Pelicula:

Dispersión de la luz es la versión cinematográfica efectuada por Javier Aguirre del libro “Sobre los ángeles”, de Rafael Alberti. El film se caracteriza por su plena independencia una vez que el texto ha sido motivador de la imagen. El director, de entre una enorme materia poética compuesta por cientos de versos, toma dos sustantivos relacionados entre sí, los aísla de su inmediato contexto y formula un título cuyo contenido simbólico no sólo posee significado propio sino que metaforiza cuanto la película pretende y consigue hacer con el texto original: separar los colores espectrales de un rayo de luz por medio del objeto adecuado.

Aguirre construye un relato audiovisual de principio a fin, sin títulos intermedios ni separaciones artificiales; no ha caído en el error de rotular o subtitular cada apartado o bloque, muy posiblemente porque, para él, “Sobre los ángeles”, es un todo armónico cuya óptima visualidad se cumple como “continuum” narrativo, como dinámica iconografía que no admite hiatos ni cesuras venidas del exterior. De ahí, la independencia de un relato visual cuya poética nace de sí misma y en sí misma, aunque sin negar jamás su procedencia ni olvidarse de tan generosa herencia literaria.

No hará falta advertir que el cineasta ha respetado profundamente todas y cada una de las palabras componentes del verso, de la estrofa, del poema. Aún más, la dicción de cada texto, variado en la elocución, en el tono y en el timbre, se sirve de voces tan vigorosas como las de Mario Gas, Manuel de Blas, Félix Grande, para contrastar, en su dulzura expresiva, en su delectación poemática, con la de Teresa Berganza. La palabra escrita de Alberti se hace, por la perfección de su decir, agradable “canturía” donde la masculinidad o feminidad de la voz conforma el correspondiente recital.

Bajo esta perspectiva, el autor de ese llamado “Anti-Cine” ha optado por efectuar dos versiones diferentes de este mismo título. De una parte, ofreciendo el texto albertiano de principio a fin; de otra, suprimiendo el original, salvo en algunos episodios, cortando el cordón umbilical que une palabra con imagen; de alguna manera, haciendo independiente la plástica para que ésta se exprese por sí misma, sin necesidad de “guía” verbal o signo lingüístico orientador.

Sobre esta cuestión, Dispersión de la luz ejercita la imagen en el más amplio de los sentidos y, por ello, la personificación y la cosificación actúan y se desenvuelven apoyándose una a la otra. Alberti no incluyó más que un nombre propio en todo este poemario, el de la niña Eva Gúndersen, una escandinava a quien José Bergamín había fotografiado en su particular “expedición” por los países nórdicos. Javier Aguirre, utiliza “imágenes propias” (como equivalente, diríamos, a nombres propios); la actriz Cristina Marsillach, ensoñadora o perpleja, es ejemplo de gesto elocuente, presencia callada, armonía de rasgos en su particular mirada del mundo (como, en otras secuencias, será la imagen de Rosanna Pérez Walls).

Y más allá, esas sombras que sacan a la muerta a hombros, o ese ángel de los números que evoca la infancia traviesa del poeta, o esos miles de objetos, de diversa procedencia y clasificación, que pueblan las “ciudades deshabitadas”, que pululan “por los desvanes de los sueños rotos”, que podemos encontrar en la nieve, como esa “suela extraviada” o, al borde de un precipicio, como esa “navaja de afeitar”, fetiche de tantos compañeros de generación, putrefactos o no; objeto que Buñuel, el actor Luis Buñuel, elevó a icono intemporal por sajar con ella un ojo y permitirnos entrar en el subconsciente cósmico para que unos lo filmaran y otros lo soñaran y, luego, pudiéramos verlo hecho realidad en el lienzo de plata. El cierre de la película utilizando la navaja sobre el desnudo femenino bañado por las aguas es un ejemplo de elocuente iconicidad que resume con plástica sugerente el funcionamiento y la utilización de ciertos signos/símbolos en el lenguaje literario, pictórico y cinematográfico de una generación.

La imaginería creada por Aguirre en Dispersión de la luz se caracteriza por la complejidad iconográfica de cada plano; las formas arbitrarias o concretas elegidas para construirlos funcionan encadenadas y yuxtapuestas de modo que los haces de imágenes sugieren la dinamicidad del cosmos. Los elementos antropomórficos funden con la vitalidad de un universo donde la muerte y los muertos no son excepción sino cotidiano discurso. El expresionismo, con sus más significativos referentes cinematográficos, la simbología nazi como recurso connotado de malditismo y perversión, la singularidad de una época donde la velocidad del automóvil puede ser más aplaudida que la Victoria de Samotracia, se enfrentan, se alternan, se suceden.

El bruñido discurso de Javier Aguirre conforma un poema audiovisual donde se funden un personalísimo texto literario con una original sinfonía lumínica.


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90'

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Dispersión de la luz - by , Apr 17, 2017
5 / 5 stars
Poema audiovisual, sinfonía lumínica