El hombre que quiso ser Segundo tiene en la filmografía del cine español un precedente al que es absolutamente imprescindible remitirse antes de comentar el título ahora estrenado. El lector de Criticalia puede consultar nuestro comentario a Cinematógrafo 1900. Homenaje a Segundo de Chomón, documental de Juan Gabriel Tharrats, estrenado en 1979 y producido, a lo largo de muchos años, por el propio director; ello nos evita repetir detalladamente la trayectoria vital y profesional de quien fue el primer ingenio de nuestra cinematografía.
La producción de “Bígaro Films”, dirigida por Ramón Alós, puede inscribirse en lo que se ha dado en llamar (sin entrar en disquisiciones terminológicas) “falso documental” o lo que sería más preciso etiquetar como “documental” en el que se incluyen cuestiones, personajes, situaciones, pertenecientes a una “ficción” que el autor combina intencionadamente con la “historia real” a fin de que el espectador la consuma sin detectar dónde acaba la primera y empieza la segunda (o viceversa). Basilio Martín Patino ejemplificó esta cuestión, con singular acierto, en cada uno de los episodios de “Andalucía, un siglo de fascinación”, serie para televisión.
Los guionistas de El hombre que quiso ser Segundo, Leonardo Marini y el propio Ramón Alós, han estructurado su narración sobre una base histórica dominada por las distintas etapas, vitales y profesionales, del cineasta Segundo de Chomón, y han añadido recursos ficcionales apoyados en la hipotética existencia de un hermano gemelo de éste al que, en juego numérico ordinal, se le llama Primo. Las vidas de uno y otro correrán paralelas o cruzadas, a lo largo del film, con manifiestas divergencias en facetas relativas a actividades cinematográficas. El personaje ficcionalizado, Primo, funciona así como un “Mac Guffin” (en pura terminología hitchcockiana) que añade suspense e interés a la trama y puede contribuir, positiva o negativamente, a ciertas motivaciones del personaje principal.
Alós, el director, se erige en “investigador principal” de los hechos y queda personalizado en el actor que lo representa (Enrico Vecchi). El personaje tiene un complementario en la tarea investigadora: el profesor de la Universidad de Valencia Juan Miguel Company (haciendo de sí mismo), quien, como experto en la materia, da réplica científica a las detectivescas pesquisas del director tanto en busca de la verdad histórica sobre Segundo como de la urdida ficción, administrativa o cinematográfica, en torno al inventado Primo.
El documental se sirve de tres elementos fundamentales según corresponde a los códigos habitualmente manejados por este “género” cinematográfico: fragmentos de las películas relacionadas con Segundo; voces de autoridades científicas con opiniones sobre la vida y el cine de Chomón; hilo conductor donde historia y ficción se den la mano, sin estridencias, y se soporten, equilibradamente, en su funcionamiento narrativo.
El repertorio chomoniano ofrecido responde a cada una de las etapas (francesa, española, italiana) y conforma un generoso catálogo procedente de muy diversas filmotecas; así veremos fragmentos dirigidos, trucados, modificados por Chomón, junto a diversos elementos, cámaras, artilugios, maquetas, inventados o mejorados por él. Por poner algunos ejemplos, títulos como Adelante con la música, El hotel eléctrico, La casa embrujada, Maciste en el infierno, El diablo rojo, Sinfonía estrafalaria y El escurridizo carterista, alternarán con películas de otras etapas como La caverna de la bruja, El encantador, La abeja y la rosa, La araña de oro, Los kiriki, acróbatas japoneses, Una excursión incoherente, El teatro eléctrico de Bob, etc.
En segundo lugar, diversas autoridades en la materia exponen, en personales entrevistas, sus opiniones sobre el cineasta turolense, tanto referidas a cuestiones biográficas como a otras relativas a la profesión. Así, los profesores Román Gubern, Joan Minguet, Jenaro Talens y Agustín Sánchez Vidal (este, autor del imprescindible volumen “El cine de Chomón”), junto a Eva, la hija de Juan Gabriel Tharrats (depositaria de la memoria y de los apreciados trabajos de su padre), y la investigadora Simona Nosenzo; representantes de cinematecas y filmotecas como Laurent Mannoni, Marco Galloni y Claudia Gianeto, complementan la diversidad de criterios.
Hay determinados elementos narrativos que Alós y sus productores han desarrollado satisfactoriamente. La escena del sorpresivo nacimiento de Segundo, cuando Primo ya está en el mundo; la presencia de los dos gemelos en el mismo plano (con las apostillas a cómo pudo filmarse aquello); la utilización del dibujo animado para presentar, en Cuba, la estancia militar de “los dos hermanos”, con la fraternal solución llevada a cabo por Primo, conforma, mediante ese recurso técnico, un acertado elemento de la ficción.
Por el contrario, la veracidad necesaria para la invención y oficios de Primo, tanto en el discurso narrativo como en la intervención de los invitados o de los actores secundarios, deja lagunas para, al menos, quien tenga conocimiento previo de la biofilmografía de Chomón (¡Segundo, claro!). Algunos intervinientes entran en el juego propuesto por director y guionista (por más que cierta casi imperceptible sonrisa les haga desequilibrar su discurso) mientras otros explican sus conocimientos sin entrar a juzgar la existencia del personaje alternativo.
La parte de la película relativa al ventrílocuo Paco Sanz Baldoví no la encontramos suficientemente justificada para incluirla como una trama más relacionada con “los Chomón”; merecería un documental aparte donde se precisara, con más detenimiento, la importancia de esta figura valenciana y ello sin olvidarse de la película “Sanz y el secreto de su arte”, filmada, en 1918, por él mismo y Maximiliano Thous. Las correrías de Vecchi y Company en torno al artista de los muñecos y, especialmente, a la búsqueda de la cabeza que falta, desentonan en el conjunto de su narración y aportan poco a la causa cinematográfica principal. La intromisión del profesor en el local donde se reparan los muñecos y la reprimenda recibida del artista conservador, sólo puede interpretarse como un exceso de cotidianeidad poco digna de ser filmada.
A este respecto, señalemos que la intervención del profesor Company funciona ponderadamente a lo largo de la película; en la última parte, sin duda, por exigencias de guion, se rebela contra los elementos y a la hora de admitir la existencia de Primo, declara honradamente que él, como buen historiador (no en balde tiene sobre su mesa de trabajo los libros sobre Chomón de Sánchez Vidal y de Tharrats), es escéptico en lo relativo a la existencia del “hermano gemelo”.
Quienes esperen hasta el final de los créditos podrán leer: “Las declaraciones y opiniones atribuidas a Juan Gabriel Tharrats en relación a la existencia de Primo de Chomón son falsas y han sido escritas por los autores con finalidad dramatúrgica”.
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