidas y en los libros de Historia. Pero cuando la persona a la que se le hace el homenaje de escribir sobre su vida o su obra, o ambas, está todavía en lo que habitualmente llamamos, quizá afectadamente, la flor de la vida, ese homenaje se hace más duro, más difícil de escribir, porque esa persona que nos ha dado tantos buenos momentos a lo largo de su carrera artística aún podría tener por delante muchos años en los que seguir ofreciéndonos muestras de su talento.

No podrá ser ya con Almudena Grandes (Madrid, 1960 – Ibid., 2021), fallecida tras luchar denodadamente con el cáncer. Almudena, novelista, columnista, cuentista, ha sido una de las voces más interesantes de la literatura española de los últimos cuarenta años, una voz además comprometida ideológicamente, una mujer de fuertes ideas de izquierda con las que se podía estar de acuerdo o no, pero en las que era fácil admirar la intensidad de sus convicciones, la fortaleza de su espíritu indómito.

Grandes ha sido llevada al cine y a la televisión en varias ocasiones; pocas, entendemos, para lo que ha sido y es su obra, pero en cualquier caso una buena muestra de lo que ha dado de sí un corpus literario amplio y diverso, siempre relacionado con dos de los grandes hechos sucedidos en la España del siglo XX, la Guerra Civil (y, por supuesto, la larga postguerra que duró cuarenta años) y la Transición (y, desde luego, los años en los que la frágil democracia española de la época fue desarrollándose y, para nuestra fortuna, afianzándose).

La primera vez que la obra de Grandes se asomará al audiovisual será en Las edades de Lulú (1990), la adaptación que Bigas Luna hizo al cine de la novela homónima de la madrileña, publicada en 1989 por Tusquets, un erótico descenso a los infiernos de una mujer desde su adolescencia a la edad madura, una búsqueda de la felicidad en el sexo a través de experiencias cada vez más extremas, en puridad una reflexión sobre el placer sexual sin amor y la (im)posibilidad de esa fórmula de hedonismo absoluto. La novela de Almudena consiguió el Premio Sonrisa Vertical, entonces uno de los más reputados de España, y descubrió su talento para el gran público. La película, en la que la propia Grandes colaboró con Bigas Luna en el guion, contó con la actriz italiana Francesca Neri como la turbadora Lulú, más un repartazo (Fernando Guillén Cuervo, Óscar Ladoire, María Barranco, Rosana Pastor, incluso un jovencísimo Javier Bardem cuando no lo conocía nadie), y consiguió un apreciable apoyo del público, con casi un millón de espectadores, además de un Goya para Barranco.

Habrán de pasar seis años hasta que se vuelva a llevar una obra de Grandes a la pantalla. Será Malena es un nombre de tango (1996), sobre la novela homónima publicada en 1994 también por Tusquets, que llevaría al cine el productor Gerardo Herrero, en su faceta de director en la que había debutado a finales de los años ochenta. En este caso la escritora no se encarga del guion, haciéndolo el novelista cubano Senel Paz, entonces en la cresta de la ola por su Fresa y chocolate (1993). La novela, y con ella la película, cuenta la historia de una joven de familia burguesa acomplejada por la perfección de su hermana, con la que mantendrá un sorda pugna a lo largo de los años, en el fondo una aproximación a un ser heterodoxo en busca de su lugar en el mundo. Se reputa Malena... como la mejor película de Herrero como director, en volandas del buen guion de Paz y de una magnética Ariadna Gil como la protagonista, pero también de una formidable Marta Belaustegui como su insuperable hermana (tan apropiadamente llamada Reina...), una actriz hoy un tanto olvidada pero que siempre ha sido muy buena. A ambas actrices se unía el actor francés Carlos López, entonces muy de moda por su intervención en la exitosa Las noches salvajes (1992). La película obtendría un mediano respaldo en la taquilla (no llegó a los 350.000 espectadores), pero confirmó a Herrero como un cineasta a tener en cuenta, y a Grandes como una autora de textos literarios de plausible adaptación a la pantalla.

Saltamos hasta el filo del cambio de siglo para encontrar la nueva aproximación del cine a la obra de Grandes. El film Aunque tú no lo sepas (2000) parte de un relato corto de Almudena titulado El vocabulario de los balcones (inspirado a su vez en un poema de su marido, Luis García Montero), contenido en el libro de relatos Modelos de mujer, publicado en 1996 por Tusquets. La película sería el tercer largometraje dirigido por Juan Vicente Córdoba, que se encargó también del guion, la historia de una pareja que se reencuentra 17 años después de que en su adolescencia, en el tardofranquismo, ambos inventaran un callado lenguaje para entenderse desde sus respectivos balcones.  Con Silvia Munt y el hispano-británico Gary Piquer, lo cierto es que la película pasó bastante desapercibida tanto para público como para crítica.

A mediados de esa primera década del siglo XXI la televisión toma el relevo de las adaptaciones grandesianas para grabar Geografía del deseo (2004), miniserie producida por el canal público Televisión Nacional de Chile (TVN) y la productora privada, también andina, Chilechita. Con dirección del chileno Boris Quercia y guion de la chileno-británica Coca Gómez, la miniserie versionaba la novela de Almudena Atlas de geografía humana, publicada en la colección Andanzas de Tusquets en 1998, la historia de cuatro mujeres alrededor de los treinta años, todas ellas colaborando en la elaboración de un atlas, que se convertirá en una metáfora sobre sus respectivas vidas. La miniserie fue un gran éxito en su emisión en la televisión chilena, con cuatro grandes de la interpretación del país andino, María Izquierdo, Esperanza Silva, Catalina Saavedra y Claudia Celedón, consiguiendo varios de los prestigiosos Premios Altazor que se concedían entonces en Chile.

Ese éxito quizá no fuera ajeno a la adaptación de la misma novela en España, retomando el título original Atlas de geografía humana (2007), que dirigió Azucena Hernández, a la sazón amiga de Almudena, que colaboraría con su amiga y con Nicolás Saad en la elaboración del guion. Aquí las cuatro protagonistas serán Cuca Escribano, Montse Germán, María Bouzas (la inolvidable Doña Francisca de El secreto de Puente Viejo) y Rosa Vila, con algunas presencias masculinas secundarias también interesantes, como Nacho Fresneda y el director Agustí Villaronga, en su faceta de actor, que cultiva de vez en cuando. Lamentablemente el film no concitó entusiasmos ni en público ni en crítica y pasó más bien desapercibido.

Un año antes se había llevado a la pantalla Los aires difíciles (2006), adaptación de la novela homónima de Almudena, publicada en 2002, como siempre por Tusquets. De la dirección se encargó Gerardo Herrero, quizá deseoso de reeditar el éxito crítico de Malena es un nombre de tango, y del guion se encargaron Ángeles González Sinde, años antes de convertirse en Ministra de Cultura del gobierno de Zapatero, y Alberto Macías. La historia, sin duda influida por el cariño de Grandes hacia la costa gaditana, con la que tuvo gran relación (hasta el punto de que en Rota tiene una avenida con su nombre), se ambientaba en una localidad costera de la provincia de Cádiz, allá donde el viento del Levante, cuando sopla, se torna insoportable (de ahí el título de la novela y del film), la historia de una huida del pasado, pero también sobre maltratos conyugales y la necesidad de afrontarlos a todo trance, con un muy entonado reparto en el que sobresalían José Luis García Pérez, Cuca Escribano, Carme Elías y Roberto Enríquez. La cinta obtuvo la Biznaga de Oro a la Mejor Película en el Festival de Málaga, a pesar de lo cual su repercusión comercial fue escasa.

La última adaptación a la pantalla, hasta la fecha, de un texto de Almudena Grandes, es Castillos de cartón (2009), adaptación al cine de la novela homónima publicada en 2004, como siempre por Tusquets, que fue finalista del Premio Planeta, y cuya versión fílmica fue puesta en escena como director por Salvador García Ruiz, con guion del también realizador Enrique Urbizu, que aquí se limitó a confeccionar el libreto cinematográfico. Historia ambientada en dos tiempos, principios del siglo XXI y, en flashback, los años de la Movida Madrileña, se centra en un triángulo amoroso incardinado en aquel movimiento rabioso, rebelde y juvenil, pero también en los años de la madurez, cuando nada fue ya igual. Con un trío protagonista interesante, con la emergente Adriana Ugarte que después se ha convertido en una presencia más que apreciable del audiovisual español, más los entonces también muy jóvenes Nilo Zimmerman y Biel Duran, la película sin embargo no funcionó en taquilla ni contó con la estima de la crítica.

Por último, cuando se escriben estas líneas se prepara la grabación de una miniserie basada en su novela Los pacientes del doctor García, publicada en 2017, lógicamente por Tusquets, en su colección Andanzas, enmarcada en la serie narrativa denominada genéricamente Episodios de una guerra interminable, novela que en 2020 ganó el Premio Jean Monnet de Literatura Europea y el Premio Nacional de Narrativa.

Luis García Montero, marido de Almudena y exquisito poeta, escribió hace unos años un hermoso, nostálgico poema en homenaje a su mujer, titulado La ausencia es una forma de invierno. Aquellos bellos versos preñados de saudade se iniciaban con “Como el cuerpo de un hombre/ derrotado en la nieve...”, para terminar casi premonitoriamente, casi con dolor físico, “con esa misma nieve que me ha/ dejado en blanco/ pues todo se me olvida/ si tengo que aprender a recordarte”.

Descanse en paz, Almudena Grandes.