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Clint Eastwood es, a qué dudarlo, leyenda viva del cine. Pocos actores y directores actuales, quizá ninguno, podría jactarse (cosa harta improbable en el sobrio Clint) de una filmografía tan interesante y dilatada, tanto como actor como director. En esta última faceta presenta un ramillete de films notables o muy notables; por citar solo un puñado, podríamos recordar El jinete pálido (1985), Bird (1988), Sin perdón (1992), Un mundo perfecto (1993), Los puentes de Madison (1995), Mystic River (2003), Million Dollar Baby (2004) y J. Edgar (2011). Su longevidad nos está permitiendo seguir disfrutando de su cine cuando ha cumplido ya, cuando se escriben estas líneas, 91 años. El hecho de producir sus propias películas, a través de su compañía Malpaso, le permite seguir dirigiendo a una edad en la que cualquier otro director no podría, por no fiarse las productoras de que llegara vivo al final del rodaje.

Dicho todo lo cual, así como nuestra admiración eterna por uno de los grandes del cine norteamericano que, sin hipérboles, merece ser llamado así, nos parece justo y honesto decir también que el cine de Eastwood, en los últimos años, ha bajado apreciablemente en su interés. De hecho, su última gran película, a nuestro parecer, data ya de hace un decenio: sería la mentada J. Edgar (2011), el sutilísimo amén de libérrimo biopic sobre el que fuera todopoderoso director del FBI, Edgar Hoover. Desde entonces ha hecho algunas cosas apreciables, como Sully (2016) y Richard Jewell (2019), pero también títulos inferiores a su nivel medio, como El francotirador (2014) y, sobre todo, la muy endeble 15:17 tren a París (2018).

Decimos todo esto porque nos parece que la edad, que no perdona, también está pasando factura al cine dirigido por Eastwood, y este Cry Macho, que dados los muchos “tacos” de su actor, director y productor, podría ser su testamento fílmico, no estaría, ni de lejos, a la altura de su mejor cine. Y no es que la nueva peli del cineasta californiano (nacido en San Francisco, dos años después del Crack del 29, ahí es nada...) sea mala, que no lo es, pero sí nos parece insuficiente, sin que por ello carezca de interés, como intentaremos explicar.

La acción se desarrolla en Texas, a finales de los años setenta del siglo XX. Conoceremos a Mike Milo, entrenador de caballos, antiguo jinete en rodeos, actividad que abandonó décadas atrás a raíz de la muerte en accidente de su mujer y su hijo; dado a la bebida, su jefe, Howard Polk, lo salva de la autodestrucción dándole trabajo y sacándolo de la espiral de degradación en la que se había sumido: decenas de años más tarde, cuando Milo ya está muy mayor, es conminado por Polk a que viaje a México para rescatar a Rafael, coloquialmente llamado Rafo, su hijo de 13 años, que crece bajo la mala influencia de su madre, Leta, en un ambiente de marginalidad delincuencial no precisamente benéfico ni propicio para un niño. Inicialmente renuente, Milo finalmente acepta cuando Polk le recuerda la deuda de gratitud que el viejo domador de caballos tiene con él. Ya en México, comprobará que efectivamente el chico está prácticamente a la intemperie, abandonado por una madre atrabiliaria y ganándose la vida malamente como entrenador de un gallo de pelea, al que llama Macho...

Tiene Cry Macho cosas bastante curiosas, como su cualidad de “cuento moral” (cosa que, por cierto, ya hemos visto en la más reciente filmografía de Eastwood); aquí tendremos a un chico, Rafo, que, como su gallo Macho, al que el muchacho revivió y restauró hasta devolverlo a la normalidad, también se encuentra en un difícil momento de su vida, abandonado por su madre (quien, sin embargo, en un imprevisto arranque maternal, removerá Roma con Santiago para recuperarlo...), tirado en la calle, y tendrá que ser la persona más inesperada, un viejo domador de caballos en el último recodo del camino, quien le rescate y le dé las nociones de humanidad, de bonhomía, de sensatez, de solidaridad, de las que carecía por su falta de referentes, abocado a ser un niño convertido en falso adulto, en el mejor de los casos llamado a vivir una juventud de incierto futuro, todo lo más bajo los infames parámetros de la incuria que se vive en las calles más tiradas. Esa alegoría del gallo, pero también del chico, cuyo restañamiento vital por parte del viejo seguirá el mismo proceso que él mismo realizó con el animal, es quizá la mayor de las virtudes de este film que, sin embargo, resulta inusualmente blando, improbablemente naif, con soluciones de guion poco creíbles, como el hecho de que un tipo con poder y dinero envíe a un nonagenario a rescatar de las garras de la madre a su chico, o la más bien improbable historia de amor entre el viejo y la viuda mexicana, un pegote argumental que tiene difícil justificación, más allá de la (al parecer) inevitable línea romántica que tiene que haber, velis nolis, en los dramas contemporáneos.

Con una historia endeble, más allá del rescate cual Orfeo de Eurídice en el Hades, siendo Orfeo quien podría ser el tatarabuelo del héroe mitológico, y Eurídice un rapaz de 13 años de colmillo retorcido y gallo peleón, Cry Macho resulta inevitablemente agradable en sus postulados en clave positiva, en su búsqueda de restituir la humanidad a un chico en trance de perderla, pero también de aportar serenidad, tal vez amor, en el hombre que se enfrenta al último tiempo de su vida. Pero, ¡ay!, no es este ya el gran Eastwood que nos encandila, al que admiramos a carta cabal, quizá ya incapaz de volver a fascinarnos con sus historias. Será una pena que este sea su testamento cinematográfico, aunque, quién sabe...

Tenemos dicho, y no nos desdecimos, que como actor, Eastwood hace siempre el mismo personaje, con independencia de que se llame con distintos nombres, se dedique a distintos oficios, tenga supuestamente vidas diferentes: en el fondo siempre hace el mismo rol, con distintos ropajes argumentales, como lo hiciera, en su momento, John Wayne, por poner un ejemplo evidente. Aquí tendremos ya a ese mismo personaje pero con el inevitable desfondamiento vital que da tan avanzada edad, ya con un hilo de voz y la evidencia de que los años no pasan en balde. En el resto del reparto lamentamos decir que el chico coprotagonista, Eduardo Minett, nos parece poco creíble, se le nota demasiado que está interpretando; hasta ahora solo había hecho algunos culebrones televisivos, así que habrá que darle un voto de confianza: si Eastwood lo ha escogido para darle la réplica en la peli, parece que algo debió ver en él...

(29-09-2021)


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104'

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Cry Macho - by , Mar 15, 2023
2 / 5 stars
Alegoría del gallo