Pelicula:

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Pawel Pawlinowski es un cineasta polaco que se afincó en su adolescencia en el Reino Unido. Allí se graduó en la prestigiosa Oxford, y desde hace varias décadas viene desarrollando una interesante carrera como director, primero de documentales, generalmente para las televisiones británicas, pero desde principios del siglo XXI también de largometrajes de ficción, llamando la atención poderosamente con títulos tan sugestivos como La mujer del quinto (2011), Ida (2015), que ganó el Oscar a la Mejor Película en Habla no Inglesa, y ahora este Cold war (2018), con la que ha conseguido el prestigioso Premio a la Mejor Dirección en Cannes.

Pawlikowski es un cineasta peculiar, muy personal. Sus historias suelen ir de amores esquinados, o bien de miradas hacia pasados turbios y poco complacientes. En Cold war se puede decir que confluyen ambos temas. Estamos en la Polonia comunista de principios de los años cincuenta, cuando la dictadura impuesta por el Kremlin concibe la idea de fomentar el folclorismo de las zonas rurales del país, para que no se pierda un legado tan rico, pero también, así como de paso, para ensalzar las glorias del proletariado y, sobre todo, de sus dirigentes. Se monta una especie de casting gigantesco para elegir las mejores voces y los que mejor sepan bailar las danzas típicas rurales. Uno de los dos miembros del tribunal del casting, Wiktor, se fija en una de las chicas, Zula, y a pesar de que no es de las mejores, es seleccionada. A la par que comienzan los espectáculos folclóricos, ambos comenzarán también una volcánica historia de amor que les llevará a varios puntos del continente, en muy diversas formas y maneras...

Es Cold war cine del bueno: su historia, enmarcada en la convulsa Europa de los años cincuenta y sesenta, a ambos lados del Telón de Acero, nos muestra, con una elegancia exquisita, los grisáceos ambientes de la Polonia comunista, pero también el París del romántico ambiente bohemio de la época, e incluso se pasea por el Berlín pre-Muro y por la entonces todavía unida Yugoslavia. En esos paisajes tan diversos, Zula y Wiktor vivirán un amor alternante, en el que cuando están juntos no se soportan y cuando están lejos se añoran absolutamente. Paralelamente, Pawlikowski nos traza un retrato, acerado pero veraz, más impresionista que realista, sobre las distintas sociedades en las que se desarrollará este amor que es centro y eje de la historia que se nos cuenta: la Polonia recién convertida a la fe del comunismo, bajo las feroces pautas del estalinismo más rampante, en aquellos primeros años cincuenta en su mejor (o sea, peor para casi todo el mundo, menos para la Nomenklatura) momento; la Alemania dividida, con su recelo constante hacia todo lo occidental, con los americanos tan cerca; la Yugoslavia de Tito, tan comunista como autónoma, tan autárquica como independiente; y el París de los cinquante, quizá la más artística (con permiso de los vingt...) década de la capital francesa, donde se concentraron tantos genios de la música: Brassens, Brel, Piaf, Barbara, Aznavour...

Con un ritmo espléndido, jugando con inteligencia con los números musicales (primero de corte folclórico, un poco a la manera de los de la Sección Femenina del franquismo; después, en hermosos cantables en la voz de Zula), Cold war se beneficia también de una realización impecable de Pawlikowski, de una bellísima fotografía en blanco y negro de su compatriota Lukasz Zal, que ya se encargó de ese cometido en la mentada Ida. Sin embargo, siendo notable el trabajo actoral de los protagonistas, Joanna Kulig (actriz fetiche de Pawel) y Tomasz Kot, meritísimos ambos en su entrega y empeño, sin embargo, por mor de esa traviesa circunstancia conocida como química, lo cierto es que nunca consiguen que nos creamos que formen realmente esa pareja en la que ninguno de los miembros puede vivir sin el otro. Física sin química, entonces, en algo que, ciertamente, se escapa de las capacidades de Pawel y sus colaboradores: y es que cuando no hay química, por mucho que digan que se quieren muchísimo, que no puedo vivir sin ti, etcétera, si el cuerpo no confirma lo que dice la boca, no hay nada que hacer.

Valga ese elemento negativo para reducir el impacto artístico del film, tan elevado que da pena que se vea empañado por algo tan fundamental como es el empaste romántico, sensual entre los dos protagonistas; de hecho, incluso el par de escenas de coito de la pareja que nos ofrece el director no transmiten la más mínima sensación de erotismo, no digamos ya de amor, ni fou ni del otro...


(11-10-2018)


 


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88'

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Cold war - by , May 20, 2020
3 / 5 stars
Física sin química