Pelicula:

La comedia francesa del siglo XXI no se puede decir que sea especialmente distinguida. En buena medida ha sido tomada al asalto por actores cómicos que han dado el paso a la dirección, como es el caso de Dany Boon, que con su Bienvenidos al Norte (2008) consiguió vender en Francia más de 20 millones de entradas y, con ello, se convirtió instantáneamente en una figura nacional. Siguiendo su estela, otros cómicos como Philippe Lacheau han pasado a la dirección con comedias como Alibi.com, agencia de engaños (2017), y también Michaël Youn, cuyo El club de los divorciados es su tercera película como director, aunque como actor tiene una ya larga carrera.

La acción transcurre en nuestros días. Ben es un agente inmobiliario felizmente casado con Vanessa. Cuando van a celebrar su quinto aniversario de boda, ella le engaña a voz en grito (literalmente...) al hacerlo en una reunión de trabajo a la que asisten todos sus compañeros y su marido, al quedar abierto un micrófono de la habitación en la que la mujer está con su jefe, no precisamente firmando papeles... A partir de ahí, Ben entra en depresión, pero es metafóricamente adoptado por su amigo de la infancia Patrick en un casoplón en el que irán acogiendo a sucesivos divorciados (y divorciadas: aquí el lenguaje inclusive tiene todo su sentido...), hasta constituir el que llaman “El club de los divorciados”. Pero Ben se enamora de Marion, una empresaria que va a abrir un centro de artes marciales, y entonces todo empezará a complicarse...

Youn no es precisamente un exquisito. Como director aplica la norma de contar su historia de la forma más aseada posible, teniendo en cuenta lo que podríamos llamar el “horror vacui” actual de los directores: en todo momento tiene que estar pasando algo, no pueden pasar cinco segundos sin que ocurra lo que sea en pantalla para llamar la atención. Por supuesto, en la comedia es conveniente mantener un ritmo narrativo con una cierta velocidad, para que no decaiga el tono, pero el impuesto por Youn, especialmente en la segunda parte del film, parece a todas luces excesivo. Tampoco el guion es que sea ninguna joya: estrafalario, con gusto por la extravagancia vacía, con lugares comunes a troche y moche, acudiendo a algunos de los peores recursos de los malos guionistas, como el del micrófono abierto que permite escuchar algo que nadie debería oír, salvo los concernidos por la conversación, o el de la toma de alucinógenos que justifique conductas descontroladas y (supuestamente) divertidas.

Así las cosas, la película se tolera y se deja ver con benevolencia, porque al menos Youn, como director, no comete faltas de ortografía cinematográfica y la historia (por llamarla de alguna forma...) está contada sin dejar demasiados cabos sueltos. Es cierto que no incita precisamente a la risa, no digamos a la sonrisa, que es el premio de las buenas comedias, en una narración previsible y que solo tiene de novedoso el hecho de que el club de marras no es el típico antro de varones en plan machista, sino que todo divorciado/a es acogido allí sin mayor problema: ¡ay, si Vicente Escrivá levantara la cabeza, se volvía a morir...! También como novedad (relativa: ¡estamos a punto de iniciar la tercera década del siglo XXI, qué diantres!), aquí la persona rijosa es la esposa del protagonista, mientras que este se encuentra rendidamente enamorado de ella, cuando la tradición en el cine presentaba generalmente a los hombres como los “salidos” de la pareja y a las cónyuges como las damnificadas por la bragueta brava de los maridos.

La pareja protagonista, Arnaud Ducret y François-Xavier Demaison, parece reproducir los esquemas del clown y el augusto, el guapo y el feo. El propio Michaël Youn se reserva un pequeño papel en el film, con notable sobreactuación.

El mentor del club de los divorciados, Patrick, el amigo del protagonista, para captar a sus nuevos pupilos, les lanza un eslogan lapidario: “No somos pingüinos”, por aquello de que, según la ciencia, estas aves marinas no voladoras son la única especie (incluida la humana) sobre la Tierra realmente monógama. Vista la moraleja del film, que recuerda el refrán castellano “cada oveja con su pareja” (aunque no necesariamente sea la misma de antes...), cabría preguntarse, en plan gallego, ¿o sí?

(28-10-2020)


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108'

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El club de los divorciados - by , Oct 28, 2020
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¡No somos pingüinos! (¿o sí...?)