Tras una década, la de los setenta, que en lo personal se caracterizó para Bergman por los problemas que tuvo con el fisco de su paÃs, lo que le obligó a exiliarse e incluso a ser temporalmente internado en un sanatorio psiquiátrico por depresión, el cineasta sueco, a principios de los años ochenta, ya sexagenario, decide retirarse del cine y concentrarse en el teatro. No obstante, aún harÃa dentro del sector audiovisual varias TV-movies, algunas de ellas exhibidas internacionalmente en formato cinematográfico, como Tras del ensayo (1984) y Saraband (2003).
Su testamento cinematográfico fue, pues, esta Fanny y Alexander, que se rodó para televisión en una miniserie de 5 episodios con una duración total de 312 minutos, y de la que se montó una versión para cine en este largometraje de algo más de 3 horas.
Principios del siglo XX en Uppsala, una localidad situada en el Oeste de Suecia. La familia Ekdahl regenta un teatro; viven todos en una gran casa señorial llena de vida, con la abuela, los cónyuges, Oscar y Emilie, los dos hijos, Alexander y Fanny, niño y niña, y varias sirvientas. Oscar, el padre, enferma y mueren poco tiempo; a partir de entonces, y tras un perÃodo de duelo, la madre, cortejada por el obispo Edvard, casará con este jerarca eclesial; la madre y sus hijos se mudan a la casa del clérigo, donde pronto los niños comprueban que su vida feliz ha terminado, en un ambiente intolerante, rÃgido hasta la extenuación...
Fanny y Alexander es, de alguna manera, un compendio de toda la obra de Bergman; aquà están, en efecto, temas como la muerte, las relaciones matrimoniales (o de pareja), Dios, o su ausencia, o su representación, el teatro, el dolor, la enfermedad, la infancia. Rica en temas, espléndidamente expuestos por un Bergman guionista y director, en la plenitud de su talento, la pelÃcula alcanza la categorÃa de hermosÃsimo testamento cinematográfico de uno de los cineastas más influyentes de la Historia del Cine.
Narrada con un ritmo perfecto, trufada de detalles cultistas que nunca cansan ni suenan a pedantes, con momentos mágicos como la secuencia de Alexander en el dédalo del hogar del viejo judÃo o el inesperado final, Fanny y Alexander resulta ser un más que adecuado broche final a una filmografÃa ciertamente plagada de grandes pelÃculas. La historia incluye evidentes referencias a clásicos de la literatura, del dickensiano David Copperfield a Jane Eyre, de Charlotte Brontë, entre otros.
Basada libremente en la propia infancia de Bergman, la pelÃcula está vista fundamentalmente a través de los ojos del niño, Alexander, que vendrá a ser, de esta forma, como el alter ego del propio Ingmar; veremos entonces su fascinación por la representación teatral, probablemente inspirada en el ambiente del hogar, en el que Strindberg, Chéjov, Shakespeare o Ibsen eran casi como de la familia, de tan representados.
Como era habitual en Bergman, los colores son muy importantes; asÃ, el hogar feliz de los Ekdahl menudeará en tonos rojos fuertes, sÃmbolo de amor, de dicha, de alegrÃa; sin embargo, la ascética vivienda del obispo estará repleta de colores albos, fundamentalmente el blanco sucio, de paredes desnudas y deprimentes, como la vida en aquel hogar sin brillo. Sven Nykvist, el habitual operador de Bergman, consiguió el Oscar a la Mejor FotografÃa; la pelÃcula consiguió, más que merecidamente, otras tres estatuillas más.
En cuanto a los intérpretes, es curioso porque, aparte de los jovencÃsimos protagonistas, Bertil Guve y Pernilla Alwin, de efÃmera carrera (hicieron esta pelÃcula y miniserie televisiva, y poco más), aparecen buena parte de los intérpretes bergmanianos de toda su carrera, como si, llegado el momento de la retirada del maestro que les regaló algunos de los mejores papeles de sus vidas, estos, agradecidos, hubieran querido estar en su última obra, aunque fuera con papeles menores; asÃ, figuran en el reparto Harriet Andersson, Gunnar Björnstrand, Erland Josephson, Allan Edwall, Jan Malmsjö y Kristina Adolphson, todos ellos actores y actrices que habÃan colaborado repetidamente con Ingmar en su filmografÃa; curiosamente también, intervienen por primera y última vez en el cine de Bergman (aunque no en sus productos para televisión) dos de las más talentosas actrices escandinavas de la generación nacida en los años cincuenta, Lena Olin y Pernilla August, que posteriormente gozarÃan de dilatadas y prestigiosas carrera, incluidas varias incursiones en el cine de Hollywood.
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