Pelicula:

CRITICALIA CLÁSICOS


Max Ophüls (1902-1957) fue un director, guionista y productor de origen alemán que tuvo una muy movida carrera profesional, con hasta cuatro etapas diferenciadas, que tuvieron lugar en los países en los que se desempeñó como cineasta, desde su natal Alemania (1931-33) hasta una primera fase en Francia (1933-40), a donde Max (cuyo apellido real era Oppenheimer, que cambió por el artístico Ophüls), de etnia judía, huyó tras la ascensión al poder del nazismo. Cuando, iniciada la Segunda Guerra Mundial, la Alemania de Hitler invade el país galo, Ophüls emigra a Estados Unidos, donde desarrollará su tercera etapa (1940-1949), para después volver a Francia, donde, en una segunda fase, trabajará hasta su precoz muerte (1950-55).


Aunque se suele considerar la última etapa francesa, la de 1950-55, como la mejor de su sin duda notable carrera (con títulos espléndidos como La ronda, El placer, Madame de... y Lola Montes), también la etapa norteamericana tuvo algunos títulos muy interesantes, como Carta de una desconocida, quizá su obra maestra de ese período y, un punto por debajo, esta Almas desnudas, cuyo título original, The reckless moment, que se podría traducir como “El momento temerario”, parece más ajustado al asunto del film.


La acción se desarrolla en su tiempo histórico, a finales de los años cuarenta, desarrollándose en un pueblecito costero de California llamado Balboa. Allí conocemos a Lucía Harper, mujer en torno a los cuarenta, esposa de un ingeniero que se encuentra en Europa por trabajo, madre de Beatrice, una atolondrada adolescente (perdón por la redundancia...), y de David, un niño como de diez u once años; con ellos vive el padre de Lucía, ya anciano. La mujer acude esa mañana a la cercana Los Ángeles, donde va a verse con un hombre que resulta ser el novio de su hija; ella sospecha que es un casanova y, cuando le dice que deje a su hija, este le pide dinero, confirmando que es un canalla. Lucía se niega y marcha a su casa para descubrir al felón, pero este avisa a Beatrice por teléfono, con lo que la chica, con la arrogancia y fatuidad propias de la edad, no la cree. Por la noche, Beatrice se cita con el casanova en un embarcadero cercano; cuando él quiere propasarse (qué antiguo suena esto hoy día...), ella se da cuenta de su calaña, le golpea y el hombre cae desde el muelle hasta la zona de la playa. A la mañana siguiente, Lucía, alertada por su angustiada hija, acude a la zona y se encuentra al hombre muerto: en su caída se golpeó con un gran ancla sobre la arena. Entonces la mujer tendrá que tomar una decisión sobre qué hacer, para cubrir la evidente sospecha de que su hija pueda parecer que ha matado al hombre...  


Con una elegantísima a la par que impecable puesta en escena, marca de la casa, con un hermoso blanco y negro casi expresionista, este inicialmente drama intergeneracional derivará pronto en un intrigante thriller en el que la protagonista se verá abocada a, sola ante el peligro, enfrentarse a dos chantajistas que la extorsionan para evitar la ruina vital de su hija si se descubre que ella, aunque fuera accidentalmente, fue la causante de la muerte del donjuán; fiel al pensamiento de la época, ese “sola ante el peligro” se explicita expresamente: Marido en el extranjero, padre mayor, hijo demasiado pequeño, dejando claro, como corresponde a su tiempo, que afrontar una crisis como ésta hubiera correspondido a un hombre... Pero, en el fondo, siendo un planteamiento que podemos llamar “ambientalmente machista” (porque era el pensamiento de la sociedad en la que se desarrolla la película), en el fondo no deja de ser un punto feminista, porque esa ausencia de varones que se encarguen del tema propiciará que sea ella, la protagonista, la que tenga que hacerlo, y lo hace con solvencia, aunque tenga la inesperada ayuda de un chantajista que, ¡ay!, se ha enamorado de ella, pasando de duro extorsionador a cómplice absolutamente entregado.


Y ahí está, sin duda, lo más interesante del film, el descubrimiento de la figura del villano capaz de redimirse por amor, el hombre que nunca hizo nada bueno pero al que la vida le da la oportunidad de hacer lo correcto por una vez y salvar con ello a la mujer amada y a su familia. James Mason, al que se le daban muy bien los villanos, hace aquí un malhechor ambiguo, no un malo de una pieza, sino comprensivo, y su evolución desde el canalla inicial al enamorado hasta las trancas está muy bien dado por un Ophüls que se desenvolvía como pez en el agua en estas historias de amores súbitos y con frecuencia subterráneos. Estamos entonces ante un villano con luces y sombras, con claroscuros, un forajido que siente que quizá pueda redimirse por amor, aunque sepa que ese amor es imposible, otra de las características típicas de las historias ophülsianas. La reflexión final, una pregunta retórica que se convierte prácticamente en la moraleja del film, vendría a ser: ¿puede un criminal redimirse por amor? Ese lirismo en el lodo es, seguramente, lo más hermoso de un, por lo demás, sólido drama entreverado de thriller.


Porque, además de la historia de amor desesperado del chantajista, hay en Almas desnudas un thriller de notable ritmo, un suspense no ya latente sino patente, con una frenética carrera “in crescendo” en la que la protagonista habrá de intentar conseguir por todos los medios el dinero para pagar el chantaje antes de que se desvele la verdad. Pero es que, al final, habrá incluso un conflicto moral, cuando el chantajista enamorado le revele a su amada que alguien, otro bandido, ha sido acusado erróneamente del crimen: la rectitud de Lucía le impedirá entonces aceptar que se castigue a quien no es culpable de ese delito, aunque lo sea de otros muchos. Ese conflicto, nítidamente resuelto desde la honradez absoluta, es muy de la época, tan lejos de estos tiempos líquidos en los que escribimos, ya avanzado el siglo XXI, en el que las posturas deshonestas, por no decir francamente criminales, gozan de tanto predicamento (como solemos decir en estos casos: ¡cuánto daño ha hecho Breaking bad!).


Queda citado el gran trabajo de un Mason inicialmente brutal y progresivamente suavizado por la oxitocina, la hormona del amor, pero también habrá que alabar el trabajo medido y convenientemente dramático de Joan Bennett, la protagonista, que confiere a su personaje las dosis adecuadas de angustia ante la situación a la que se ve abocada, pero también la determinación de quien está dispuesta a casi todo (menos a culpar a un inocente, aunque sea culpable de otros delitos) para salvar a su hija, para salvar a su familia.


 


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82'

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Almas desnudas - by , Apr 27, 2023
3 / 5 stars
Lirismo en el lodo