La falta de imaginación para crear nuevos argumentos hace que en todas las cinematografías se recurra a adaptar novelas, ya sean actuales o clásicas, como sucede en esta coproducción.
Cuenta la historia de Félix Grandet, un hombre que vive en 1819 en su modesta casa en Saumur, con su esposa, su hija Eugénie, y Nano, la criada, de manera miserable, llevando ellas una aburrida vida, sin salir para nada, sin una distracción, lo que denota la represión a que han sido sometidas siempre dominadas por el varón, cuya única diversión era la costura y la lectura.
Ello es debido a la avaricia de Félix, que no ve con buenos ojos a los pretendientes que desean pedir la mano de su joven y guapa hija, si no tienen un gran poder económico. Nada debe dañar la colosal fortuna que Félix esconde, quien se hace pasar por pobre y no desea que su hija se case para no pagar la dote y la celebración de la boda.
Un día llega su sobrino Charles, hijo de su hermano François, que porta una carta dirigida a él. Le da cobijo durante unos días, los suficientes como para que Eugénie se enamore de él, pero Félix no lo quiere, ya que está en la ruina y le aconseja que emigre a América. En ese tiempo se entera de que su hermano se ha suicidado debido a la gran deuda que no puede pagar ni vendiendo todas sus propiedades.
A lo largo de las páginas de la novela e igualmente de las imágenes cinematográficas, se deslizan temas como la avaricia, la pasión por el dinero, una sociedad patriarcal, la represión de la mujer, la deshonra, el suicidio, la codicia, el amor como negocio, la hipocresía, los matrimonios por conveniencia, etc.
El guion se basa libremente en la novela de Honoré de Balzac, escrita en 1834, Eugénie Grandet, a la que respeta su contenido, con leves diferencias, que ha sido adaptada por el propio director, el francés Marc Dugain, al que se le dan bien las películas históricas.
No es la primera vez que se lleva al cine esta obra, ya que recordamos hay al menos media docena de ellas, entre otras una en 1946 interpretada por Alida Valli, otra en 1953 con Marga López, y también existe una serie de televisión.
Tiene una buena fotografía de Gilles Porte, que domina bien la iluminación natural, lo que colabora a la conseguida ambientación de la época, tanto en interiores como en el lucimiento de los paisajes en las escenas en el exterior, aunque éstas sean pocas, llevadas con sobriedad y austeridad.
Por su parte Oliver Gourmet hace un notable trabajo del bruto y avaro Félix, destacando también la buena y delicada labor interpretativa de la joven actriz Joséfine Japy en el personaje de Eugénie.
Premio Saint Jordi al mejor actor para Olivier Gourmet y premio Rosebud al mejor guion en el Festival de Calella.
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