Sebastián Lelio alcanzó la fama internacional con su película Gloria (2012). Ya tenía tras de sí varios éxitos de ámbito local en su país, Chile, como La sagrada familia (2005) o El año del tigre (2011), pero aquella película lo puso en el mapa, tras su paso por un buen número de festivales, alguno tan importante como la Berlinale, donde cosechó numerosos elogios. Aquel film hablaba de la vida de una mujer, en torno a los sesenta, divorciada y con hijos, que no se resigna a esperar sin más la vejez e intenta tener una vida sentimental activa, aunque sin mucha suerte. Era un film que jugaba bien la carta del realismo, casi del naturalismo, centrándose en un personaje corriente, una mujer sin especial relieve, que precisamente por ello era singular, por su naturalidad sin cualidades reseñables.
Lelio posteriormente hizo Una mujer fantástica (2017), que definitivamente le impulsó a la primera línea del cine internacional al ganar sucesivamente el Goya a la Mejor Película Iberoamericana y el Oscar a la Mejor Película en Habla no Inglesa. Saltó entonces al cine en inglés con coproducción norteamericana en Disobedience (2018), un drama lésbico ambientado en el hostil territorio de una comunidad ultraortodoxa judía, que no funcionó bien, observándose una disfunción entre el cineasta que retrata ambientes hispanos y el que se adentra en culturas tan distintas como la hebrea, aunque estuviera situada en Londres.
Ahora Lelio ha rodado un remake de su original Gloria, situándolo en Estados Unidos, con elenco actoral y equipo artístico mayoritariamente anglosajón. Gloria Bell es una mujer quizá en torno a los cincuenta y pico, agente de seguros, divorciada hace años (por cierto, de un gigantón de más de dos metros de altura), con hijos mayores pero que actúan todavía como adolescentes; tiene cierta vida nocturna, en discotecas y bares de copas, donde intenta encontrar, además de sexo, afecto y algo parecido al amor. Cuando cree que lo ha encontrado en la figura de Arnold, un también divorciado cincuentón con un negocio de “paint-ball” (sí, esto de jugar a la guerra con pistolitas y metralletas que disparan cápsulas de pintura roja...), sin embargo pronto verá que lo del cordón umbilical, figuradamente, no solo afecta a las mujeres...
Esta Gloria Bell juega a ser, entonces, al mismo tiempo la historia original y otra distinta. En términos generales las líneas argumentales son similares, aunque con algunas variaciones para adaptarlas a los distintos ámbitos geográficos, culturales y sociales. Pero lo cierto es que, en la comparación, esta versión es inferior a la original, como cabría esperar. Aquí no hay la frescura de la primera película, lo que se nos cuenta, siendo similar, tiene un cierto tono impostado, como si la historia de esta mujer que se resiste a dejar de sentirse viva, no tuviera la naturalidad que era quizá la mayor de las virtudes de la primigenia Gloria.
No quiere ello decir que Gloria Bell sea un film fallido, porque no lo es: gusta el retrato de esa mujer corriente, de esa mujer que no tendrá siquiera los famosos 15 minutos de gloria de la aldea global de McLuhan, pero que no por ello ceja en su empeño de ser feliz a su manera, contar con alguien con el que compartir la vida, una vez que los hijos han emprendido sus respectivos caminos (con ciertos problemas que, evidentemente, deberán resolver por sí mismos), una vez que la madre está instalada en una confortable ancianidad sin estrechuras económicas. Pero cuando el que parecía el hombre perfecto resulta estar aún indisolublemente unido a su anterior hogar, las cosas se pondrán duras.
Gusta Gloria Bell por su búsqueda de la naturalidad, con escenas de la vida cotidiana, asistiendo a momentos de su trabajo, de su relación con hijos y madre, pero también (y esto quizá sea un error) con algunas compañeras de trabajo, en líneas secundarias que parecen irrelevantes y no aportan gran cosa, más allá de verla en su contexto laboral y amistoso.
El conjunto es armónico pero poco atractivo, quedando la impresión de que esta vez Lelio no ha terminado de cuadrar su historia, no ha dado con la tecla correcta para que nos llegue la vida de esta mujer que quiere seguir siéndolo plenamente con todas sus consecuencias.
En un momento de la peli, como una de las muchas canciones “vintage” que se nos da a escuchar, bien en discotecas, bares, radios, grabaciones o simplemente cantadas por la protagonista o sus próximos, suena la famosa Alone again de Gilbert O’Sullivan, quizá el himno por antonomasia de la película, cuyo estribillo enfatiza precisa y prístinamente la situación de la protagonista: “sola otra vez, naturalmente”. Un final esperanzado que parece apostar por la no resignación a esa soledad envía un mensaje medianamente feliz, o al menos no triste: aunque no deje de ser un tópico, nunca es tarde para el amor y, sobre todo, nunca es tarde para dejar de creer en que es posible el amor, aunque este finalmente no llegue.
Gran trabajo de Julianne Moore, como nos tiene acostumbrados. Ella es lo mejor, sin duda, de una película interesante aunque baje un punto sobre su original, sin que ello suponga, como hemos dicho, que no tenga cualidades apreciables. Turturro, como es habitual en él, borda su papel esquinado, su rol con un puntazo psicológico dado, en este caso su absoluta, patológica incapacidad para soltar lastre y mirar hacia adelante. Como curiosidad, aparece en un papel secundario la actriz alemana Barbara Sukowa, una de las musas de Fassbinder, una mujer que desde hace años simultanea su carrera interpretativa a los dos lados del Océano Atlántico, trabajando tanto en Europa (singularmente en su país, Alemania) como en Estados Unidos.
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