Pelicula:

En la ya muy dilatada filmografía de Marco Bellocchio (Bobbio, 1939) se pueden apreciar hasta tres etapas diferenciadas: una primera que iría desde sus comienzos en los años sesenta hasta principios de los ochenta, con un cine combativo en el que repartió estopa a todos los estamentos del Poder: en Las manos en los bolsillos (1965) a la alta burguesía, en En el nombre del Padre (1971) a la Iglesia católica, en China está cerca (1973) a la izquierda “de salón”, y en Marcha triunfal (1976) al ejército, entre otras. Es una etapa muy combativa, muy crítica con los fundamentos del capitalismo. Pero cuando, a partir de los años ochenta, se empieza a imponer en el mundo el pragmatismo político, su cine entrará en una fase de desconcierto, buscando su camino Bellocchio pero sin mucho éxito. Con decir que de esa etapa el film más relevante fue El diablo en el cuerpo (1986), que se hizo famosa por una escena de felación real llevada a cabo por la actriz Maruschka Detmers, está dicho casi todo. Su cine hasta comienzos del siglo XXI no encontró un camino propio, dando bandazos y refugiándose con frecuencia en el documental y en la televisión. Sin embargo, a partir de principios de este siglo, el cine de Bellocchio vuelve a coger fuerza, y ahora con una más variada paleta temática (aunque siempre late en sus películas un corazón izquierdista), nos ha dado varias obras de diversa consideración, pero en general con interés, films como Buenos días, noche (2003), Vincere (2009), Sangre de mi sangre (2015) y la estupenda El traidor (2019).

Buenos días, noche recrea los días aciagos en los que el que había sido primer ministro italiano y entonces líder de la Democracia Cristiana, Aldo Moro, fue secuestrado por las Brigadas Rojas, organización de extrema izquierda que pregonaba la lucha armada para alcanzar la dictadura del proletariado en el país de la bota. La historia narra, con la base argumental del libro Il prigionero, original de Paola Tavella y Anna Laura Braghetti (esta última la brigadista que formó parte del equipo que mantuvo retenido a Moro), la manera en la que dos jóvenes activistas de ultraizquierda, un hombre y una mujer, visitan una vivienda para alquilarla, supuestamente para vivirla como pareja, aunque realmente están localizando un lugar idóneo para construir un zulo tras una pared y poder mantener allí apresado a Moro. Cuando se produce el secuestro, en el que son asesinados los cinco escoltas del político, el líder de la Democracia Cristiana es recluido en un pequeño espacio en el que vivirá durante 54 días.

El texto sobre el que trabajó Bellocchio, que hablaba de primera mano del secuestro, dado que una de las autoras fue precisamente una de las personas que mantuvieron recluido al político, juega sobre las dudas emergentes de la brigadista en cuanto a lo que estaban haciendo. Ciertamente es llamativo que alguien plenamente inserto en el fanatismo habitual de este tipo de planteamientos políticos radicales tuviera tales dudas, tales escrúpulos, sobre la legitimidad para ejecutar a una persona, sin juicio ni garantía alguna, a manos de una supuesta justicia proletaria.

Tiene el film de Bellocchio una interesante mirada hacia la visión fanatizada de aquel grupúsculo de idiotas que se hicieron llamar Brigadas Rojas, que creían que el pueblo iría tras de ellos como un solo hombre, para seguir sus planteamientos irrealizables y, lo que es peor, tan injustos, o incluso más, que los de la sociedad capitalista que decían combatir en nombre del proletariado. La sentencia “la clase obrera debe dirigirlo todo”, puesta en boca de uno de estos memos iluminados, sintetiza la sinrazón de un grupo que quiso cambiar el mundo pegándole un tiro a un viejo (aparte de haberse cargado previamente a cinco “proletarios”, porque los guardaespaldas también lo eran), como si con eso se arreglara todo. La Historia pasó sobre ellos arrasándolos, y la mirada de Bellocchio, siendo un hombre inequívocamente de izquierdas, es adecuadamente crítica con este grupo que tomó la senda equivocada y se convirtió en una banda de asesinos con la excusa de una supuesta revolución.

En ese sentido, esa mirada crítica de un Bellocchio, que nunca ha ocultado su visión del mundo de izquierdas, cobra más valor. Otra cosa será que, cinematográficamente hablando, la prácticamente única situación planteada (pues, aparte de alguna salida al exterior, concretamente al centro de trabajo de la protagonista, apenas hay otra localización que el piso franco donde mantenían retenido contra su voluntad a Moro), no esté demasiado bien resuelta por Marco, y con frecuencia se incide en la reiteración y en la redundancia. Aunque el director procura ir modulando la historia desde la inicial entrega a la causa de la protagonista hasta que empiezan a surgir sus dudas sobre la bondad de lo que están haciendo, lo cierto es que a ratos Buenos días, noche se hace un tanto pesada, un pecado mortal que el cine (ni siquiera el concienciado: véase esa maravilla que es El acorazado Potemkin) se puede permitir.

Ese peculiar título, Buenos días, noche, que no se corresponde con el del libro de la brigadista y su coautora literaria, está sacado de un verso de Emily Dickinson (“Good morning, night/ I’m coming home”), y ciertamente conviene al sentido del film, una contradicción en los términos, como los sentimientos encontrados en la protagonista, que la hicieron participar en un acto, el asesinato de un hombre, con el que secretamente no estaba de acuerdo. Algunas irisaciones entre lo onírico y lo fantástico buscan hacer comprender mejor la evolución de esta mujer a la que la teórica lucha obrera la llevó a verse involucrada en actos que, si hay que creer lo que se nos cuenta aquí, terminaron resultándole abominables.

Correcto trabajo interpretativo, en especial por parte de la protagonista, Maya Sansa, que ya había trabajado para Bellocchio en La balia (1999). También interesante la composición que el anciano Roberto Herlitzka hace del político asesinado, entre el miedo a morir y la necesidad de mantenerse firme en los valores en los que siempre creyó.

(08-12-2019)


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106'

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Buenos días, noche - by , Dec 08, 2019
2 / 5 stars
“La clase obrera debe dirigirlo todo”