Esta película está disponible en el catálogo de Netflix, Plataforma de Vídeo bajo Demanda (VoD).
Esperamos que la estupenda Moonlight (2016), que ganó tan merecidamente el Oscar a la Mejor Película (además de otras dos estatuillas), no haya sido un espejismo. Porque lo cierto es que esta El blues de Beale Street baja claramente su interés con respecto al anterior film de Barry Jenkins, que tanto nos gustó. Porque curiosamente lo que allí había de sutileza, que era quizá lo más estimulante de aquel relato atravesado de dolor infantil, juvenil, adulto, aquí lo hay de explicitud, una explicitud que, ciertamente, no aporta nada nuevo que no sepamos ya.
Nueva York, años setenta. En ese contexto todavía tan racista, una pareja de enamorados chicos negros, Fonny y Tish, conciben un hijo. Él, sin embargo, es detenido injustamente por una concatenación de circunstancias (en las que el racismo tiene mucho que ver), acusado de la alevosa (cuál no lo es) violación de una mujer. A partir de ahí, Tish, la chica, tendrá que intentar demostrar la inocencia de su hombre, además de arrostrar los prejuicios que en aquella época todavía pesaban sobre las madres solteras; aunque en su familia la noticia es muy bien recibida, en la de su amado no lo es tanto, dadas las integristas ideas cristianas de la madre del chico.
Esta película es la segunda versión que se hace en cine de la novela Blues de la calle Beale (publicada en España por Versal en 1987), original del novelista y activista afroamericano James Baldwin, un hombre que trató a líderes del movimiento negro como Martin Luther King y Malcolm X. La primera versión de este texto, curiosamente, no la hizo el cine norteamericano sino el francés: en España se tituló De todo corazón (1998), y la dirigió el combativo Robert Guédiguian, adaptándolo a su Marsella natal y con el tema añadido del amor interracial. De Baldwin hemos visto hace poco un film basado en otro texto suyo, la interesante I am not your negro (2016).
El caso es que nos tememos que Jenkins, que tan buena mano demostró en su anterior y espléndida Moonlight, aquí no ha sabido dar con el tono de la historia, perdido entre los prejuicios raciales del Nueva York de los años setenta, con sus felones policías venales que parecen sacados directamente del Ku Klux Klan, con sus blanquitos liberales, como el abogado, que habrá de enfrentarse a las reticencias de la muy racista clase alta neoyorquina de la época, y con sus afroamericanos que anteponen sus creencias religiosas a cuestiones tan básicas como el apoyo a los nuevos miembros de la familia que están en camino, como en el caso de la fanática suegra de la protagonista.
Con un ritmo cansino y una duración excesiva (ya es casi un lugar común que últimamente a todas las pelis les sobra un cuarto de hora...), todo se va en dar vueltas sobre el mismo asunto: el embarazo fuera del matrimonio en una pareja que se quiere, la aceptación (o no) por parte de las familias de tal hecho, y el intento de librar al protagonista de la cárcel por un delito no cometido; a ratos parecen dos películas distintas, sin que parezca haber relación entre el embarazo y la lucha por liberar a Fonny.
Trabajo interesante de los intérpretes, aunque sobre todo de “las” intérpretes: nos ha gustado mucho KiKi Layne (sí, KiKi, con dos “kas” mayúsculas...), que consigue el punto exacto de fortaleza y desvalimiento que parecía pedir su personaje, la chica encinta, pero también Regina King, que interpreta a su madre, en un rol pleno de fuerza que le ha hecho ganar un Globo de Oro y estar nominada (cuando se escriben estas líneas, antes de entregarse los premios) a un Oscar. Más flojos los hombres, simplemente correctos, y alguno incluso pasado de rosca. Los astros hispanoamericanos Diego Luna y Pedro Pascal hacen sendos cameos; eso sí, el del primero de ellos es manifiestamente prescindible...
Por cierto que, como Moonlight, este film también lo coproduce Brad Pitt, en una muy interesante faceta como productor de películas en las que la estrella no interviene como actor, un tema que alguna vez habrá que glosar debidamente.
(29-01-2019)
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