Astrid Lindgren debe ser, seguramente, una de las dos escritoras de fama mundial que ha dado Suecia (la otra es, lógicamente, Selma Lagerloff). Se podría considerar también a la novelista “noir” Asa Larsson, pero me parece que todavía le falta recorrido para llegar al nivel de Lindgren y Lagerloff. Astrid Lindgren consiguió su fama internacional fundamentalmente por sus libros de la serie Pippi Langstrump, que alcanzarían gran éxito tras su publicación por primera vez en 1945, y mucho más tras su adaptación como serie televisiva, que en España se vio en los años setenta con el título de Pippi Calzaslargas, constituyéndose en un fenómeno de masas, siendo popularísima no solo entre los niños, sino también entre los mayores, por su tratamiento que podría considerarse como un libertarismo “avant la lettre”.
La vida de Lindgren no fue nada fácil, al menos en su juventud: embarazada a los 18 años de un hombre casado (y con siete vástagos...) hacia 1920, cuando, incluso en la después muy liberal Suecia, era un pecado nefando, dio a luz a su hijo en Dinamarca y allí lo dejó con una mujer que acogía niños en adopción provisional, esperando que cuando el padre del niño pudiera divorciarse, Astrid se casaría con él y retomarían su vida en común con el pequeño. Pero los hechos no transcurrieron precisamente así, lo que supuso un grave dolor emocional para la futura gran escritora...
El problema de Conociendo a Astrid es que lo que se nos cuenta, aunque sean los años jóvenes (la traducción del título original es precisamente “Joven Astrid”) de la famosa escritora, en puridad carece de mayor interés, o al menos de cualquier interés más allá del que se le presupone a los años que dieron forma al carácter y la personalidad de la que después sería una escritora de fama mundial, con una popularidad extraordinaria. Pero lo cierto es que la historia que se nos cuenta podría ser la de Astrid Lindgren o la de cualquier otra mujer que, allá en los años veinte del siglo ídem, tuviera un hijo fuera del matrimonio, en este caso con un hombre casado: está muy bien que se cuente una historia como esta, que nos haga ver cómo, afortunadamente, el mundo ha cambiado tanto, para mejor, pero ello no aporta nada nuevo que no conozcamos ya.
Y, sobre todo, nada encontramos en Conociendo a Astrid (salvo una escena, en un momento dado, cuando le cuenta una pequeña historia a su hijo Lasse para que se duerma) que nos dé una pista de cómo esos años de juventud, esa dura etapa de su vida en la que se vio socialmente a los pies de los caballos, influyó en su obra literaria: nada hay aquí que nos haga ver que la protagonista será en el futuro la autora de un personaje tan potente como el de Pippi Calzaslargas ni de otras novelas que también desarrolló y que le dieron fama y prestigio.
Pernille Fischer Christensen es una guionista y directora danesa que con este hace su quinto largometraje. En España solo se ha visto de ella Alguien a quien amar (2014), que fue una agradable sorpresa, un film de rara capacidad para la sutileza, para transmitir emociones con un mínimo de expresividad y de recursos fílmicos. Pero parece que aquella capacidad para el matiz y la elipsis se ha diluido en este a modo de telefilm de sobremesa que es incapaz de transmitir gran cosa, más allá de la denuncia (no precisamente original) sobre los graves problemas de las mujeres en aquel tiempo, dado con una notable falta de personalidad, con una puesta en escena ramplona y elemental, una película plúmbea que parece no va a acabar nunca.
Seguramente había en la historia de la joven Astrid Lindgren una película interesante. No es esta, y es una pena. Tampoco la protagonista, la joven Alba August, por cuyas venas debería correr el talento de sus padres, el director Bille August (recordemos algunos de sus títulos: la oscarizada Pelle el conquistador, Las mejores intenciones, La casa de los espíritus) y la actriz Pernilla August (que estuvo en Fanny y Alexander y Star Wars I y II), parece que haya heredado gran cosa: nos parece poco creíble, escasamente verosímil, como si no se creyera demasiado su papel. Mejor está la danesa Trine Dyrholm, a la que hemos admirado en films como Celebración, En un mundo mejor y Un asunto real.
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