Pelicula:

Esta película está disponible en el catálogo de Netflix, Plataforma de Vídeo Bajo Demanda (VoD).


Nora Twomey es una talentosa cineasta irlandesa especializada en animación. Hasta la fecha ha dirigido dos largometrajes (además de algunos cortos), el primero El secreto del libro de Kells (2009), junto con su colega Tomm Moore, y después, ya en solitario, esta lacerante El pan de la guerra, que parte de la novela The breadwinner, de la escritora canadiense Deborah Ellis, publicada en 2002.

La película se ambienta hacia finales del siglo XX, cuando los talibanes ya hace tiempo que han expulsado a los soviéticos de Afganistán, tras ganar una sangrienta e interminable guerra. Los talibanes, que siguen al pie de la letra las consignas del Corán, han impuesto la sharia o ley islámica como única norma que lo rige todo; entre otras cuestiones, esa aplicación extremosa del libro religioso hace que el papel de la mujer sea menos que cero, y que no pueda hacer nada si no está tutelada por un varón de la familia, sea padre, hijo, marido, hermano... hasta un primo sirve, siempre que sea hombre, aunque sea un zopenco. En ese contexto, conocemos a Parvana, una niña como de diez años, y su padre, que se ganan la vida en el zoco de Kabul intentando vender las escasas pertenencias de la familia, y leyendo o escribiendo cualquier texto a personas que sean analfabetas. Pero la incuria y la arbitrariedad de los talibanes harán que se lleven a la cárcel al padre, tullido de una pierna en la guerra contra los rusos. Entonces, Parvana y su familia (madre, hermana mayor y un bebé) se encontrarán solos, sin ningún tipo de posibilidad de salir adelante, al no contar con ningún hombre en casa. Claro que si Parvana se corta el pelo y se viste con las ropas de su difunto hermano Soliman, puede aparentar ser un chico...

El pan de la guerra se inscribe en un feraz venero de cine de animación que habla del drama de las mujeres bajo la égida de las teocracias fundamentalistas islámicas. A esa misma veta pertenece la estupenda Persépolis (2007), de Marjani Satrapi, ambientada en el Irán de los ayatolás, y la posterior Las golondrinas de Kabul (2019), de Zabou Breitman y Eléa Gobbé-Mévellec, que, como el film que comentamos, también se localiza en el doliente Afganistán.

El film de Twomey se inicia con una breve narración sobre la historia del país de los afganos, resuelta con un único plano en panorámica, en una bellísima elipsis, en el que asistiremos a un recorrido en el tiempo en el que pasaremos de un régimen de libertades e igualdad entre sexos a la guerra civil que culminaría con la oprobiosa victoria de las facciones talibanes, que impusieron su ley de ignorancia y analfabetismo, pretirieron a las mujeres relegándolas al papel de cosas, y sumieron al país en la ruina económica más espantosa.

La película tiene una línea principal, la que nos narra la historia de la pequeña Parvana y cómo habrá de disfrazarse de niño (y encontrar a otra chica, Shauzia, que hace lo mismo, haciéndose ambas amigas y cómplices en su pequeño engaño) para sacar adelante a su gente, y otra el cuento que la chiquilla le narra intermitentemente a su hermano el bebé, un cuento transmitido por tradición oral, que habla de un pueblo al que el rey de los elefantes hurta las semillas que habrán de proveer a los pobladores de futuras cosechas, semillas que un chico intentará recuperar. Ambas historias, sutilmente, irán concatenándose, con las dificultades que ambos, la niña afgana real y el imaginario pequeño héroe del cuento, habrán de solventar para intentar resolver sus problemas.

Admirablemente realizada con un dibujo bastante antropomórfico en la línea argumental real, y mucho más fantasioso e imaginativo en el cuento narrado al bebé de la familia, deliciosamente naif, El pan de la guerra está pintada con los colores del país, ocres, marrones terrosos, sin apenas colores vivos, como corresponde al oprobioso régimen impuesto por aquellos majaras con turbante. Tiene hermosas imágenes, de contenido simbólico, como la escena en la que el talibán felón de turno arrebata a Parvana y rompe la foto de su padre, cuyos pedacitos recogerá la niña para recomponerla a duras penas en su casa, una foto rota que vendrá a señalar la pérdida del progenitor, pero también le dará la clave de cómo (disfrazándose de chico) puede llevar adelante la casa y puede también intentar rescatar a su padre. También son hermosos algunos de los parlamentos entre las dos niñas disfrazadas de chicos, como aquel en el que Shauzia le dice a su amiga que su sueño es ver el mar, “donde la luna empuja el agua a la orilla”, en una bellísima metáfora de las mareas.

El film no carga nunca las tintas contra el régimen taliban, simplemente deja que las imágenes y la situación mostrada hagan su trabajo. Con una música teñida de reminiscencias de las llamadas al rezo del muecín, El pan de la guerra se conforma como una hermosa, dolorosa, trágica visión sobre la vida en un país en el que la mitad de los habitantes, las mujeres, estaban (me temo que el tiempo pasado no sea el más correcto...) relegadas al mero papel de objeto, y que incluso los hombres carecían de cualquier atisbo de eso que llamamos libertad.

(04-06-2020)


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94'

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El pan de la guerra - by , Jun 04, 2020
4 / 5 stars
Donde la luna empuja el agua a la orilla