CRITICALIA CLÁSICOS
Disponible en Prime Video y Acontra+
Decir que El salario del miedo es una película de suspense puede llevarnos a una terrible equivocación si con ello pensamos que estamos ante un misterio por resolver, un enigma que aclarar o una intriga de tipo policíaco. Lo que vemos es algo distinto, oscuro, turbulento, maligno, pero que también nos mantiene en ascuas, empezando por el marco, el escenario donde se desarrolla, un pueblucho de un imaginario país (se supone que latinoamericano), donde conviven y malviven un multiforme caos de muchas nacionalidades, donde hay hispanos, italianos, yanquis, alemanes, brasileños, formando un lumpen de miserias, barro y moscas, donde el amor se alquila o las amistades se compran.
Este submundo (rodado sin embargo íntegramente en Francia), tiene como responsable a Henri-Georges Clouzot (1907-1977), que firmaba siempre como H.G. Clouzot, un hombre que estaba inmerso en el mundo del cine desde los años treinta, pero que alcanzó la madurez y la fama en los cincuenta, cuando ya había hecho media docena de largometrajes, algunos de cierta resonancia como El asesino vive en el 21 o también En legítima defensa (Quai des Orfèvres). En esos años cincuenta -decíamos- estrena la que hoy reseñamos, y Las diabólicas, además de un documental que alcanzó una gran resonancia, El misterio Picasso, artista con el que siempre tuvo una gran amistad.
Volviendo a este pueblucho en donde se inicia la historia, nos encontramos con los tres personajes pivotes claves: uno es Mario Livi, un tipo que se mueve por instintos primarios, encarnado por Yves Montand (entonces marido de Simone Signoret, una de las "diabólicas" protagonistas del siguiente film de Clouzot). Otro es Monsieur Jo, un mafioso arruinado y astuto, que interpreta Charles Vanel, y a nivel más secundario el alemán Peter van Eyck y el italiano Folco Lulli. En medio de ellos, inocente y hermosa, está Linda (Vera Clouzot, esposa del director). Repentinamente una multinacional petrolera estadounidense busca a cuatro voluntarios para transportar en dos camiones sendos cargamentos de nitroglicerina, con la que hacer explotar un pozo que se ha incendiado.
A partir de ahí se inicia una ruta suicida a través de la selva o por infames caminos, donde un giro mal hecho, un bache imprevisto, una cabezada de sueño... pueden resultar mortales. Con una impecable fotografía de Armand Thirard y una chirriante música de Georges Auric, el director nos lleva en volandas, en ese distinto suspense que decíamos al comienzo, con estos tipos que siguen peleándose a pesar del peligro que corren. Uno de ellos, Jo, cae en un charco de petróleo y Mario tiene que salvarlo a su pesar. Finalmente llegan a su destino, pero ahora tienen que luchar con la multinacional yanqui para solventar el tema de su salario, tan penosamente ganado, un tramo que no gustó en EE.UU., donde el film se mutiló y estrenó con más de media hora menos de metraje.
Y hablando de suspense, la película se basa en una novela de Georges-Jean Arnaud, que el propio Alfred Hitchcock quería adaptar, pero esta producción italofrancesa se le adelantó, aunque suponemos que Don Alfred habría hecho algo muy distinto. Cuando un par de años después la cinta se estrenó por fin en Estados Unidos tuvo el elogio entusiasta de Pauline Kael -entonces la gran musa de la crítica-, que la comparó con la obra y estilo de Eisenstein y Luis Buñuel. Y previamente, cuando El salario del miedo se presentó en los festivales europeos, ganó el Oso de Oro de Berlín, la Palma de Oro de Cannes, junto al mejor actor a Charles Vanel, y en los BAFTA de la Academia Británica el de mejor película del año. Pasado el tiempo, la crítica mundial la ha considerado -sin discusión- como la obra maestra de su autor, y en un resumen de valoraciones, se le otorga la de la cuarta mejor película francesa. También en Filmaffinity se le da una muy alta calificación de 8,1.
Incluso en la conocida obra de consulta española Guía del Video-Cine, escrita por Carlos Aguilar, que reúne una ingente cantidad de reseñas (casi veinte mil) breves pero certeras, en la que se ocupa de nuestra película se dice en sus primeros párrafos "Un film extraordinario y espeluznante, obra maestra donde las haya del cine francés, y el mejor de los títulos de Clouzot sin duda... el fatalismo y la miseria lo impregnan todo, hasta imprimir a las imágenes una textura casi mágica e irreal". Por otra parte la cinta significó para Montand y Charles Vanel un espaldarazo a sus carreras, mientras para la dulce y menuda actriz franco-brasileña Vera Clouzot significó el primer paso en su breve carrera, sólo seguida por la ya nombrada Las diabólicas y Los espías, también con su marido, para terminar muy pronto cuando muere en 1960, con 46 años, de un paro cardíaco en París.
El final del film es tremendo y brutal. Clouzot no tiene piedad ni se compadece de sus criaturas. Quizás por eso los había presentado tan negativamente y cierra su obra con la dureza y el cinismo que tiene toda la narración. En el resto de su carrera H.G. Clouzot destaca en 1960 con la cinta La vérité, interpretada por Brigitte Bardot en una historia amorosa y también dramática, junto a dos actores casi fijos en su obra, como Charles Vanel y Paul Meurisse, con música de Igor Stravinsky y que compitió por Francia al Oscar al film en Lengua Extranjera. Sólo quedó en su cartera de proyectos y guiones ya escritos El infierno (L'Enfer), y que acabó siendo llevada a la pantalla muchos años después, en 1994, por Claude Chabrol, otro grande de la cinematografía gala...
(07-04-2024)
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