Bus stop

Joshua Logan (Texas, 1908 – Nueva York, 1988) fue un cineasta de amplia trayectoria como director teatral, especialidad en la que ganó el Pulitzer y el Tony. Aunque había tenido alguna experiencia fugaz en la dirección cinematográfica con anterioridad, Hollywood requirió sus servicios a mediados de los años cincuenta; desde entonces, y durante tres lustros, Logan desarrolló una feraz carrera como director de cine, donde dejó su impronta de hombre sabio y creativo.

Bajo su férula se hicieron films como la inolvidable Picnic (1955), con William Holden y Kim Novak, la divertida y elegante comedia Sayonara (1957), con Marlon Brando, el drama romántico Fanny (1961), con Leslie Caron y Horst Buchholz, el fantástico musical histórico Camelot (1967), que volvió a poner de moda las leyendas artúricas, y el western crepuscular con irisaciones de comedia y musical La leyenda de la ciudad sin nombre (1969), con dos duros como Lee Marvin y Clint Eastwood y la belleza serena y melancólica de Jean Seberg.

Con guion de George Axelrod, uno de los más interesantes guionistas del Hollywood clásico, sobre la obra teatral homónima original de William Inge, Bus stop fue otra de las buenas películas de Logan, en una filmografía no demasiado extensa en cantidad pero sí abundante en cuanto a calidad. Una Marilyn Monroe plenamente madura, como mujer y como actriz, será el centro y eje de esta peculiar dramedia romántica, una de las obras más conocidas de su director, Joshua Logan, quien se encontraba igualmente cómodo en musicales y en dramas y comedias.

La historia de Bus stop narra la relación que se inicia entre una mujer “con pasado” (no hace falta decir más con este eufemismo, un tanto trasnochado pero que se entiende perfectamente) y un joven e inocente vaquero de rodeo (al estilo del de los anuncios del Marlboro, pero con mayor dosis de verosimilitud), una relación en buena medida tóxica que echará chispas y que hoy día difícilmente pasaría, y con razón, cualquier filtro de lo políticamente correcto.

La mítica Marilyn Monroe convenció con este papel a quienes creían que carecía de vena dramática, aunque lamentablemente no le sirvió de mucho: siguió encasillada en papeles de comedia (con algunas excepciones) y de rubia tonta casi hasta el trágico final de su vida. Paradójicamente, Don Murray, su “partenaire”, sí sería nominado al Oscar, aunque finalmente no lo ganó.

(17-04-2020)